Mentiras

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—¿Cuál era su nombre? —pregunta Gwen ante la gran preocupación que Richard le ha manifestado por no lograr recordar a su novia, aquella que murió.

—Sophie, aunque me confesó que no le gustaba —él sonríe. Recuerda su nombre pero ese rostro sigue siendo difuso—. Creo que siempre hay algo que queremos cambiar de nosotros. Jamás estamos conformes con lo que tenemos.

Gwen observa a Richard con cuidado. Están en el gran patio para actividades recreativas, pero se encuentran sentados en unos pequeños asientos que simulan ser las gradas para la cancha de básquetbol, que está perdiendo la pintura.

—Supongo que si. Somos humanos, jamás podrás darle gusto a uno, ni siquiera a ti mismo —el chico sonríe pero ella aún puede sentir que él se esfuerza por recordarla—. Su rostro aún no aparece en tu memoria. Eso es muy normal, Richard. Has tenido que lidiar con tantas personas, tantos rostros, tantas voces. No te sientas presionado, ella existió, lo sé por tu madre, quizá sólo te hace falta volver a ver una fotografía de ella. Conseguiré alguna —con esto Richard se relaja aún más. Analiza el rostro de Gwen, es preciosa, pero sabe que su ex novia era hermosa, no se compara nadie con ella, aunque no recuerda su rostro. Entiende que eso no es importante, no para él porque Sophie es más que una cara bonita.

El viento ruge con furia. Este hace volar el corto cabello de Gwen en todas direcciones. Richard lo encuentra gracioso y sonríe, igual que la mujer. En ese instante Kruspe nota algo. Los dedos de Gwen acomodan ese cabello de nuevo, sin embargo no tienen un anillo de compromiso. Ellos mentían, ella no se casará. Zven se relaja aún más, siente una paz mayor porque esa preocupación que le oprimía el pecho ha desaparecido.

—Richard ¿qué opinas de volver a ver a tus padres? —algo se activa en ese chico. Se pone de pie enseguida, parándose frente a Gwen.

—No estoy listo —siente un gran temor—la última vez que los vi todo se salió de control. Gwen, ellos, como tu novio, ocultan algo, me hacen daño. Ni siquiera sé si tú serás capaz de lograr detenerlos.

La chica se alarma de nuevo, sujeta a Richard por los hombros y vuelve a hacer que este se siente. Una vez ahí, ella vuelve a sentarse y lo observa a los ojos.

—Richard, sólo quiero que encuentres una razón para luchar, para salir de aquí. Jamás te obligaría a hacer algo que no quieres ¿me entiendes? Y si decides no verlos, está bien. Pero considero que te ayudará. ¿Acaso no los extrañas?

El chico parece divagar. No sabe que hacer, pensar o decir, y los hermosos ojos dilatados de Gwen no le ayudan a aclarar su mente.

—Los extraño, claro que sí pero no quiero hacerles daño, no quiero que sus entes me atormenten de nuevo. Eran unas cosas horribles —ahora Richard regresa a observar esos poderosos ojos, buscando y rogando un poco de comprensión—. Sé que ocultan algo, como tu ente, los de ellos no podían hablar. Hay algo que quieren decir pero se niegan a hacerlo.

Gwen asiente triste, viendo al suelo. No obligará a Richard a hacer algo, pero pensó que su plan funcionaría. Esta reacción fue suficiente para el chico. Ella lo entiende, lo respeta, realmente quiere ayudarlo. ¿Qué tanto podría salir mal?

—Gwen, yo quiero ver a mis padres, pero quiero que estés conmigo, para evitar que suceda algo malo. ¿Podrías?

La chica vuelve a observar a Richard y asiente feliz.

—Estaré ahí, cuando me pidas que me vaya lo haré. Cuenta con eso, y prepárate porque vendrán esta semana.

Ese chico sonríe. Le emociona ver a sus padres después de tantos años, así como también le emocionó cuando Gwen llegó para quitar la camisa de fuerza que sus guardias de seguridad le pusieron, y la alegría que sintió cuando la chica le dijo que la sesión sería afuera. Él estaba más que relajado y emocionado.

El Nuevo Mundo // Richard Z. KruspeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora