XXVIII

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Pasaba de la medía noche cuando nos adentramos al corazón de Villa Florencia después de un largo y tedioso viaje que por fin terminaba; ya nadie estaba despierto a esa hora, todas las casas se hallaban sumidas en un sueño profundo y abismal como la misma noche, perdidos cada uno de sus habitantes en sus propias fantasías de opio como la que yo estaba viviendo justo en ese momento que por una u otra cosa no creía del todo aún...; las aceras estaba solitarias sin un transeúnte que las transitara con pasos sigilosos, los prados desiertos con sus flores danzando de un lado a otro, mecidas por la cadencia del adagio y el cálido aire de la medianoche vagaba silenciosamente por doquier como un etéreo fantasma, hasta que se unía con la soledad reinante, para transformarse en una atmósfera de tranquilidad y paz que se sentía y se respiraba por doquier, como un exquisito y embriagador efluvio ...

Permanecí así quieto y mudo, mientras miraba pasar a mi lado metros y metros de construcciones sin orden ni concierto, hasta que Louis coloco su tibia mano sobre mi pierna para devolverme a la realidad.

Volví mi rostro al suyo, para encontrarme con esa benevolente sonrisa que tanto amaba y adoraba; respondí su gesto de ánimo con una falsa imitación de la suya y es que la sola idea de imaginar que en cuestión de minutos me encontraría con nada menos que con Anne después de mucho, muchísimo tiempo que no la veía, me provocaba un largo estremecimiento que me recorría de pies a cabeza y no por el miedo que me pudiese provocar al estar frente a ella, sino que ahora sí tendríamos una larga y extensa plática, plática que había postergado de todas las formas posibles y que ahora ya no podía evadir de ninguna manera si es que la había o existía siquiera.

Louis redujo la velocidad a unos cuantos metros de mi casa, y siguió el camino a vuelta de rueda. De lejos miré mi casa, era tal cual la recordaba, el tiempo en Villa Florencia parecía no haber pasado un instante siquiera, nada en ella había cambiado, al menos no físicamente.

Pase saliva con dificultad, imaginando lo que me esperaba. Sabía de ante mano que a estas altas horas de la noche Anne ya estaría acostada y dormida, algo que no sería impedimento para que al percatarse de mi llegada bajara y exigiera que aclaráramos todo aquello que teníamos pendiente. Lo que comprendía de alguna manera, pero no aceptaba del todo, y es ¿quién así lo iba hacer?

Louis se percató y lanzó una efímera carcajada que reverberó en el interior del auto, como una armoniosa melodía.

-¿Asustado?- inquirió tratando de ocultar una sonrisa en su bello rostro.

Volví mis ojos a los suyos:

-¿Lo parezco?- le respondí con una pregunta, mientras él meneaba la cabeza de una lado a otro, conteniendo las ganas de volver a reír en ese momento.

-No es por nada personal claro y te mentiría si te dijera que no, pero sí, un poco, nada de preocuparse- contestó y después detuvo el automóvil a unas cuantas casas de la mía.- No pasa nada Harry ... bueno sólo que Anne... esté hecha una furia por que no le hayas avisado de tu regreso y también molesta por la actitud infantil que tomaste cuando llegue a la casa en la playa; algo en lo que la apoyo indudablemente; ah y casi lo olvidaba el que yo haya tenido que intervenir para que al fin contestaras el teléfono y bueno los demás ya lo sabes... ¿no?- dijo con una rostro tranquilo, que denotaba que en cualquier momento se soltaría a reír.

Y sin decir nada solté un fuerte golpe de contra su pierna...

-¡Oye!- se quejo, para después llevar su mano, sobre su musculosa pierna.

-No ves que me muero de los nervios y tú sometiéndome a más presión- dije con un falso coraje- Así que sino estaba para arrepentirme ahora si lo hago.

-¡Que va! Harry, ya estamos de vuelta aquí y obvio que yo no lo permitiría. Quedamos en un trato que tú y yo debemos respetar, ¿no es así?- preguntó con una mirada inquisitiva que me doblego al instante.

El Otro Rostro de la Vida ➳ l.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora