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Mañana es el gran día. Mañana a estás horas estaré en un avión junto con Harry y Bianca de camino a España, mi hogar dulce hogar.

Estoy ansiosa, ya tengo la maleta preparada con absolutamente todo lo que necesito y no miento al decir que la he revisado cinco veces para comprobar que nada se me olvida. He dejado los tres tickets de avión en la mesa que se encuentra al lado de la puerta y les he dado a Isa y Alicia una copia de las llaves de mi apartamento para que cada cierto tiempo revisen que todo esté en orden. También me he despedido de ellas prometiendo que las traería algo de recuerdo aunque sinceramente no sé el qué. Paula en este momento ha de estar organizando todo; la he pedido que la habitación de invitados la prepare para Bianca y que mi cama -que es de matrimonio- la prepara para Harry y para mí. Ella me ha dicho que no le importa dormir en el sofá cama, que en más de una ocasión se ha hechado la siesta ahí y que no es para nada incómodo. Y luego está mi madre, que parece que está más emocionada que yo, ya que me ha llamado al rededor de diez veces para decirme las opciones que tiene para la comida del cumpleaños de mi hermano y verificar si a Harry y a Bianca le gustan.

—Lamento no poder estar allí—le digo a mi hermano, con fingida tristeza. Le he llamado para crear una cuartada y que de verdad no me espere en casa de nuestros padres pasado mañana en su cumpleaños—. Pero realmente no puedo escaparme, estoy recuperando en el trabajo las semanas en las que mi jefa no pudo venir. Es una mierda, lo sé, pero si no no tendré dinero para pagar el piso.

—Lo sé, lo sé—Le conozco tan bien que sé que ahora mismo se encuentra sentado en su cama, con la mirada fija en sus pies y torciendo los labios—. Lo entiendo. De todas formas no pasa nada—Su voz de pronto se anima intentando animar el ambiente—, has estado en veintinueve cumpleaños de mi vida. Porque te saltes uno no va a acabar el mundo además, mejor para mí, no quiero que te comas toda mi tarda.

—¿Es la tarta de Raquel? ¿La de chocolate y nata que tanto me gusta?

—Ahá.

—No vale, ¿por qué mi pastelería favorita está cerrada en el mes de mi cumpleaños?

—Porque no eres un Dios, como yo.

Ruedo los ojos.

—Estas haciendo que no me importe faltar a tu cumpleaños— Escucho su risa—. Por cierto, ¿qué tal con Nerea?—Él comienza a hablarme de ella y que tal lleva el vivir con su novia. Sinceramente, la chica me cae de maravilla, he hablado con ella en muchas ocasiones y es un trozo de pan. El tiempo vuela cuando hablo con mi hermano y cuando me quiero dar cuenta ya casi es media noche. Ambos colgamos y él se despide de mi con tanto cariño y amor (raro es en mi hermano) que siento ganas de llorar.

Cuando cuelgo la llamada con mi hermano rápidamente marco el número de Bianca.

—Hola—saludo cuando descuelga el teléfono al cuarto tono.

—La mia vita—me saluda, tan dulce como siempre—. ¿Estás lista?

Lista es uno de los muchos adjetivos que me pueden definir ahora mismo: Lista, nerviosa, ansiosa...

—Si, lo tengo todo controlado. ¿Y tú cómo vas?—Me aparto el pelo de la cara ya que me produce cosquillas en la barbilla.

—Todo listo. La maleta de Harry con su ropa está en el maletero del coche y no se ha dado cuenta de nada además ya le he dicho que iríamos a despedirnos de ti en el aeropuerto—Sonrió.

—Genial. Mañana os esperaré en la entrada del aeropuerto a las seis de la tarde.

—Ahi estaremos, puntuales—Sé que está sonriendo y me muerdo el interior de mi mejilla.

—Muchas gracias por ayudarme—La digo, sinceramente. Siento que ella ha sido muy importante para mí en muy poco tiempo y es realmente agradable tener a alguien mayor que tú, lleno de sabiduría, a quién acudir cuando estás en problemas.

—No, gracias a tí—Hay una breve pausa, antes de escuchar el murmullo de Bianca y la voz de Harry al otro lado de la línea—. Harry quiere hablar contigo. Tranquila, no ha escuchado nada—Lo último lo susurra tan bajito que casi me cuesta oírla a mí también.

—Hola, bella—la profunda voz de Harry llega a mis oídos llenando mi corazón de amor.

—Hola—saludo, en un suspiro.

No sé si lo sabías, pero te amo.

—Ya me ha dicho mi abuela que mañana iremos a despedirnos de tí.

—Asi es—sonrió con picardía—. Os echaré de menos—digo, aguantando las ganas de reír.

—Y nosotros a ti. Sobre todo yo.

—No, yo más—Mi voz sale aguda y demasiado dulce para mi gusto. Tengo que aclararme la garganta y sacudir la cabeza para volver a la realidad.

—Yo más, ¿y sabe por qué?

—¿Por qué?—pregunto, curiosa.

Hay un silencio donde solo se escucha su respiración.

—Olvídalo, no voy a decírtelo por aquí. Te prometo que mañana te lo diré. Tengo que colgar. Mañana te veo, adiós. Te quiero—Abro la boca para responderle cuando los pitidos de que la llamada ha sido colgada llegan a mis oídos, obligándome a cerrar la boca. ¿Me ha colgado?

Sacudo la cabeza, eso no es lo importante. Lo importante es, ¿qué quería decirme?

Mis ojos se abren sorprendido al igual que mi boca.

¿Y si quizás él quería decirme que me amaba? ¡Puede ser! Quizás iba a hacerlo y pensó que a través del teléfono no es buena forma de confesarse (que es verdad) y por eso me ha dicho que iba a hacerlo mañana, cara a cara.

¡Ay dios mío!

En Italia {H.S}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora