La pizza que se quedó fría y el Martini que se me cayó.

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A kilómetros de distancia de Zurich, una estudiante de largos y castaños cabellos se desesperaba delante de un libro. Para Marianna había sido un día largo, aburrido y tremendamente improductivo.  Había tratado de estudiar por todos los medios, pero había resultado inútil. Ya resignada, se tumbó en su sofá rojo aterciopelado y se puso uno de sus episodios favoritos de Sexo en Nueva York. Al rato, las aventuras de aquellas cuatro mujeres tan características le abrieron el apetito. Una excursión a la nevera se tornaba inevitable y una pizza en el microondas también. Marianna meditó seriamente la posibilidad de acudir a un gimnasio al advertir las dimensiones que comenzaban a cobrar sus muslos.

Para acompañar la pizza y sentirse algo menos culpable, sacó un yogur desnatado de la nevera, al cual le añadió una pastillita de sacarina.

Una vez la pizza estuvo lista y el yogur dulce, Marianna pudo continuar contemplando a Sarah Jessica Parker, quien encarnando a Carrie Bradshaw, se preguntaba si las mujeres neoyorkinas podían disfrutar del sexo al igual que los hombres, dejando los sentimientos a un lado. Marianna recapacitó unos instantes sobre aquella descabellada idea. Ella no se veía a sí misma acostándose con un hombre de una forma fría y calculadora, aunque en cierto modo admiraba a aquellas que sí podían hacerlo, que podían disfrutar de la compañía de un hombre sin involucrarse en la relación. Sin embargo no podía parar de pensar en lo solas que se sentirían después de pasar la noche con un completo desconocido. Desde luego, Marianna en su lugar no sólo se sentiría sola, también mezquina y sucia. Para ella el sexo sin amor era, sin duda, un jardín sin flores.

Pero su éxtasis momentáneo fue interrumpido por el timbre. Sí, el timbre, a la una de la madrugada de un viernes. La joven de ojos azules se sobresaltó e instintivamente fue corriendo a poner la cadena a la puerta. Miró a través de la mirilla y descubrió nada más y nada menos que a Alessandro, su último y único novio, recién llegado del otro lado de charco. Era la persona ideal con la que tener sexo con amor de madrugada.

Marianna sacudió la cabeza sacando aquellos absurdos pensamientos de su mente. Después echó un vistazo al espejo y se percató de que llevaba un pijama corto que dejaba a la vista sus bronceadas piernas, sin depilar. Luego vio su cabello recogido en un moño cómodo para estar a solas pero incómodo para que alguien te vea con él. Después su cara desprovista de toda clase de maquillaje y su camiseta de Minnie Mouse completaban el cuadro. Un cuadro que no estaba listo para salir a subasta.

-¿Marianna? ¡Sé que estás ahí! ¡Soy Alex! Quería darte una sorpresa – se le oyó gritar desde el otro lado de la puerta. Llevaba un ramo de rosas rojas en una mano y en la otra, una caja de bombones. Al lado suyo había una maleta negra lo cual indicaba que venía directamente desde el aeropuerto.

- ¡Espera Alex! ¡No encuentro las llaves! ¡Dame un momento! – gritó para que le escuchase. Rezó para que sonara creíble. Las llaves estaban puestas en la cerradura. Lo que Marianna tenía que hacer era ponerse unos pantalones largos, una camiseta normal, soltarse el pelo y maquillarse un poco.

Tardó cinco minutos, pero mereció la pena. Desenganchó la cadena de la puerta y abrió. Un chico de unos veintidós años, más o menos de su misma altura y con los ojos verde esmeralda la abrazó casi con desesperación.

-       Te he echado de menos – la dijo casi en un susurro.

-       Y yo a ti – respondió ella emocionada. El día que Alex se fue a estudiar, Marianna dio por hecho que nunca volverían a estar juntos. Es más, casi creyó que nunca iban a volver a verse. Por fortuna, aquel abrazo echó por tierra todos sus temores.

Cuando terminó aquel momento tan especial, se escuchó de fondo a Samantha, una de las protagonistas de Sexo en Nueva York gritar:

-       ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué tiene que ser tan pequeña? – esto va para los que dicen que el tamaño no importa. Pobre Samantha.

Fuera de juego © Cristina González 2012//También disponible en Amazon.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora