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San Marcos es un, muy conocido, pueblo turístico que se encuentra a unos 30 kilometros de Villa Florencia, el pueblo donde vivo, situado en el centro del país; una mágica combinación de un pueblo rural y un lugar de ensueño, famoso por sus cristalinas aguas termales,  por su sin fin de balnearios y su limpio río que corre cuesta abajo en los linderos del poblado, rodeado por frondosos árboles verdes.

Tanto con mamá, como con Cathy y sus padres había visitado el pueblo de San Marcos continuamente. Nuestro pequeño pueblo carecía de muchas cosas de las que este contaba. Era una costumbre visitar una pequeña plaza comercial con la que contaba, donde se congregaban muchas de nuestras distracciones: un pequeño cine con 4 escasas salas, tiendas enteras dedicadas al mundo de la música, pequeñas boutiques repletas de un sinfín de ropa,  departamentos de artículos deportivos, centros de revelado, negocios de videos juegos,  tiendas de las franquicias más conocidas de comida, tiendas de helados y demás; asistíamos continuamente para hacer compras, para Cathy o para mi,  entre otras cosas más. Nuestra escasa vida social transcurría en el centro de esa ciudad, el que ya conocíamos de pies a cabeza.  

Todo el camino de ida permanecía callado, serio, con la vista fija al frente, mirando de soslayo las enormes hectáreas de árboles desnudos por el otoño, que no eran más que una borrosa línea que corría sin orden a mis costados. No podía creer, en lo absoluto, el grado de mala suerte que tenía, en verdad que no la podía creer.

¿De qué forma podía olvidar a Louis si siempre estaba ahí cuando más ganas tenía de hacerlo, cuando había decidido, por mi propio bien, dejarlo a tras y darme una nueva oportunidad de poder ser feliz aunque fuera un corto tiempo y nada más?

De pronto, inconcientemente, a modo de respuesta, vinieron las palabras de alguien, a quien había decidido olvidar, hace mucho tiempo, como si aun lo tuviera aquí a mi lado, cerca de mí.

“Nada, absolutamente nada en esta vida, por absurdo e insignificante que sea, sucede por casualidad… todo esta encaminado a un solo fin, por malo o bueno que sea, por maravilloso o trágico que parezca.

 

La casualidad no existe

 

Las cosas suceden por algo, solo hay que esperar su efecto y nada más…”

 

-¿Pasa algo?- pregunto Louis sin despegar la vista de enfrente. Un tanto inquieto ante mi “absurda” actitud.

-No, nada. No te preocupes. Ya sabes: yo y mis tontas actitudes.- respondí, mirando que ya cruzábamos el laberinto de calles de San Marcos y que nos dirigíamos al estacionamiento de la plaza. El camino fue más largo que de costumbre.

No tardamos mucho en encontrar un buen lugar, a unos cuantos pasos de la entrada y ahí nos detuvimos.

-¿Sabes: hay veces que creo que te desagrado un poco, que te caigo mal o que no te agrado como amigo? Te noto extraño, incomodo, como si no te agradara estar conmigo.-dijo antes de bajar, recargando la cabeza en el asiento, mirando el aterciopelado techo del automóvil.

El Otro Rostro de la Vida ➳ l.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora