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Subimos a su lujoso automóvil y salimos rumbo a San Marcos, pero mucho antes de llegar tomó la desviación a una ciudad que no se encontraba, demasiado, cerca que digamos, de Villa Florencia. No pregunte absolutamente nada, por que nada de lo que yo preguntase me era respondido, al menos no como yo quería.

De entre sus bolsillos tomo una pequeña memoria USB y la conecto al estéreo de su automóvil. De inmediato una melodía comenzó a reproducirse sin parar, alguna vez la había oído, pero ya no recordaba el nombre. Al parecer a Louis no le agradaba del todo por que de inmediato la cambio… una, dos, tres, cuatro pistas se salto hasta que llego a la desea; Ravenheart de Xandria

Tuvieron que transcurrir unas diez canciones hasta que llegamos a los linderos de la ciudad de Valle Escondido. Pasaban de las seis de tarde así que por doquier se miraba movimiento, los transeúntes caminaban por las aceras, presurosos, como un nido de hormigas alborotadas, por todos lados resonaban los claxon y el constante abejorreo de la gente; el bullicio era enorme: una gran urbe se abría paso ante nosotros.

Nos adentramos al centro de la ciudad, mientras el sol se ponía en el horizonte para dar paso a un inminente crepúsculo; hasta que llegamos  a un estacionamiento a unas cuantas cuadras de la plaza principal.

Nos detuvimos en el segundo piso. Listo  bajamos.

-¿Y?- murmure mirándolo recargado desde el automóvil.

-Ya te dije es sorpresa. Tú solo sígueme, que yo tengo controlada la situación.- dicho esto se encamino cuesta arriba. Le miré y sopesé la situación, después le seguí.

Cuando salimos del estacionamiento, las farolas de las aceras ya estaban encendidas. Caminamos unas cuadras, alejándonos del centro, rumbo al norte. Me sentía inquieto y dudoso, ¿pero que más podía hacer?, ya estaba ahí, algo que ya era más  que inevitable.

Anduvimos por un dédalo de calles y antes de que mi paciencia se acabara, no detuvimos en un negocio, iluminado con luces fluorescentes, de donde provenía música a todo lo que daba. En lo alto rezaba: Night Fever.

 

-¿Fiebre Nocturna?- traduje con cierto recelo.-

-Sí, es un antro.- respondió.

-Un antro…- repetí un poco decepcionado.

-Sí, pero no es un antro como cualquiera- corroboro,  señalando a mis espaldas. Detrás de mí una pareja caminaba tomados de la mano. Mire sorprendido.  La pareja no era como lo había pensado; eran dos hombres, detrás de ellos otra pareja igual y, un poco más lejos, una más pero ahora eran dos mujeres, altas, robustas. Un antro Gay.

Volví la vista a Louis, un tanto molesto, pero al encontrarme con sus ojos azules toda la molestia se esfumo al instante. Sonreía como un niño, al que se le ha descubierto en una de sus infantiles jugarretas.

-No, no y no- dije lo más firme que pude. Pero era inevitable en cualquier momento iba a flaquear. Me conocía de sobra y no dudaba que así lo iba hacer.

-Harry vamos, ya estamos aquí, no vinimos hasta Valle Escondido  para nada ¿verdad?- protesto como sólo él  lo sabe hacer, mirándome tiernamente, utilizando sus hechizantes y  aduladores encantos, conocedor de que eran irresistibles.

-No y no- repetí bajando la mirada, no debía convencerme. Pero el magnetismo que tenían sus ojos me hizo levantarla, para seguir la lucha.

-Harry, no seas tan apachurrado- murmuro como un niño.

El Otro Rostro de la Vida ➳ l.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora