Las playas paradisíacas, sobre todo las caribeñas, las de la Riviera Maya o las de Miami, suelen representar un hito vacacional en la vida de todo, o casi todo, personaje famoso. El calor y la humedad son dos características que siempre las acompañan. El agua es cristalina de cerca, y a lo lejos, el mar vira del azul turquesa al marino según la profundidad. La arena es blanca, suave y fresca. Ni siquiera se calienta con el sol. Puedes quitarte las chanclas sin miedo a abrasarte la planta de los pies. Esta arena es producto de la degradación biológica de los corales, son las cenizas que quedan de las antiguas plantas marinas. Al contrario que la arena de otras playas, no está hecha de minerales ni de piedras, si no que es orgánica. Por eso es tan especial.
Aunque, lo que realmente es especial en estas playas, son las típicas fotos que sacan de algunas modelos y cantantes en situaciones de lo más comprometido con sus bikinis. Que si fulanita está sin depilar, que si menganita tiene celulitis… En fin. Esas cosas que suelen subirle la autoestima a las ciudadanas de a pie que no tienen ni el dinero, ni el tiempo ni las ganas para estar en un gimnasio todo el día mientras comen potitos o hacen la dieta del café.
Soledad se examinaba delante del espejo, no quería aparecer en ninguna de aquellas revistas, y si lo hacía, que fuese al menos por alguna razón positiva, y no por el vello de las ingles.
Se giró hasta quedar de espaldas y luego movió su cabeza para ver sus muslos desde atrás. Allí no había ni un ápice de grasa y ni rastro de celulitis. Nada de nada.
Después se puso de perfil para comprobar que la silueta de su abdomen no sobrepasaba la de su pecho. Cierto era que no tenía una gran delantera, pero estaba muy proporcionada y guardaba coherencia con el resto de sus formas.
Finalmente se centró en su cara. No había rímel ni eyeliner, tampoco sombra de ojos. Normalmente se pintaba con maquillaje resistente al agua para salir a la piscina del hotel, tumbarse en la tumbona y leer algún libro sobre nutrición, ejercicio, budismo o romance. El romance la entusiasmaba pero en ocasiones solía evitarlo, porque habituaba a crear en ella expectativas que al final siempre se iban al traste. A decir verdad, ningún hombre había resultado ser como ella esperaba, no la querían lo suficiente, la hacían sentirse como una Barbie o simplemente no eran tan perfectos como lo deberían ser. Pero, ¿qué es la perfección en un hombre? Tal vez lo sean las palabras bonitas antes de irse a dormir, sentirlo abrazado a tu espalda por la noche, una mirada traviesa durante una cita… Pero cuando todo aquello acaba, ¿qué queda? Suelen venir los silencios incómodos, el sexo por el sexo y más tarde, las faltas de respeto. Para terminar, una buena pelea, un par de gritos y un portazo que da por finalizada la relación.
Sí, así se había sentido ella en unas cuantas ocasiones. Aunque siempre tenía la esperanza de encontrar al indicado, como ocurría en las novelas románticas de Victoria Holt.
Sacó un pequeño pareo dorado, de su maleta y se lo ató a la cintura, después se puso unas sandalias y bajó a la piscina. Y, como venía haciendo los anteriores diez días, eligió una tumbona situada a la sombra – el sol envejece la piel – y sacó una revista de su bolso. Al momento, un camarero apareció a su lado para atenderla.
- Un mojito sin alcohol, por favor – pidió ella educadamente. El alcohol también envejece, no sólo la piel. En general el cuerpo entero se resiente, sobre todo el hígado. Además, el alcohol engorda mucho y aquello era algo que una modelo como Soledad no podía permitirse.
Unos minutos más tarde, un joven bastante apuesto, con los ojos aceitunados y el cabello oscuro se sentó en la tumbona contigua. La miró fijamente. Se impacientó ligeramente al advertir la ignorancia de la modelo.
Ella continuaba sin inmutarse, continuó pasando las páginas mientras, de cuando en cuando, le daba algún sorbito a su copa.
Una hora después otro hombre apareció en escena. Esta vez se trataba de un chico, también joven pero no tanto como el anterior, con el pelo rubio pajizo, con barba de dos o tres días, unas gafas de sol muy caras y una camisa ibicenca blanca. Se sentó en la tumbona del otro lado, también junto a Soledad.

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Fuera de juego © Cristina González 2012//También disponible en Amazon.
Chick-LitInés Fazzari acaba de mudarse a Milán para estudiar fisioterapia. Es inteligente, sarcástica y asustadiza. Tiene miedo del amor, de los hombres y de las relaciones serias. Matteo es un futbolista muy famoso, muy guapo y muy insistente, capitán de un...