Capítulo 23

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     Al cabo de un rato, Rosa y yo nos encontrábamos viendo la televisión y hablando de cosas sin importancia mientras que la peliblanca se tomaba de vez en cuando un sorbo del chocolate caliente que le había preparado para que se relajase del todo. Nos habíamos tapado con una reconfortante manta cada una, y estábamos prácticamente desparramadas en los sofás, Rosa en uno y yo en el otro.

     Sin embargo, la tranquilidad no duraría demasiado, pues después de todo, la chica había venido por una razón más además de por lo ocurrido entre ella y su padre.

     —Gracias otra vez por dejar que me quede a dormir —me agradeció una vez más—, pero no te equivoques: no me olvido del hecho de que has sido tú quien me ha llamado, así que más te vale desembuchar ya y decirme qué te ha pasado. Además, me vendrá bien pensar en otra cosa —aquello había intentado decirlo de forma socarrona, pero sus ojos aún algo enrojecidos por la llorera y su tono un tanto desanimado, la delataban.

     —Tampoco es algo demasiado grave —le dije, desviando un tanto la mirada de ella a la vez que me incorporaba y me sentaba en el sofá. No quería preocuparla aún más con mis propios problemas después de lo que acababa de ocurrir con su padre.

     —Ah, no. Eso sí que no. Ya no te me vas a escabullir —respondió—. Hicimos un trato, y si tú puedes soportar mis problemas, yo también puedo soportar los tuyos. Así que más te vale comenzar a contármelo todo antes de que me enfade contigo —no pude evitar reírme un poco al escucharla decir aquello último como si fuera una niña pequeña, hinchando sus mofletes y cruzándose de brazos.

     En un tic nervioso, comencé a mover la pierna derecha sin parar. Seguidamente después, me llevé la mano a la boca, medio mordiéndome un poco las uñas, gesto que sin duda alguna, había heredado de mi madre.

     —Creo... Creo que he hecho una tontería —dije sin más, observando cómo la chica se incorporaba, apoyando la espalda en su respectivo sofá—. Al principio, no pensé que sería una mala idea, pero... No sé. No sé si quiero solucionar las cosas o dejarlas tal y como están.

     —¿...Le has pedido ir en serio a Castiel?

     —¡¿Qué?! —me quedé mirándola incrédula y respondí instantáneamente—. ¡No! ¡Por supuesto que no!

     —¿Entonces? No entiendo qué clase de tontería podrías haber hecho además de acostarte con... —en ese mismo momento, la peliblanca pareció comprender algo y volvió a dirigirme la mirada con los ojos abiertos como platos—. ¡¿Te has acostado con otro?! —al ver que no respondía y que escondía la cara entre mis manos de la vergüenza, la chica acabó por comprender que su suposición era cierta—. ¿Pero con quién? ¿Y por qué? —Rosa parecía estar intentando procesando la información a medida que soltaba todas aquellas preguntas, pero finalmente, cayó en la más importante de todas—. ¡¿Castiel lo sabe siquiera?!

     Tal vez aquello no había sido tan buena idea. Quizá no debería haberle dicho nada. Es cierto que necesitaba desahogarme con alguien, ¡pero era Rosa! ¡Era la maldita cuñada de Lysandro! En cuanto supiera lo mío con él, quién sabe cómo podría reaccionar.

     Sin embargo, ya no había vuelta atrás. Lo hecho, hecho estaba. Ya no podía retirar mis palabras.

     —No lo sabe... —respondí simplemente a la última pregunta, sin saber cómo contestar a las demás. Aún así, Rosa siguió expectante, esperando a que continuase hablando. Suspiré, derrotada—. Te lo contaré todo, pero con la condición de que no te enfades y me dejes explicártelo todo hasta el final.

     —...—la chica se mantuvo un momento en silencio y, finalmente, asintió, aunque un tanto dubitativa—. Está bien, aunque no sé por qué me debería enfadar —y justo en ese instante, con aquella frase en el aire, decidí soltar la bomba sin más.

[CDM] Jugando con fuego (¿Castiel o Lysandro?) - PAUSADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora