Sensaciones

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Cuando Richard y Gwen regresan a la institución, Beatriz se ha ido ya, las seis de la tarde sobrepasaba su horario de trabajo. Los dos no se sorprenden cuando ven a los padres del chico, fuera. Ni siquiera su ánimo decaído puede borrar la sonrisa que ahora tienen por ver a esos señores.

—¿Qué tal la pasaron chicos? —habla Maura sonriente, saludándolos con un abrazo y beso, a ambos.

—Muy bien mamá. No sabría como agradecer tanto. Volver a ser libre es hermoso, espero que esto se vuelva a repetir.

—Ya verás que si hijo —contesta amorosa.

El señor Kruspe comienza a hablar con Richard en voz baja mientras entran al recinto.

—Gwen, querida —Maura ha tomado un gran cariño por esa chica—. ¿Recuerdas lo que hablamos la última vez?

La madre susurra para que su hijo no pueda escucharla.

—Claro que lo recuerdo, espero conseguir información útil. No estoy muy segura de si funcionará, porque incluso a mí me suena a locura, pero quizá sirva.

—Espero que si hija, entonces mañana, cuando tu turno termine, estará esperando por ti nuestro chófer. En verdad jamás voy a poder agradecer todo lo que haces por nosotros.

—Sabe que no es necesario agradecer señora Kruspe.

Ambas se sonríen.

—Ella me gusta papá, pero ve su mano. Está comprometida.

—Es una chica encantadora Richard. Pero de cualquier forma, si ella estuviera soltera no podrían tener una relación. Eres su paciente, no creo que la señorita Gwen no respete su ética de trabajo.

—Las normas son estúpidas cuando se interponen entre los sentimientos.

Los padres del chico están a nada de entrar a su habitación, por primera vez. Al hacerlo su impresión es notable. Maura lleva sus manos para cubrir su rostro.

—¡Por Dios! ¿Cómo alguien puede vivir aquí? —dice aterrada mientras el señor Richard examina la habitación, consternado.

—He hablado muchas veces con Beatriz —menciona la chica, apenada— ella no escucha. Dice que no existen fondos suficientes, que esta institución a penas puede dar de comer a los pacientes. He estado pidiendo ayuda gubernamental pero todos se rehúsan.

—¿Por qué no lo habías hablado con nosotros, Gwen? —Maura la observa triste.

—Porque yo se lo pedí madre —menciona Richard, poniéndose a un lado de Gwen, frente a sus padres quienes lo observan tristes—. Sé como son ustedes, no quiero que me lleven lejos. Por primera vez siento que puedo salir con su ayuda. Si ella se los decía ustedes querrían trasladarme a otro lugar y jamás volvería a verla.

Maura limpia sus lágrimas. Gwen se siente apenada, sabe que debió decirlo, pero no iba a traicionar la confianza de Richard, por ningún motivo.

—Necesitamos pensar qué vamos a hacer Richard. Pero no puedes seguir quedándote aquí.

—Mamá —Richard se acerca a ella, con ojos suplicando—, si realmente me amas, no me sacarás de aquí. —Maura da un beso en la frente a su hijo.

—Te amo, siempre haré lo mejor para ti. Sólo necesito meditar que es lo mejor.

Y después de despedirse, salen de ahí.

—No quiero que me alejen de ti —Richard está desesperado. Camina hasta sentarse en la cama, ella va detrás de él.

—¡Hey! Lo peor que podemos hacer es ser pesimistas. Ellos elegirán lo mejor, te aman.

El Nuevo Mundo // Richard Z. KruspeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora