Capítulo 27

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     Los largos y callosos dedos del pelirrojo se hundieron en mi cabellera, haciendo que un escalofrío me recorriera el cuerpo entero en cuanto estos tocaron directamente la piel de mi nuca.

     Mi corazón palpitaba con ímpetu. Lo escuchaba retumbar en mis oídos, incesante, y sentí la necesidad de estrechar a aquel chico entre mis brazos y hacer que ambos nos refugiásemos el uno en el otro.

     Era una sensación indescriptible.

     Mis labios depositaron un pequeño y fugaz beso en los suyos, beso que incluso a mí me pareció doloroso al no prolongarlo unos segundos más, y lo abracé con fuerza, rodeándolo con mis brazos y apoyando mi cabeza sobre su hombro. La fragancia de su champú no tardó en invadir mis fosas nasales, impulsándome a estrecharlo aún más contra mí.

     El ojigris no tardó en contestar de la misma forma, acomodándome un poco mejor sobre él, para después apretarme con fuerza contra su cuerpo. Notaba cómo su respiración me hacía cosquillas en el cuello, cómo sus dedos presionaban mi piel queriendo memorizar aquel momento y cómo su corazón latía desbocado contra mi pecho.

     A cada segundo que pasaba, sentía cómo algo dentro de mí se oprimía cada vez más. Me sentía reconfortada entre sus brazos. Demasiado. Tanto que en aquel instante podría derramarme en lágrimas de felicidad.

     Me había quitado un enorme peso de encima y, además de eso, percibía cómo mis sentimientos se iban desbordando poco a poco. La neblina se estaba dispersando en mi cabeza y cada vez tenía más claro que estaba empezando a sentir algo muy fuerte por aquel chico que tenía entre mis brazos. Era innegable.

     Todo aquel mes que habíamos pasado juntos había sido grabado con fuego en mi memoria. Después de tantos gestos, tantas bromas, tantas sonrisas... Se me partía el corazón el tan solo imaginármelo con aquel gesto abatido que hacía unas pocas horas me había mostrado.

     «Pase lo que pase, seguiré a tu lado. Lo sabes, ¿no?».

     La voz de Lysandro quiso hacerse eco en mi mente, pero aquella vez, no permití que me atormentara. En aquel instante, lo único en lo que quería pensar era en aquel cuerpo que me arropaba, aquellas manos que me acunaban y en aquellos labios que se dejaban caer de vez en cuando sobre mi cabeza.

     Por primera vez, después de todo el tiempo que llevábamos juntos, pude percatar con todo mi ser la magnitud de los sentimientos que aquel chico albergaba hacia mí y, a la misma vez, tomé constancia apropiadamente de los míos.

***

     Al cabo de un rato, Castiel y yo nos encontrábamos recostados en el sofá viendo la tele, cubiertos por una manta. El pelirrojo usaba uno de sus brazos para estrecharme contra él por la espalda mientras yo empleaba su otro brazo de almohada. Sentíamos la necesidad de estar pegados al otro, sintiendo cómo nuestros corazones latían a la par, relajados y felices.

     Sin embargo, aquello no duró mucho, pues nuestros estómagos no tardaron en comenzar a protestar por no haber comido nada desde la hora del recreo en el instituto. Ambos reímos, algo avergonzados, y tras fijarnos en que ya eran casi las 6 de la tarde, preferimos pasar a la merienda, pues la hora del almuerzo ya había pasado hacía mucho.

     Al final, nos decantamos por unas tostadas con mantequilla y un cruasán relleno de chocolate para cada uno. Castiel, además, se preparó un café, mientras que yo le robé el último zumo de melocotón que había en la nevera.

     —¡Ladrona! —me acusó, burlón.

     —Soy tu invitada, así que es cortesía de la casa. Es decir, que no he robado nada —respondí, risueña.

[CDM] Jugando con fuego (¿Castiel o Lysandro?) - PAUSADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora