Ayuda

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Sin que él se de cuenta, salgo de esta tétrica habitación.

—Si notas algo extraño házmelo saber, por favor —le digo a uno de los chicos que se encuentra cuidando a Richard. El hombre sólo asiente.

—Gracias chicos —les digo a los dos y Chris se encuentra esperándome. Camino y él sigue mis pasos.

—¿Cómo has hecho eso? —dice sorprendido.

—¿Hacer que? —me detengo en medio del pasillo para sostener una conversación un poco normal.

—Lo tranquilizaste, no hizo falta poner un calmante o anestesiarlo —está incluso más sorprendido que yo.

—Sólo pasó, yo también no estoy segura de que ocurrió pero espero que sea algo para ayudarlo.

—Lo tenías en la palma de tu mano. Eso fue increíble.

—Chris. Te pido que me ayudes con él. Sé que sonará raro pero no tiene esquizofrenia. Tú viste como hablaba, sin complicación alguna. Me veía directo a mis ojos, estaba concentrado en mí. No sé que tiene pero eso no es esquizofrenia.

—¿De qué hablas? —pregunta extrañado—. Ha estado internado por años por la enfermedad y ahora me dices que no es esquizofrenia.

—Es una locura, lo sé. No puedo descifrarlo aún pero tú te darás cuenta. No es esquizofrenia.

—Christoph —la voz de Beatriz en el pasillo nos interrumpe—. Necesito hablar contigo en mi oficina, ahora. Gwen, no te pago por hablar con Chris.

La señora se retira. Schneider se despide de mí con una sonrisa y se va. Yo vuelvo a mi consultorio, mi día continúa normal.

Mi cabeza no deja de tener presente a Oliver Riedel y Paul Landers. En unos días estarán afuera de este lugar. Christoph está de acuerdo con eso y Beatriz ya lo sabe. Justamente hoy se enteró de eso. Mónica es otra candidata. Necesito ver su avance sólo por una semana más. Para mí, no hay nada más que valga la pena como verlos afuera.

El día transcurre hasta que es la hora normal de salida, sin embargo aún tengo trabajo por hacer. Iré a hablar con el que se convertirá en el último paciente del día.

—Richard —digo viendo que está sobre la cama en posición fetal, su espalda está contra la pared y parece estar en otro mundo o pensando en algo muy importante.

Él me observa y sonríe, de pronto echa un vistazo a su alrededor.

—No lo pude lograr —la profundidad de su voz me enloquece— ¿te quedarás un poco más?

Yo sólo asiento.

—¿Puedo sentarme? —pregunto sin dejar de verlo, él también me observa. Su comportamiento me asombra.

Él me contesta con un movimiento de cabeza y yo me siento.

—¿Gwen?

—Dime.

—¿Cuántos años tienes? —esto es lo raro que encuentro en él.

La esquizofrenia hace que pierdas el contacto con la realidad. Él se muestra interesado por conocer sobre mí, por tener contacto conmigo, como cualquier otra persona "normal" lo haría.

El Nuevo Mundo // Richard Z. KruspeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora