Yo también lo siento, Marianna.
Aquí, encima de la acera, delante del portal, estaba sentado Alejandro contemplando con resignación la pantalla de su teléfono móvil. ¿Qué iba a hacer? ¿Qué iba a decirla? Ella tenía razón.
Tal vez Alex, inconscientemente, se había esforzado para que Marianna se hartara de él y le mandara a paseo. Tal vez, como él no se veía capaz de dejarla, había dejado que las cosas se estropearan por sí solas para que Marianna abriera los ojos.
Claro que, no se esperaba que fuese a dejarlo tan rápido. ¿Tan mal se había portado? Sólo había llegado tarde algunas veces. Tal vez se había olvidado de responder a algún mensaje que otro… Pero nada más… Lo más gordo que hizo fue pasar la noche fuera con Paolo, bebiéndose hasta el agua de los floreros y llorando por las esquinas del bar. Nada del otro mundo. Bueno, vale, luego volvió, cogió su maleta y la dejó tirada. ¡Pero se disculpó! Le dijo: “lo siento”.
No quería hacerla daño…
Volvió a mirar el mensaje de Marianna.
Había escrito: “lo siento”. Qué ironía, ¿verdad?
¡No lo sientes! ¡El que lo siente soy yo! Lo siento mucho… Siento haberte puesto los cuernos, siento no habértelo contado, siento haberme ido a Estados Unidos, siento haber vuelto y siento haberme acostado contigo. Lo siento todo. Y lo siento mucho.
¿Y si ella no estaba tan enamorada de él como pensaba? ¿Y si habían estado tanto tiempo juntos solo por costumbre? No, Marianna me quiere… O me quería. Yo sí que la quería, ¿o ya no?
Pero las dudas, a estas alturas del partido, están de más.
¿Qué más da si aún la quiero? ¿Qué más da si ella me quiere? Se acabó, y punto.
Se levantó del bordillo, se sacudió los pantalones y se subió al Golf. Dejó el móvil en el asiento del copiloto, se puso el cinturón y arrancó.
***
- ¿Qué calzado llevas? – preguntó Miguel mientras adelantaba a un camión por el carril izquierdo.
- ¿Y eso? – Marianna se sorprendió – Llevo bailarinas.
- ¿Bailarinas? – preguntó él. Marianna, los hombres no suelen saber lo que son las bailarinas. Y Miguel no es diferente.
- Esto – se rió ella. Se quitó la bailarina de su pie izquierdo y se la enseñó. Era roja con un lacito blanco.
- ¡Ah! ¡Manoletinas! – dijo él.
- Sí, eso – respondió ella con una sonrisa - ¿Por qué lo preguntas?
- Por saberlo – adelantó a otro camión. ¿Por qué demonios tiene que haber tantos camiones hoy en la carretera? Se supone que en días festivos está prohibido que circulen…
Marianna le miró, arrugando su entrecejo.
- Vale. Vamos al parque de atracciones – Miguel se rindió. Pensaba sorprenderla, pero claro, a no ser que la vendara los ojos, iba a ser complicado.
- ¿Al Luna Europark?
- Sí, a ése – afirmó él con una gran sonrisa – Dime que no te dan miedo las montañas rusas.
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Fuera de juego © Cristina González 2012//También disponible en Amazon.
ChickLitInés Fazzari acaba de mudarse a Milán para estudiar fisioterapia. Es inteligente, sarcástica y asustadiza. Tiene miedo del amor, de los hombres y de las relaciones serias. Matteo es un futbolista muy famoso, muy guapo y muy insistente, capitán de un...