Capítulo 14

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     Nada más escuchar la campana del instituto sonar, dando por finalizadas las clases de aquel día, salí disparada en dirección hacia mi taquilla, cruzando los dedos para que, al salir, me encontrase con el pelirrojo frente a las puertas del edificio.

     Después de hablar con él en la azotea y de que se aprovechase de mí utilizándome como almohada, el sueño también se apoderó de mí y terminé quedándome dormida en aquella posición, apoyada en la pared que separaba las escaleras de aquel lugar. Para cuando me volví a despertar, Castiel se había esfumado y, en su lugar, se encontraba la chaqueta del mencionado, cubriéndome parte del cuerpo y resguardándome en cierto sentido de la brisa otoñal.

     Aquel gesto me había descolocado tanto que tardé un rato en caer en la cuenta de que, sin quererlo, me había saltado una clase entera... ¡Había estado durmiendo durante toda una hora! Como mis padres se llegaran a enterar de aquello, me caería una buena, y aún más sabiendo que se suponía que seguía castigada, cosa que justamente tenía que solucionar lo antes posible para poder asistir al condenado picnic que yo misma había preparado.

     Finalmente, tras aquella breve reflexión, había ido a esconder la chaqueta del pelirrojo en mi taquilla, ya que no veía muy conveniente que Rosa o incluso Lysandro me viesen con ella por casualidad. Es por eso que en aquel preciso momento me encontraba frente a mi taquilla, cogiendo rápidamente la bendita chaqueta para finalmente dirigirme a la salida del edificio.

     Esperé un buen rato en la entrada del recinto escolar, viendo cómo la marabunta de alumnos se dirigía felizmente hacia sus respectivas casas para comer tras un duro día de instituto, sin embargo, no logré localizar ninguna cabellera pelirroja entre todo el gentío. Por el contrario, acabé por distinguir las cabelleras plateadas de Rosa y Lys. A pesar de ello y por suerte, ellos no llegaron a percatarse de mí y acabaron desapareciendo por el horizonte mientras mantenían una agradable conversación.

     Fue en el momento en que comencé a ver a varios profesores salir del edificio cuando acabé por darme por vencida. ¿Y ahora que hacía yo con la chaqueta del pelirrojo?

     Comencé a caminar en dirección a mi casa mientras meditaba, pero al final, lo único que se me ocurrió fue meterla en la mochila como pude, estrujándola entre las libretas y rezando por que mis padres no se diesen cuenta del bulto que se notaba al haberla metido allí dentro.

     En cuanto llegué a casa, abrí la puerta con mis llaves y salí escopeteada hacia la habitación, saludando a mi madre con un simple "¡Ya estoy aquí!" y dejando finalmente la mochila en aquel lugar, para después volver a la cocina y preguntarle qué había para almorzar.

     ...

     Tras un agradable almuerzo con mis padres y, aprovechando que estaban de buen humor, una pequeña charla comentándoles el plan que había organizado, acabaron por darme el visto bueno e incluso estuvieron de acuerdo en levantarme el castigo. La emoción que me recorrió por el cuerpo fue tal, que acabé avasallándolos a besos y a abrazos en cuanto me devolvieron mi preciado portátil, y ellos no pudieron evitar soltar alguna que otra carcajada.

     En parte, me imaginaba que aquello pasaría, ya que por lo general, no solía darle tales sustos a mis padres ni mucho menos desobedecerles (al menos, en los aspectos importantes), es por ello que igualmente organicé aquella quedada de picnic en el parque. Puede que hubiese sido demasiado confiada en que todo saliese según lo previsto, pero en el fondo sabía que mis padres, por muy duros que quisiesen ser conmigo, no podían mantenerme castigada por tanto tiempo. Era la ventaja de ser hija única, o al menos, eso pensaba yo, pero igualmente siempre intentaba no aprovecharme de ellos demasiado, ya que así no se enfadarían conmigo por ello y podría servirme en casos de urgencia que realmente necesitase, como era en aquel preciso momento.

[CDM] Jugando con fuego (¿Castiel o Lysandro?) - PAUSADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora