XXIX

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Estaba tirado en mi cama sobre el mullido edredón; me hallaba en un estado intermedio, estaba dormido, pero mi cuerpo aún estaba alerta a lo que acontecía en las afueras listo para lo que viniera, así que en cuanto el timbre resonó por la casa me levante de un salto. Me desperece al instante y me previne para lo peor, o al menos a una parte de todo ello... por que indudablemente, si Louis había hecho su parte de plan, lo que venía después no era algo tan bueno...

Rápidamente miré mi móvil en busca de un indicio que me dijera qué es lo que estaba pasando, pero ni una llamada, ni un mensaje... nada....

En un instante, en la planta baja se escuchó como mamá abría la puerta y recibía a la inesperada visita... No paso mucho tiempo para que después me llamara a voz en cuello.

¡Harry!, ¡cariño!, ¡Harry!

Sin retrasar más ese momento me apresure a bajar, con el corazón acelerado a mil. Cada latido retumbaba en mis oídos como redobles de un tambor. Cuando llegue a la sala Anne sostenía una encorvada figura entre sus manos que sollozaba con una fuerza estruendosa que se sobreponía a cualquier sonido, como el gemido de algún animal herido, que a duras penas se sobrepone a ese dolor tan inmenso que abrasa su pecho, con fuerza.

Me detuve secamente bajo el marco de la puerta, mientras miraba paralizado la escena que se dibujaba ante mis ojos. Temblé de pies a cabeza sintiendo como el alma se me escapa del cuerpo e iba a parar a quien sabe diablos donde, para dejarme ahí, sin más a la imperiosa merced de mi suerte que sabía que no era tan buena como hubiese querido que fuera.

Cuando mamá se percato de mi presencia sus ojos tan parecidos a los míos se clavaron en mi rostro y escrutaron a profundidad mi alma y mi ser entero.

Solo tuvieron que pasar unos cuantos segundos para que la persona que yacía en los brazos de Anne se percatara de mi presencia, al hacerlo levanto el rostro, húmedo por el llanto que brotaba de sus ojos claros que denotaban una inmensa tristeza que sobrepasaba cualquiera que hubiese vivido en toda su vida. Al momento me quede congelado, más de lo que ya lo estaba.

-Catherine...- fue lo único que alcance a pronunciar pero mucho antes de que dijera algo más se arrojó a mis brazos y busco el poco calor que estos le podían dar, para después romperse a llorar de nueva cuenta con nuevos bríos.

-Me dejó... Harry, me dejó... Louis ... ya no me ama...- murmuró Catherine con la voz hecha un nudo en la garganta, con el dolor de la pérdida en cada una de las palabras que con un esfuerzo sobrehumano su boca lograba pronunciar- Harry, me muero, no puedo más... le he perdido para siempre... ama a alguien, a otra, otra mujer me lo robo...

"Lo perdí, lo perdí...Harry..."

Recargo su cabeza sobre mi pecho, cerca de mi corazón que ya latía a su ritmo. Mis manos indecisas a tocarla estaban a su lado sopesando cuan oportuno sería mi siguiente movimiento, pero antes de que se percatara de todo deje caer mis palmas sobre su delicada espalda, donde subían y bajan sin descanso, sintiendo como cada espasmo de dolor arremetía contra su frágil cuerpo de niña. Su dolor era mi dolor, tan inmenso que sentí un punzada en mi corazón y es que pese a todo aún la amaba más que nunca.

Anne me dirigió una mirada inquisidora tratando de descubrir lo que había pasado, pero todo ello estaba de más, y respondí su gesto con uno que decía que esto sólo era el principio del fin.

* * * * * * * * * * * * * * *

Tres semanas habían transcurrido después de que Louis dejó a Catherine, quien después de mucho había sobrevivido a tal largo y extenso calvario. Pero no por ello implicaba que lo estuviera olvidándolo a él o mejor aún el motivo por el que la había dejado sin la más mínima explicación de su proceder.

El Otro Rostro de la Vida ➳ l.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora