Lazos

275 33 21
                                    

De pronto todo se vuelve tan claro. El cuerpo frente a mí, que me impide moverme tiene ese rostro que veo cada vez que despierto. Sus ojos azules están dilatados, parecen penetrarme el alma.

Lleva una de sus manos para quitar mis audífonos. Mi respiración comienza a ser estable. Vuelve a poner mis manos contra la pared, y mantiene una sonrisa, como un depredador que logró cazar a su presa.

—Si este no fuera yo, estarías en problemas —dice su voz grave y profunda.

Yo pongo mi rodilla en su entrepierna.

—Y si este no fueras tú, ahora mismo estarías en el suelo con un horrible dolor en la entrepierna mientras me da tiempo para escapar.

Él sonríe. Cuando retiro mi rodilla él junta su cuerpo al mío.

—Pero si no soy sólo yo —dice de nuevo— y si afuera hay más chicos ¿qué harías?

—Ser linda con ellos —digo mientras observó sus labios y trato de acercarme más, él comienza a relajarse. Lo sé porque sus facciones comienzan a ser como cuando duerme— hasta que me dejen libre.

—¿Ah si? —dice tratando de acercase más a mí— demuéstrame que tan linda serías.

No puedo evitar observar que él se inclina un poco para llegar a mí y también que sólo pasa de observar mis ojos para ver mi boca. Su sonrisa se borra porque ahora sus labios comienzan a abrirse un poco.
Él cierra sus ojos y se acerca lo suficiente para comenzar a besarme. Yo continuó el beso desesperado y hambriento. Pronto él suelta mis manos y sujeta mi cintura tratando de unirme más con su cuerpo pero resulta imposible. Mis manos sujetan sus brazos. Él abandona mis labios y baja por mi cuello y comienza a besarlo. Al sentirlo, sostengo con mayor fuerza sus grandes brazos, mis ojos se encuentran cerrados y mis labios entreabiertos. De pronto comienzo a emitir pequeños gemidos.

—Till

—¿Si? —dice separándose ligeramente sólo un momento y después vuelve a besar mi cuello.

Quito mis manos de sus brazos y tomó su rostro haciendo que se detenga y me observe a los ojos.

—¿Vamos a comer? —digo viendo el desánimo que esto causa en él— tengo hambre, pero ¿qué tal más tarde?

Él sonríe.

—Está bien. Vamos.

Suelta mi cintura pero antes de que camine me acerco a él de nuevo y besó sus labios, continúa y así estamos saboreándonos. Cuando el aire se agota decidimos separarnos y vamos a comer.

—¿Quieres saber cómo estuvo mi día? —pregunto después de unos minutos en silencio. Él sonríe.

—¿Qué tal te fue? —dice antes de tomar un trozo de pollo rostizado y comenzar a comerlo.

—Realmente bien, patecen mejorar mucho los pacientes. Todo va mejorando. Aunque ese lugar se siente extraño.

Él se encuentra frente a mí, en la mesa para 4 personas.

—Tal vez porque es una hospital mental —dice soltando una risita comenzando a masticar un trozo de carne.

—Hablo enserio. Es extraño ese lugar.

—¿El lugar o las personas?

—El lugar y algunas personas pero es mi trabajo y a pesar de ser extraño lo adoro. Y a ti ¿qué el trabajo? Abogado Lindemann

Él sonríe aún más.

—Perfecto ¿Recuerdas el caso en el que una señora acusó al padrastro de su hija de abuso sexual en contra de la niña? Estamos muy cerca de que lo declaren culpable.

El Nuevo Mundo // Richard Z. KruspeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora