Había llegado a envidiar muchas cosas de Paula a lo largo de nuestra amistad. Por ejemplo, lo bien que le quedaban sus característicos pantalones rojos ajustados y las coletas improvisadas. Envidiaba lo delicada que parecía cuando hablaba y gesticulaba y la extraña facilidad que tenía para ligar. Envidiaba que a pesar de ser un año mayor que ella fuera más alta y más madura que yo. Y, no se si lo hacía para hacerme rabiar del todo, pero odiaba cuando me decía que ella no era bonita. Antes me hubiera reído y la hubiera llamado idiota, pero si llegara a decírmelo ahora, con aquel precioso vestido largo y blanco, la hubiera golpeado en la cara
Estaba nerviosa, la conocía lo suficientemente bien para saber cuándo lo estaba. Se colocaba pequeños mechones de pelo tras sus orejas y miraba con recelo sus patillas. Ella odiaba sus patillas.
Me miro con los ojos brillantes y supe al instante lo que quería oír. Pero ni siquiera yo estaba segura de ello. Cuando me dijo por primera vez que se iba a casar me alegré muchísimo por ella pero, tras pensarlo varias veces, no quería que se casase.
Sabía que sonaba egoísta por mi parte, Paula era mi mejor amiga desde los catorce años pero, si se casaba, yo pasaría a segundo plano. Sabía las consecuencias que traía el matrimonio para la mejor amiga de la novia: Al principio estaría tan metida en su amor que me ignoraría, más o menos al llegar el segundo año comenzarían a pensar en formar una familia y,tras varios intentos, ella quedaría embarazada de un niño. No podría quedar conmigo e ir a beber porque perjudicaría al bebé y entonces preferiría quedarse en casa leyendo recetas de comida. A los nueve meses daría a luz y estaría tan ocupada cambiando pañales que no tendría tiempo para llamarme por teléfono ni cinco minutos y, cuando el niño tuviera la edad suficiente para ir a la guardería, ella estará tan cansada que me mentiría para no ir una noche de chicas. Tras varios años después tendrían una niña a la que peinar y cuando la cría pudiera ir a la escuela ya seria demasiado tarde para pasar una tarde de chicas, o como a mi me gusta llamarlo: Disfrutar-la-vida-antes-de-los-treinta.Pero, verla aquí, mirándome con sus ojos suplicantes esperando que yo le diera mi bendición, hacían que las palabras salieran de mi boca sin mi autorización:
—Estas haciendo lo correcto.
¡Se casaba con veinticinco años!
Ella me sonrió y pude ver como sus ojos se inundaba de lágrimas.
—No sé qué haría sin ti—me dijo.
No la contesté porque sabía que si lo hacía, era cuestión de tiempo que las dos comenzáramos a llorar a mares y ya había pasado un mal momento dejándome maquillar como para repetirlo de nuevo.
La puerta se abrió con fuerza y tras ella se asomaba la cabeza de Ionelia, la madre de Paula.
—Es la hora—nos dijo.
Todo lo que ocurrió a continuación paso con tanta rapidez que me sorprendí cuando vi como Paula se dirigía hacia el altar. Tenía los ojos fijos en Marco, su futuro marido y se me revolvió el estómago y tuve ganas de vomitar cuando vi como la miraba con los ojos brillantes y llenos de amor. A mi nunca nadie me había mirado asi.
Y fue como si un balde de agua fría me hubiera golpeado en el rostro y comprendí lo que estaba pasando. El sueño de Paula siempre fue formar una familia con Marco, vivir en Australia y tener muchos perros y eso, es lo que estaba apunto de ocurrir. Y a mi ya no me ataba nada a España si Paula se iba.
Podría soportar la idea de que Paula formará una familia aquí, en Madrid, que me dejara de lado durante cinco o diez años o que me contará los problemas que tienen las mujeres casadas cuando yo esperaba con ansias la compañía de un hombre. Podía soportarlo, o al menos lo intentaría, pero conocía lo ambiciosa que era Paula, si quería vivir en Australia, iba a vivir en Australia. Pero si lo conseguía y se iba para no volver, ¿qué iba a hacer yo aquí? Mi sueño siempre fue vivir en Italia, conocer a un hombre allí y comer pizza y lasaña para el resto de mi vida. Si Paula cumplía su sueño, ¿qué me impedía a mi no hacer lo mismo? ¡Por el amor de Dios! Tengo veintiséis años, sigo siendo joven. Ya no soy aquella adolescente que pedía permiso a su madre para coger una simple galleta, ahora tengo mi propia casa, gano mi propio dinero y puedo hacer con mi vida lo que quiera. ¡Y quiero vivir en Italia!
Los aplausos y los gritos me hicieron alejarme de mis pensamientos y fijar la vista en los, ahora, marido y mujer y como se besaban ignorando los cientos de personas que habían acudido a su boda.
Estaba claro, mis sueños acababan de empezar
ESTÁS LEYENDO
En Italia {H.S}
RandomRoma, una preciosa ciudad que sin haberlo planeado, me trajo el amor de mi vida #44 - harrystyles #37 - harrystyles #12 - harrystyles #10 - harrystyles #1 - harrystyles