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El frío aire de aquella noche golpeo mi rostro con fuerza, mientras yacía recargado sobre el viejo barandal de aquel inutilizado puente peatonal; miraba sin realmente ver cómo, bajo mis pies, pasaban corriendo un par carros que después se perdían a unas cuantas curvas que conformaban aquel desierto tramo de la carretera. Desde hace mucho tiempo, cuando mi corazón se sentía abrumado, como ahora estaba, disfrutaba mirar desde lo alto como corrían los automóviles sobre el asfalto que no era más que una pequeña parte de aquel manto oscuro que cubría por doquier, así como del aire golpear mi rostro y mi cuerpo…

Llevaba poco más de un cuarto de hora ahí plantado, sin siquiera moverme un centímetro siquiera, esperando algo y alguien que deseaba que no llegara, nunca en la vida, pero de una manera totalmente inconciente sabía que mí suerte no era tan buena y favorable cómo yo lo deseaba, así que ya estaba listo para esperar lo peor… 

Sólo tuvieron que transcurrir unos cuantos minutos más, cuando de pronto oí como unos pasos se acercaban lentamente a mis espaldas. Intente controlarme, pero mi corazón se disparó a mil, sin el menor aviso, haciendo correr sangre por mis venas sin orden, ni concierto. Cómo pude guarde el aplomo y no me moví un ápice, siquiera deje que se acercara, que hablara, que dijera lo que tenía que decir y que se marchara que no hiciera más grande esta situación que se había salido de nuestras manos.  Y no me diera motivos para sentirme más culpable.

Pero las cosas no iban a ser tan sencillas como pude haberlo creído; por el rabillo de mi ojo, me percate de como Louis, se acercaba, cabizbajo, confundido, hasta que se coloco a unos cuantos centímetros de donde me encontraba, recargando su cuerpo sobre el barandal, mirándome con duda, con temor y un sin fin de sentimientos que ya no sabía que eran pero que estaban ahí y que no podía pasar por alto. Quería volverme hacia él y hablarle, confesarle lo que sentía, que lo amaba como jamás en la vida había amado a alguien, pero no pude, el miedo, la culpa y demás gobernaron mi cuerpo, me mantuvieron ahí adherido al frío barandal.

Tuvieron que transcurrir otra tanda de minutos para que al fin hablara. Y antes de que lo hiciera, suspiro profundamente, necesitaba armarse de valor, lo sabía, lo veía…

 -Se que mi llamada te desconcertó de sobremanera…- Inició, clavando su mirada a lo lejos, en la curva donde se perdía la carretera, a bajo un automóvil paso zumbando, después se perdió en las penumbras de la noche.- Pero realmente necesitaba saber que estas bien, que nada de lo que paso la otra noche pudo afectarte, necesitaba saber algo de  ti, lo que fuera. La duda me estaba matando y no tienes idea de cuanto.

 

¡Cómo podía decir eso!, ¡cómo podía creer que a mí el dolor no lo estaba haciendo!… Pensé muy en el fondo sin siquiera inmutarme, sin mostrar seña alguna de que me molestaban sus palabras…

-Puedo imaginar, como te sientes, cuan grande es la culpa que ahora cargas, Cathy es tu mejor amiga, lo he visto y ahora todo ha cambiado. No te imaginas cuanto me duele esta situación, no te imaginas cuanto siento que esto haya pasado, de haberlo permitido estaba en mis manos detenerlo a tiempo… ¡pero no lo hice!, Soy un imbécil el mayor de todos- casi gritó con una enorme frustración, con coraje, con un rabia que jamás en la vida había visto en una persona- En verdad lo siento tanto, me duele en el fondo del alma que esta situación este como está ahora… Soy el culpable, lo reconozco y por lo tanto te pido perdón - imploró, tranquilamente, pero con una tranquilidad simulada, falsa, que tanto el como yo sabíamos que no sentía para nada…   

Intente hablar consolarle, pero no pude, sinceramente no quise hacerlo, no debía, cualquier movimiento mal ejecutado traería mucho más malas consecuencia así que no debía hablar y permanecí así, quieto, sin amago alguno de hablar de excusarme, de librarlo de la culpa de la que ambos éramos coparticipes y no solamente él…

El Otro Rostro de la Vida ➳ l.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora