Capítulo 10

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      Mis ojos volvieron a abrirse tiempo después con pereza. Me sentía completamente agotada, con el cuerpo pesado y sin demasiada fuerza para levantarme. Sin embargo, a la misma vez podía afirmar que me encontraba por primera vez en mucho tiempo totalmente relajada, casi como si hubiese terminado de estar en una sesión con un masajista, solo que en realidad, ese masajista resultaba ser mi compañero de clases y no era precisamente una sesión de masajes lo que estuvimos haciendo.

     Sin poder evitarlo, una leve sonrisa se dibujó en mi rostro al pensar en aquello y alcé la vista un tanto para observar el rostro del pelirrojo. Al parecer, no era la única en total calma. Tenía los ojos cerrados, estando aparentemente dormido, y su gesto... Su gesto mostraba una total tranquilidad. Cejas relajadas, labios entreabiertos, respiración lenta y profunda. En aquel momento podía sentirme en una paz absoluta con tan solo observarlo descansar de aquella manera.

     Me mantuve observándolo unos segundos más, pero cuando parecía que iba a cerrar los ojos para dejarme llevar una vez más por el sueño, me percaté de que no sabía cuánto tiempo había transcurrido desde que llegué a casa del pelirrojo.

     Sin dudarlo un segundo más, me levanté rápidamente de la cama, procurando no despertar al pelirrojo, cubriéndome el cuerpo desnudo con una de las mantas que había sido desparramada por el suelo, y fui recogiendo mi ropa a la misma vez que iba poniéndomela poco a poco.

     Tras vestirme, salí de la habitación sin hacer demasiado ruido y me dirigí al sofá del salón, encontrándome una vez más con Demonio, solo que esta vez, no me gruñó ni me ladró. Por el contrario, alzó la vista para observarme un momento y al instante siguiente volvió a su anterior posición, volviendo a cerrar los ojos e ignorando mi presencia.

     Por mi parte, me aproximé y tomé el móvil de mi mochila. Eran pasadas las 8 y media de la tarde. Suspiré un tanto más calmada al ver que no era tan tarde, aunque eso no impidió que recogiese todo en un instante para así poder irme cuanto antes.

     Entre una cosa y otra, no habíamos avanzado nada en el trabajo de literatura. Ya comenzaba hacerme a la idea de que terminaría haciéndolo yo sola, aunque lo cierto era que no me desagradaba para nada aquel hecho, ya que después de todo, siempre había preferido realizar los trabajos de clase por mí misma sin tener que depender de ningún grupo ni de ningún idiota. En este caso no me importaba en absoluto que el trabajo llevase el nombre de los dos, ya que después de lo sucedido, estaba claro que no me desagradaba el pelirrojo... en ningún sentido.

     Tras terminar de recoger, me coloqué la mochila a la espalda y me dirigí hacia la puerta para marcharme, no sin antes dejarle una pequeña nota al pelirrojo en la mesita del salón.

     Minutos después, ya me encontraba en el autobús camino a casa.

***

     Al llegar a casa tuve la suerte de que mi padre aún no había llegado, por lo que no sabría que había regresado sola, mientras que mi madre se encontraba en la cocina haciendo la cena, así que ella tampoco se percató de siquiera preguntarme.

     El tiempo transcurrió poco a poco. Mi padre llegó, pusimos la mesa, cenamos, me recordaron que seguía castigada por si las moscas, les repliqué diciéndoles que me parecía absurdo que no me dejaran tener siquiera el portátil para, según yo, "hacer los trabajos del instituto" y volví a encerrarme en mi habitación, no sin antes darme una buena ducha.

     Estaba claro que no sería difícil ocultarles la verdad a mis padres, pero aun así tenía que tener cuidado con mis reacciones y mis palabras al hablar sobre el trabajo de literatura, ya que según cómo lo dijese, podrían sospechar sobre el hecho de que realmente no lo estaba haciendo en grupo. Si se llegasen a enterar de que lo estaba haciendo solo con un chico, me la liarían bastante, sobre todo mi padre.

     Tras terminar de secarme el pelo, peinármelo y vestirme, me dejé caer en la cama para después soltar un suspiro. Al haber estado tan preocupada en no llegar tarde a casa, casi había llegado a actuar con total indiferencia ante todo lo ocurrido y casi consigo olvidarme del tema por el momento. Casi. Nada más fijar la vista en el techo, mi mente comenzó a divagar y a rememorar todo lo ocurrido aquella tarde.

     Sus manos recorriendo cada centímetro de mi ser, su piel áspera y sudorosa, su tentador cuello, sus labios poseyéndome, su pelo haciéndome cosquillas cada vez que aproximaba su rostro a mi cuerpo. Y, esos ojos... Esos orbes plateados y profundos cautivándome a más no poder. Podría asegurar que aún recuerdo con total nitidez aquellos profundos y rítmicos vaivenes de nuestros cuerpos apoderándose de mi cordura, haciéndome gemir a cada entrada y a cada salida, a cada beso y a cada mordida. Y, sobre todo, el éxtasis que me provocó el llegar junto a él.

     Fue en aquel momento en el que el sonido de mi móvil comenzó a sonar, avisando que tenía un mensaje nuevo.

     Acalorada y con el rostro enrojecido, tomé el aparato entre mis manos y sonreí al leer el mensaje, satisfecha de haberle dejado aquella nota con mi número de teléfono.

"Número desconocido:

Espero que hayas disfrutado el día de hoy, morena.

Y más te vale no llegar tarde mañana".

*     *     *

     Al día siguiente, las tres primeras horas transcurrieron con total normalidad y el timbre sonó estridente, avisando del comienzo del recreo. Me dirigí hacia mi taquilla sin mucha prisa, prácticamente arrastrando los pies, cansada de la eterna hora de historia. No es que me desagradase la materia, pero últimamente se me estaba haciendo bastante aburrida.

     Abrí la taquilla y dejé escapar un suspiro. En aquel momento, noté cómo alguien me tomaba de las caderas repentinamente, aproximándome a él con total confianza y haciendo que me sobresaltase.

     —¿Me echabas de menos?

     Mi cuerpo se relajó un tanto al reconocer la voz de Castiel, pero aquello no impidió que me zafase de su agarre, un tanto nerviosa y sintiendo las mejillas arder. Entonces, me giré hacia él y me aparté un poco, aproximándome un tanto a las taquillas.

     —P-puede que un poco. Aunque no deberías hacer este tipo de cosas en el instituto —el chico arqueó una ceja, pero no pudo evitar sonreír al notar mi sonrojo.

     —¿Hacer qué, si se puede saber?

     —Insinuarte de esa manera. ¿Qué pasa si alguien nos ve?

     —¿Qué más da? —sonrió de lado y volvió a aproximarse a mí, tomándome esta vez de la cintura—. Además, la mayoría se cree que estamos juntos.

     —N-no —me alejé una vez más, apartando sus manos con cierta prudencia y mirando un momento hacia los lados para comprobar que nadie nos estuviese observando—. Es Ámber la única que lo cree y la única que debería creérselo. Ya te dije que prefiero que nadie sepa sobre lo nuestro. Si alguien llega a enterarse y se esparce el rumor, no tardaría en llegar a oídos de mis padres.

     —Tch... —el chico bufó y se metió las manos en los bolsillos, dándose por vencido y un tanto molesto—. Haz lo que quieras, pero recuerda —se aproximó un tanto y susurró lo siguiente a mi oído, haciéndome estremecer—, después, serás mía —al ver mi reacción, quedó satisfecho y, tras sonreír una vez más, se dio media vuelta y comenzó a caminar, alejándose del lugar—. En fin. Nos vemos después, enana.

     —Espera, ¿a dónde vas? El patio no es por ahí.

     —¿Te crees que no lo sé? —el pelirrojo no se detuvo ni tampoco dijo nada más. Simplemente se alejó por el pasillo, dirigiéndose a un lugar en concreto. ¿Tal vez habría quedado con alguien?

     Aquella duda asaltó mi mente mientras terminaba de cerrar mi taquilla y de salir al patio para sentarme con Rosa y pasar el recreo con ella. Ya era hora de ponerla al día con todo lo ocurrido hasta el momento.

[CDM] Jugando con fuego (¿Castiel o Lysandro?) - PAUSADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora