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El Otro Rostro de la Vida, una existencia desde un perspectiva diferente.

Es bien sabido que toda buena historia comienza por el principio; por los inicios de todo, por el momento en el que surgieron los odios, los rencores, el desprecio, la traición y el amor… ahí, justo en ese momento, donde nuestra vida gira en sentido contrario en busca de un nuevo cause que la lleve al lugar mas recóndito de la tierra, a la promesa de la vida eterna, ahí en donde perdemos completamente el control de nuestra existencia y de todo los que nos rodea, es donde todo comienza.

¿Pero por dónde comenzar, cuando ni  siquiera atinas acertadamente en decir donde empezaron  las cosas?; cuando ignoras por completo el cómo y el porqué llegaron tan lejos; cuando no sabes a cabalidad como se dieron, o mejor aun el por que permitiste que sacudieran tu vida tan impetuosamente, cuando tenias en cuenta que habías prometido que jamás volvería a pasar; cuando la realidad se mezcla con la fantasía en un siniestro y cruel sueño del que duele, hasta el alma, despertar; cuando el principio de todo es tan  distante, tan lejano, tan ajeno a nuestros pesares, a nuestros remordimientos, a nuestros sentimientos que enfebrecen nuestro corazón y que no nos dejan en paz.

¿Por dónde empezar? Era una preguntaba que me atormentaba continuamente, sin descanso, sin tregua, día a día, sin la mas mínima piedad, sin la más minúscula compasión posible.

Hoy aun no lo se, lo ignoro y tal vez lo siga haciendo.

Pero eso ya no importa cuando todo, absolutamente todo a terminado definitivamente, cuando al fin el telón ha caído y la peor obra jamás representada en la tierra ha terminado, cuando pronto el abrazo compasivo de la muerte me llevara entre sus raquíticos brazos y me apartara de este mundo cruel, de este infierno, en donde pague muchas culpas de las cuales no fui responsable, a la espera de una disculpa por haber cruzado este mísero calvario.

Pero antes de partir me parece justo recordar, quizá no como sucedieron realmente las cosas, pero si como las percibí en gran medida, como las sentí sobre mi piel, como las viví a cada minuto, a cada segundo de mi vida pese al remordimiento, al dolor, a la culpa, a la vergüenza.

Ésta, esta es mi historia.

  

Mi vida pasada, una vida que odie y aborrecí por mucho, muchísimo tiempo, se forma de imágenes pasadas, de recuerdos imprecisos, de tontas añoranzas y de sueños infantiles. Las imágenes pasan frente a mí, borrosas, llenas de llanto y dolor, en intervalos sombríos e imprecisos, como la grabación de un burdo  video casero.

Lo único que puedo recordar, con suma precisión, es aquel sentimiento que nació y creció en mí sin reparo, sin un alto que frenara su incierta existencia, sin nada que le detuviera, sin nada que me recordara que el amar duele, que duele demasiado y que yo no había nacido para ello, que no hay que subestimar al dolor por pequeño e insignificante que éste  pudiera parecer y que yo era débil, mucho mas que lo otros.

Eso es lo único que recuerdo,  eso  es lo único de lo que me pude percatar a destiempo; quizá no de la forma que hubiese querido, pero que le tuve en cuenta desde ahí, en donde mi vida había tomado un sendero desconocido, inconscientemente, y también, tal vez, porque su mera existencia me resultara extraña, ajena  a mi y al futuro que me había planteado desde tiempo atrás. Lo demás no importa, no ahora que el final esta tan cerca, no ahora que la muerte cruza sigilosa en umbral de mi alcoba…

Era una tarde de verano, hacia calor, el sol comenzaba  a ocultarse tras las montañas lenta y apaciblemente, en un movimiento silencioso, callado, en un ritual tan viejo como la tierra misma.

El Otro Rostro de la Vida ➳ l.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora