Pese a que en momentos me costara creerlo ya había transcurrido un largo y casi interminable mes desde mí huida cobarde de Villa Florencia, en donde las cosas a diferencia de mi vida si parecían cambiar en demasía…
La casa en la playa como yo bien ya había bautizado aquel lugar de ensueño era… mágico un paraíso terrenal perdido en la tierra misma.
La casa que Anne había adquirido a un precio irrisorio era un pequeño refugio a la orilla del mar, a unos cuantos metros de distancia de la media luna que formaba la playa. La casa tenía dos habitaciones amuebladas, un minúsculo baño donde escasamente cabían dos personas, una cocina en miniatura que parecía de muñecas, una acogedora sala de estar desde donde podía admirarse el inmenso mar que se explayaba a tan solo unos metros y desde donde por las tardes la puesta del solo podía verse sin perder detalle alguno de aquel ritual que el astro rey realizaba cada tarde. Era un lugar donde la paz se sentía, se respiraba, se palpaba por doquier como si fuera parte de aquel lugar sin lo cual no pudiese existir; y pese a sentirme abrumado por cuanto pasaba en mi antiguo hogar, aquí encontraba ese sosiego que en ataño había implorado de todas las formas posibles y que sorprendentemente estaba al alcance de mi mano.
Todas las mañanas antes de que el sol saliera había implementado una nueva rutina con el afán de despejar mi mente así que caminaba por la orilla del mar mirando el escarceo del agua yendo y viniendo sin tregua alguna, mientras el piar de las aves que sobrevolaban mi cabeza se propagaba por doquier como música de fondo que armonizaba aquel bello paisaje que si ya de por sí era hermoso.
Las horas mirando aquella inmensa alberca de aguas diáfanas pasaban rápidamente mientras me perdía en mis profundas cavilaciones que no tenían principio ni fin, enmarañados pensamientos, anheladas ilusiones, sueños relegados y así sucesivamente hasta que volvía a la realidad de nueva cuenta, a flote… Por las noches miraba como la luna, petulante y altanera se reflejaba contra el agua, admirando su belleza nácar, su abombada figura que a cuanto loco enamorado había cautivado.
Había ciertas ocasiones que anhelaba quedarme de por vida aquí y jamás volver, perder en la maravillosa y esplendorosa belleza que aquel lugar tenía y que te cautivaba, pero otras tenía en cuenta que era algo inevitable, algo de lo que indudablemente no podía escapar aunque así lo quisiera y lo deseara…
La larga estancia en la que Anne estuvo aquí cuando adquirió este lugar, desde aquella vez del regreso de Zayn, la supo aprovechar de la mejor manera y ello se veía reflejado en el trabajo que llevaba a cabo Azucena, la muchacha que atendía la casa.
Azu, como yo bien la llamaba, era una joven que llevaba acabo las labores propias del hogar tres ocasiones a la semana, como era el aseo de las habitaciones, la preparación de alimentos, limpieza de la cocina y demás. Era una alegre y olvidadiza mujer que no paraba de hablar por más que se lo imploraras; a cada minuto alguna gracia u ocurrencia salía de su boca para alegrarme el día de las mejores maneras. Cuando ella se encontraba en casa prefería sentarme a platicar largas horas, mientras ella formulaba centenares y centenares de preguntas sobre mí, sobre Villa Florencia, sobre Anne y demás, inclusive de mi vida pasaba y es que pese a que no pudiese contarle a cabalidad el motivo de mi exilio en este lugar sabía interpretar muy bien cada uno de mis silencio con los cuales esquivaba las situaciones peliagudas, para luego suplirlos con palabras de aliento que me fortalecían de sobre manera y que me inyectaban un enorme fuerza que sentía correr por mis venas y que me daban impulso cada que mi mente y mi corazón me planteaba la posibilidad de que en cualquier momento debía regresar a mi hogar, a enfrentar la realidad, aquella realidad de la que hace mucho había huido como lo que era, un ruin y miserable cobarde…
ESTÁS LEYENDO
El Otro Rostro de la Vida ➳ l.s
RomanceEn la vida de Harry todo parece marchar viento en popa, sin imaginar que después de una ardua batalla contra sus propios sentimientos, se hallara entre la espada y la pared enfrentando por un lado una amistad pura y sincera y por el otro un loco fre...