Personas que van y vienen. Abogados, economistas y directores generales. Ése es el panorama general del aeropuerto de Zurich, personas con cara de no haber dormido al menos en tres noches con la mirada perdida en la pantalla de su portátil, personas errantes, nómadas sin hogar que viven en los aviones por cuestiones de trabajo. Y allí estábamos Matteo y yo, esperando en la cinta del equipaje a que salieran nuestras maletas. La gente nos miraba como si no encajáramos, y no me extraña, un futbolista vestido de chándal y una adolescente con un vestido azul algo llamativo desentonaban bastante entre aquella masa humana trajeada.
El viaje había sido muy aburrido, Matteo se durmió casi al despegar y yo estuve jugando con el angry birds de su Iphone durante casi todo el trayecto. Por un momento me hallé tentada de cotillear sus mensajes y sus e-mails pero una azafata me interrumpió justo cuando estaba abriendo su “What’s App”, entonces Matteo se despertó y perdí la oportunidad. Una pena.
Estaba perdida en mis ensoñaciones cuando alguien me sobresaltó.
- ¿Señoritos Fazzari y Venanzi? – me preguntó.
- Sí – respondí con el ceño fruncido. - ¿Y usted es…?
- Oh, disculpe – dijo algo apurado aquel hombre – permítame presentarme: soy Melvin Roth y me envía su padre, el señor Fazzari.
- Un placer señor Roth. – se adelantó Matteo y le estrechó la mano. – yo soy Matteo Venanzi. – el futbolista siguió sonriendo, esperando que Melvin le pidiera un autógrafo o una camiseta firmada. Pero Roth no mostró ningún tipo de emoción en su rostro, inexpresivo cual piedra.
- Su padre – comenzó Melvin.
- Espere, déjeme adivinar, no ha podido venir porque tiene una reunión muy importante – le interrumpí. No sé en qué momento pude si quiera imaginar que mi propio padre iba a acudir con los brazos abiertos a recibir a su hija recién llegada de tierras lejanas. El rostro de Melvin se transformó en una mueca de resignación.
- Sí señorita. – dijo Roth mirando al suelo – el señor Fazzari me ha pedido que les lleve a su casa, a las afueras de Zurich y él espera que ustedes puedan permanecer allí hasta que él llegue para que cenen todos juntos. – hablaba con miedo, supongo que era por mi cara de pocos amigos.
- Está bien Melvin. – dije conciliadora, lo último que quería era intimidar al mayordomo de mi padre. Estaba segura de que el “señor Fazzari” ya le tenía bastante amedrentado. Le contemplé con algo de tristeza. Era un hombre muy menudo, de baja estatura y rasgos delicados. Además ya se le veía mayor, su cara estaba salpicada de arrugas lo cual le hacía parecer todavía más frágil.
Le seguimos hasta la limusina que nos esperaba en la entrada. Una vez de camino a la mansión de mi padre observé a Venanzi, que se hallaba cabizbajo, sumido en sus pensamientos. Tuve curiosidad.
- Oye, ¿qué te pasa? Estás raro.
- Nada. – me dijo absolutamente falto de ánimos.
- ¿Nada?
- No me pasa nada. – repitió un poco más alto, invitándome a meterme en mis asuntos.
- Lo he pillado Matteo – seguí mirando por la ventana.
- Bueno – comenzó Venanzi – sí me pasa algo.
- Pues cuéntaselo a mi padre, yo de ti paso. – le contesté en un tono muy digno. Encima de que me interesaba por su estado de ánimo me gritaba, ahora no iba a escucharle.
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Fuera de juego © Cristina González 2012//También disponible en Amazon.
ChickLitInés Fazzari acaba de mudarse a Milán para estudiar fisioterapia. Es inteligente, sarcástica y asustadiza. Tiene miedo del amor, de los hombres y de las relaciones serias. Matteo es un futbolista muy famoso, muy guapo y muy insistente, capitán de un...