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—Debiste informarme —dice Beatriz molesta.

—Es urgente Beatriz, la estabilidad mental de estas personas peligra. Yo no puedo sola, es una persona muy importante dentro del ámbito de salud mental. Debes creerme.

—Si no puedes sola no sé que haces cobrando un estúpido sueldo que alguien realmente capaz puede cobrar.

Gwen no acaba de creer lo que le ha dicho. Antes de que pueda responder, alguien toca la puerta. Beatriz se levanta de su asiento y va a abrirla.

—¡Doctor Besson! Es un gusto que se encuentre aquí, por favor pase.

Gwen sonríe, al ver la expresión de la señora.

—Puedes retirarte Horkheimer, déjanos solos.

—Oh no, no, Beatriz —él se para frente a la chica, la abraza, besa sus mejillas y suelta una risita—. No ha pasado tanto y mírate, toda una gran psicóloga, en un lugar donde no paras de analizar.

La chica sonríe, saludándolo.

—¿Se conocen? —dice Beatriz.

—Claro —contesta Gwen con una sonrisita de victoria—, él fue mi profesor, la persona que me ayudará con la investigación.

Beatriz no puede decir nada más, ni siquiera oponerse. El doctor Besson ha hecho donaciones al instituto cuando este entra en crisis económica.

Después de despedirse cortésmente, los dos salen de la oficina, dispuestos a trabajar con los pacientes que recientemente tuvieron esas alucinaciones. Beatriz está aterrada, desconoce la razón por la que ese hombre está ahí. Sabía que era una mala idea dejar que Gwen permaneciera tanto tiempo trabajando ahí. Ahora debe hacer algo para evitar que ellos descubran lo que ella y Schneider hacen.

Después de analizar y cuestionar a 3 de los pacientes afectados el día anterior, cuando se quedan solos Besson habla.

—Esto no es una alucinación, Gwen. Hay algo malo pasando aquí, esas violaciones son reales, todos hablan de la misma persona, aquí no hay alucinaciones.

—¿Qué debemos hacer? —pregunta Gwen, esperaba que ese hombre sostuviera la teoría de que eso se trataba de una alucinación—podría ser cualquiera, el velador de la noche, otro paciente.

—A no ser que el velador haga un pésimo trabajo, se trata de un paciente. Ahora debemos ser discretos, hablar con el velador, conocer sus horarios, su jornada laboral. Estamos jodidos si el responsable de esto se entera de que sospechamos.

—Buen día —dice Christoph entrando a la habitación—. Soy el psiquiatra, Christoph Schneider, trabajo aquí. No sabía que teníamos ayuda extra —dice sonriendo a Gwen.

—Sólo realizamos una evaluación general —dice Gwen nerviosa, no confía en Christoph ya—. Pero sobre todo está aquí para ayudarme con el caso de Richard Kruspe, tratamos de analizarlo.

El doctor Besson no entiende porque Gwen no le ha dicho algo a Christoph si es el psiquiatra, pero ahora no están para fiarse de las personas, de nadie.

—Efectivamente —el hombre se levanta para estrechar la mano de Schneider—, soy Friedrich Besson, y justo ahora vamos a tener la sesión con Richard.

Gwen se levanta.

—Nos vemos después Christoph.

Los dos salen con dirección a la habitación de Kruspe, sin decir algo mientras Schneider los sigue con la mirada por ese pasillo gris, hasta que desaparecen. Al estar dentro, Richard termina de ducharse, por lo que recién se pone la playera.

—Uy, lo sentimos Richard —dice ella tratando de guardar pudor, tapándose los ojos, cuando en realidad ya ha visto al chico totalmente desnudo.

—Está bien —dice soltando una risita, él no recuerda aquella vez que su toalla resbaló de su cadera, mostrando su desnudez a Gwen porque estaba drogado, así que esto lo encuentra divertido—. ¿Quién es tu amigo?

—¿Cuál es su enfermedad? —pregunta el doctor interesado—. ¿Bipolaridad y por eso necesita guardias?

—Esquizofrenia —responde Gwen.

Los dos hombres se saludan. El doctor comienza a interrogar a Richard, no entiende porque está en el instituto si su esquizofrenia parece estar controlada, mejor que a nadie que haya visto, parece que ni siquiera la tiene.

El doctor se marcha, dando instrucciones a Gwen de lo que debe hacer, y pidiendo a Beatriz el horario de el o los veladores de la noche, así como sus números. Ella no tiene escapatoria, se los da mientras siente que muere lentamente, ¿qué se supone que debe hacer? Schneider también sospecha sobre las intensiones de Gwen.

—¿Has ido con un profesional? No me gusta ver tu ánimo decaído y triste —dice Richard preocupado, en cuanto la chica vuelve a entrar a la habitación, ella se sienta a su lado, en la cama mientras él ve televisión.

—Lo siento, he estado trabajando en tu caso, planeando donde comenzaré a vivir y todas esas cosas. Ahora sólo quiero hablar de lo más importante, indagar de nuevo en todo lo que ya me has dicho —Richard se levanta para apagar el televisor y enseguida regresa para sentarse frente a ella—. ¿Qué hace mi ente?

Richard desvía su mirada de los ojos de Gwen, buscando la figura de aquella mujer.

—Claramente ella no puede comunicarse conmigo, debes decir algo que jamás has dicho para poder hacer que hable. Sólo hablamos de eso una vez, ¿con quién te arrepientes de no haber sido sincera?

—Es que yo no lo recuerdo Richard. El pasado es algo en lo que trato de no pensar, al menos no las cosas feas, porque aún duelen muchas. Yo ahora tengo demasiadas cosas en la cabeza, pero por un momento tengo claro que es lo que hace falta para salir de todo esto. ¿Estarías dispuesto a visitar la lápida de Sophie si yo así lo pidiera?

Richard duda. Todo el tiempo ha intentado buscar a Sophie dentro de su cabeza, escapando de la persona real que algún día fue. Ahora no le encuentra sentido a tratar de recordarla, aún le duele pero se ha enamorado de Gwen, tanto como alguna vez lo estuvo de su exnovia.

—No sé si podré hacerlo, cariño. Ir a un panteón donde una infinidad de cosas existen, no sé si serás lo suficientemente fuerte para lograr protegerme de todos, yo necesito tiempo. Si lo consideras necesario, yo debo prepararme.

La chica da un beso en la mejilla a Richard, él se sonroja y la abraza.

Los días pasan. Beatriz y Christoph saben que necesitan armar un plan antes de que puedan atraparlos, se encuentran en problemas de los que necesitan liberarse, la señora tenía un as bajo la manga. Aquel día no pasó el número de celular correcto del velador. El profesor no ha logrado conectarse con ese hombre, por lo que sospecha brutalmente de él. Su falta de tiempo ha hecho imposible que pueda contactar con Gwen para pedirle que pida ayuda a Beatriz, le explique lo que está pasando y arrestar a ese hombre.

Llega el domingo, Gwen, August y Georgina se encuentran en el gran panteón. Maura dijo no recordar la sección en que la chica había sido sepultada, Richard no lo recordaba tampoco, así que entre los tres tienen planeado buscar la tumba de Sophie Beltz. Se dividen y comienzan a inspeccionar. Gwen espera encontrar algo.

El Nuevo Mundo // Richard Z. KruspeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora