Érase una vez, una mujer entregada a su familia. Tenía tres hijos: un chico y dos gemelas. Además de sus hijos, su otra pasión era el arte.
Se ganaba la vida dando clases de pintura en un colegio. También le encantaba pintar al óleo, los paisajes eran su especialidad. Tenía una ingente cantidad de cuadros acumulados en el trastero de su casa. De vez en cuando, una de sus amigas compraba alguno, pero no era lo habitual.
Unos años después, su hijo mayor alcanzó la fama como futbolista. Entonces, cuando Matteo se instaló en su nueva mansión, colocó los paisajes de su madre por toda la casa. Cuando Venanzi daba alguna fiesta, los cuadros de Sofía solían recibir numerosos halagos. En ocasiones, alguna amiga de Matteo hasta se llevaba uno. Sofía, emocionada, continuó pintando para reemplazar los huecos vacíos que quedaban en la pared cuando aquello ocurría.
Sin ir más lejos, ahora mismo se estaba preparando para pintar una puesta de sol, como la que se veía desde la casa de Matteo, con Milán en el horizonte.
Sofía estaba intentando colocar su caballete en el salón, justo al lado de la ventana, detrás del sofá, pero tuvo la mala suerte de que una de las patas se enganchase en la alfombra y tanto ella como el caballete cayeran al suelo, haciendo que un pequeño bote de pintura roja se derramase encima de la alfombra, blanca.
- ¡Oh, Dios mío! – susurró la madre de Matteo aterrada – Matteo me va a matar…
Sofía fue corriendo a la cocina en busca del bote de KH-7, su fiel amigo antimanchas. Roció la escena del crimen y frotó la mancha con un paño, pero sólo consiguió expandir el rojo por el resto de la alfombra. Qué desastre.
Sofía se quitó el sudor de la frente, vio que su camiseta de rayas azules y blancas también se había manchado de pintura. Sofía tenía cuarenta y muchos años, pero se conservaba medianamente bien, aunque, como es propio de la edad, unas cuantas arruguitas marcaban el contorno de sus ojos y parte de su cuello.
Matteo dormía en su habitación, en el piso de arriba. Abrió los ojos y saltó de la cama. Un estruendo le había despertado bruscamente.
En calzoncillos, se precipitó por las escaleras hacia el salón. Vio a su madre agachada sobre la alfombra, manchada de rojo y el caballete completamente desmontando en el suelo.
- ¡Mamá! ¡Estás sangrando! ¡Mírame! – agarró a Sofía de la cara y la obligó a mirarle. Ella no pudo contener la risa.
- ¿Qué te hace tanta gracia? – preguntó Matteo alarmado.
- ¡Es pintura hijo! Es que se me ha caído…
Matteo se llevó las manos a la cabeza. Pintura roja, en su alfombra persa. Él adoraba a su madre, pero tuvo que contener los instintos asesinos que lo asaltaban en aquellos gloriosos instantes.
- ¡Y encima te ríes! – dijo él estupefacto.
- Lo siento, hijo. Ha sido un accidente.
- ¡Ya! Si te parece vas a ir esparciendo la pintura por mi alfombra como si fuera un lienzo sin estrenar… - ironizó él.
- Ah, pues no lo había pensado… - dijo ella pensativa.
- Ni se te ocurra… - advirtió Matteo señalándola con el dedo índice.
- Mira, déjame usar tu alfombra como lienzo y yo te compro una nueva. La que tu quieras. Venga, un regalo de mamá…
- Sí, un regalo de mamá con mi dinero… ¿No?
- Bueno, al fin y al cabo sigue siendo un regalo – se defendió ella.
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Fuera de juego © Cristina González 2012//También disponible en Amazon.
ChickLitInés Fazzari acaba de mudarse a Milán para estudiar fisioterapia. Es inteligente, sarcástica y asustadiza. Tiene miedo del amor, de los hombres y de las relaciones serias. Matteo es un futbolista muy famoso, muy guapo y muy insistente, capitán de un...