Primavera desangrada

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Richard está más que nervioso, torpemente comienza a deslizar sus manos dentro de esa playera, mientras el beso lo hace desear más de lo que está pasando. Gwen no quiere perder el tiempo, ella comienza a deshacerse de la ropa de Richard, aunque su brazo inmovilizado se lo impide, pero esto no la detiene. Cuando él descubre como aquella mano intenta quitar su delgada playera, el chico lo hace por su cuenta.

El beso se ve interrumpido por esta acción. Ella lo observa, lo encuentra adorable, tan sonrojado y con el torso desnudo.

—Creo que lo mejor va a ser que conserve la playera, nos llevará mucho quitarla por mi brazo.

Susurra ella sobre aquellos labios lubricados, el chico sólo asiente. Gwen lo besa ligeramente para enseguida empujar su pecho, haciendo que él se recueste. Richard no puede creer que todas esas sensaciones reprimidas sean tan agradables y mágicas. La chica comienza a tocar esa erección, presionándola y acariciándola por arriba de ese cómodo pantalón. Él cierra sus ojos mientras sujeta con fuerza las sábanas.

En esa habitación faltan palabras para describir lo que ambos están sintiendo, pero la sensación que Richard tiene está por encima de lo que ella siente. Esa es su primera vez, alguien más está haciendo lo que él ha hecho algunas veces que puede concentrarse para autosatisfacerse. Pero ahora parece que el mundo se ha detenido sólo para ser testigo de ese acto.

Gwen lo ve claro, Reesch comienza a sudar, sus ojos están cerrados con fuerza y su mandíbula se encuentra muy tensa para evitar que esos sonidos de placer escapen de él y lleguen a los oídos de los guardias, fuera de la habitación.

La chica se levanta, ante esto Kruspe abre los ojos, ve que ella intenta deshacerse de su pantalón y su bóxer. Él se sienta en la cama, y decide ayudarla. Su miembro hinchado es revelado ante Gwen, siendo acariciado por esa mirada encendida y esos ojos dilatados. Ahí se muestra firme e imponente, tratando de tocar el cielo por lo recto que se encuentra. Ella ya lo había visto aquella vez del pequeño incidente que él no recuerda, pero ese día su miembro no estaba ansioso por entrar en ella.

Richard entonces sujeta a Gwen por las caderas, acercándolo a él, levanta la playera hasta que llega por abajo del sujetador de la chica mientras esta se mantiene de pie. Zven comienza a besar ese abdomen desnudo, intentando inhalar toda la fragancia de ese cuerpo femenino. Deja besos húmedos y lentos en él, a los cuales ella responde con pequeños gemidos ahogados mientras su piel se eriza y su feminidad se humedece para recibir a Richard. Mientras él deja su humedad, decide comenzar a bajar esos jeans ajustados que la chica usa.
Gwen encuentra el momento perfecto para quitar sus zapatos, permitiendo que sus prendas salgan de ella totalmente. El chico baja también esas bragas rosas, ahora sólo analiza el cuerpo de la chica mientras sus manos se deslizan por él. Su piel es suave, sucumbe ante sus manos frías. La chica deja que Kruspe explore su cuerpo mientras cierra los ojos y deja a su cuerpo sentir, como si tuviera horas libres para hacer eso.

De la nada siente cuando Richard se pone de pie, sintiendo la respiración del chico. Abre los ojos, él está completamente desnudo. De nuevo la besa lento, sujetándola por la cintura de una forma fuerte y autoritaria, muy al contrario de la forma en que sus labios acarician los de ella.

Gwen puede sentir el miembro de Richard, en la parte baja de su abdomen, sonríe en medio del beso, hace que él también sonría. Enseguida Kruspe la recuesta en la cama, cuidando siempre de su brazo inmovilizado y su torso, por las costillas que deben sanar.

Vuelve a besarla, sin embargo también prepara su miembro, sin más que esperar busca la húmeda entrada de la chica, haciéndola gemir en el acto, cuando la localiza, se desliza dentro de esa estrecha cavidad.

Este momento de su vida lo hace sentir pleno, piensa que está en el paraíso, de frente con Dios, ya que en el mundo mortal nada puede ser tan bueno. Siente que ha llegado al paraíso de lo divino, hasta que el leve gemido de la chica lo trae a la realidad. Se topa con esos ojos verdes observándolo, esperando los siguientes movimientos. Él sonríe, se apoya con sus brazos en la cama, se acerca para besar a la chica y comienza el movimiento de su pelvis, de atrás hacia adelante. El beso se ve interrumpido por las respiraciones agitadas, sin embargo, acelera las embestidas. Ambos se abstienen de gemir, limitándose a abrir sus bocas, mezclar sus alientos y tensar sus expresiones que denotan placer, pasión, lujuria y satisfacción.

Richard la observa, ve las estrellas a plena luz del día. Al sentir el cuerpo de la chica debajo de él, moviéndose por el placer, y las uñas de su mano arañando su espalda, sabe que podría estar el resto de su vida dentro de esas cuatro paredes, siempre y cuando Gwen esté a su lado.

Aquella sensación de explosión invade sus entrañas, el leve cosquilleo se hace presente indicando que ha llegado al punto máximo, la culminación del acto.

Sabe que ella lo disfruta, se lo indican sus expresiones y los leves gemidos que ella ahoga apretando sus labios. Entonces sale de ella y se pone de pie. Gwen se sienta en el borde de la cama, y con su mano trata de darle fin al placer que ha causado y del que ha sido cómplice.

Sus ojos se cierran con fuerza cuando sus piernas tiemblan, dando paso a esa expulsión de líquido que logra derramarse en la mano de la chica y en el suelo. Cuando ya no queda nada más que dar, él vuelve a recostarse sobre la chica para besarla. Al terminar se observan a los ojos, se sonríen y se deja caer sobre el pecho de ella, para escuchar los latidos tomando estabilidad. La mano de Gwen comienza a acariciar ese negro cabello.

—Debo irme Reesch, he perdido la primera sesión del día.

Richard no se levanta, sube su mirada, se mueve un poco para hundir su rostro en el cuello de la chica y aspirar su fragancia natural.

—No tienes idea de la envidia que tienen las flores de ti, desearían tener tu olor para ser perfectas.

La chica sonríe para enseguida dar un beso en la nariz de Richard.

El Nuevo Mundo // Richard Z. KruspeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora