Tercer día.

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Me despertó Ángela a las ocho y media porque a mí se me había olvidado poner el despertador. La clase era a las nueve, así que según salí de la cama me metí en unos vaqueros y me puse un jersey de manga larga. Hoy el cielo estaba gris y había bajado la temperatura, comenzaba a llegar el otoño. Ayer estaba tan distraída que no preparé los apuntes para las clases ni puse la alarma para levantarme, a lo único a lo que me dediqué fue a buscar información en Google sobre Matteo. Según le dí a la tecla de buscar mi pantalla fue bombardeada por todo un repertorio de revistas del corazón. Indagué en todas las páginas y básicamente decían lo mismo: “El soltero cotizado de la temporada”, “Se le ha visto con una actriz conocida del panorama italiano”, “Lesionado durante un partido acude a sesiones de rehabilitación”.

Me interesé por aquella actriz que se llamaba Laura Faticelli y que ahora mismo contaría con unos 28 años, qué curioso, era mayor que Matteo, pero esa relación era de hacía unos tres años, parece ser que rompieron en 2009 porque ella le dejó por otro.

Desde entonces Venanzi salía con una chica diferente cada noche, o al menos eso era lo que decían todos los cotilleos. Me pregunté a mí misma si Matteo era así de pendón para olvidar a Faticelli o por que realmente era un casanova. En cualquier caso lo más recomendable era alejarse de él  ya que corría el riesgo de ser carnaza para la prensa rosa.

Salí corriendo de mi habitación y literalmente volé hacia el Parking. De camino vi el Lamborghini amarillo de Venanzi, aparcado en el mismo lugar donde lo dejé anoche. Al verlo se me hizo un nudo en el estómago, me parecía extraño que aún no hubiera venido a buscarlo. ¿Y si me había denunciado? Eso sería terrible, mi padre quedaría en evidencia por el desastroso comportamiento de su hija-ladrona de coches y seguramente me expulsarían de la universidad y tendría que volver a Suiza. Me aferré a la idea de que Matteo se lo hubiese tomado como una simple broma o venganza por lo de los apuntes.

Aparqué el Mini un poco lejos de las aulas porque ya era tarde y la mayoría de plazas del Campus estaban ocupadas.

Cuando llegué a mi aula encontré a Marianna y a Lidia ojeando una revista, parecían contentas. Dejé mi bolso y mi carpeta en uno de los pupitres y después fui a ver qué tramaban.

-       Hola chicas. ¿Qué hacéis? – traté de asomar mi cabeza por encima de sus hombros para ver qué estaban leyendo.

-       ¡Inés! ¡Queremos todos los detalles! – me dijeron al unísono. Me quedé bloqueada, ¿los detalles de qué? ¿del paseo en coche? ¿de la discusión? ¿de los apuntes?

-       No te hagas la inocente, todas nos lo creímos, ¿recuerdas? “No, no sé quien está ahí dentro” – dijo Marianna imitándome, aunque en un tono agradable. No estaban enfadadas, sino confundidas. – entendemos que quieras proteger tu intimidad, pero como nuestra compañera y futura amiga que eres ¡tienes que contarnos estas cosas!

-       ¿Hola? ¿qué cosas? – definitivamente, no sabía de lo que me estaban hablando. ¿Intimidad? ¿Yo?

No me explicaron nada, directamente pusieron la revista que estaban leyendo en mis manos y me señalaron la foto que estaba en la primera página. La vi, la miré, la inspeccioné y entonces me di cuenta. El coche de la foto era mi Mini rojo, encima del capó estaba yo misma sentada y detrás… Detrás estaba él, abrazándome. Oh, mierda, ¿por qué de toda la discusión tuvieron que fotografiar ese preciso instante? Me empecé a marear, y comenzaron a entrarme unas náuseas terribles. Me apoyé en una de las mesas del aula. Mientras, las chicas me miraban preocupadas, no comprendían mi reacción, pensaban que me lo esperaba, que sería normal.

Como pude, hice la pregunta que más me atormentaba en aquel momento.

-       ¿Quién más lo ha visto? – como mi padre se entere de esto…

Fuera de juego © Cristina González 2012//También disponible en Amazon.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora