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Conforme transcurría el día, la fiesta se fue transformando sutilmente en una tormentosa tortura que a duras penas podía soportar, en el peor de los calvarios jamás vividos. No supe de que manera llegue a convencer a Anne  de que nos sentáramos en una de las mesas más retiradas, del centro del lugar, pero al fin ahí estábamos lejos de todo mundo, mamá parecía molesta de no poder disfrutar el espectáculo por completo, pero como siempre, estaba a mí lado, hasta el final y es que alguna razón lógica debía haber tenido para haberlo decidido así.

Cathy sólo pasó por nuestra mesa dos ocasiones pero en ninguna estuvo mucho tiempo, la gente imploraba su presencia  a cada instante así que debía atenderlas de una u otra manera, lo que agradecí enormemente; en aquellos momentos,  lo que más necesitaba era pensar con la cabeza fría para planear una huida sutil, sin que se notara desplante alguno en mi salida de aquel lugar, pero ninguna idea coherente llego a mi cabeza, lo que realmente era frustrante, sumamente decepcionante, pero resignado lo acepte.

Por doquier había gente que conocía y me conocían, a muchas de ellas conocía escasamente por nombre pero cuando me dedicaban un educado saludo me limitaba a  extenderles el brazo y sonreírles fingidamente. Adam y Juliett, por su parte parecían felices de la vida con el regreso de su más grande tesoro y brindaban con todo el mundo por ello y Anne después de un largo rato se acostumbro al lugar donde estábamos, después de todo no estaba tan mal.

Louis al igual que yo estaba sentado a lo lejos, sumido en sus propios pensamientos que no eran mejores que los míos, eso a leguas se podía ver. Y es que sí, de alguna manera, el regreso de Zayn como el de Anne a nuestras vida habían venido complicar las cosas de sobremanera, el de Cathy era algo que de igual manera lo iba hacer y mucho más que los otros dos, no cabía duda.

El problema que aquí radicaba era que nunca desde que todo empezó nos lo habíamos planteado como una verdad a la cual teníamos que hacer frente tarde o temprano, nos habíamos limitado a vivir el momento y que el mundo siguiera rodando como siempre, como si nada pasara o como si a nadie lastimáramos, un error del que ahora nos arrepentíamos enormemente como nunca en la vida.

Nuestras miradas se habían cruzado unas cuantas ocasiones en lo que iba del día, pero ninguna de las dos era ya ni siquiera un mero asomo de lo que un día llegaron a ser, en ellas la culpa y el remordimiento que a cada uno le torturaba sin piedad estaban ahí gravados, al rojo vivo, como un merecido castigo por nuestra negligente actitud, algo que ya no estaba en nuestras manos controlar, aunque así lo quisiéramos y deseáramos, ya no lo estaba… nos dimos cuenta demasiado tarde, para remediar las cosas.

Después de mirar que sería demasiado complicado formular una salida repentina sin levar sospecha alguna, trate de sobrellevar las cosas, pero hubo un punto en el que mi paciencia y mi escasa fuerza que aun conservaba se agoto y me hizo botar todo al diablo. Me levante de la mesa con una furia contenida que no trate de disimular, arroje la servilleta contra la mesa, mientras Anne, me miraba con el rostro, inexpresivo de cómo me alejaba de aquel lugar, mejor dicho de cómo huía cobardemente de aquel lugar, hasta que dejó de verme.

Cruce el jardín, con pasos presurosos, lo último que necesitaba en esos momentos es que alguien me detuviera y se pusiera entablar conmigo alguna absurda conversación que no llevaría a ningún lado, así que sin darles el más mínimo tiempo me perdí entre el gentío que caminaba de un lado a otro, hasta que llegue a un pasillo que estaba a un costado de la casa y que lleva a un pequeña terraza al otro lado del jardín.

El Otro Rostro de la Vida ➳ l.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora