A rey muerto, rey puesto.

70.9K 4.3K 169
                                    

En el ambiente reinaba un olorcillo muy particular, el característico de la resaca: un “dos en uno” de alcohol y colonia.

Las sábanas eran de color gris, o tal vez blanco. ¡Ay, si las sábanas pudieran hablar! Pedirían a gritos un buen lavado… ¡Socorro, llevamos casi tres meses cogiendo mugre! ¿Pero, qué es lavar para dos chicos universitarios? Dos chicos de los fiesteros, de los que sólo pisan su habitación para dormir. Si es que duermen… Claro. Son los auténticos vampiros que aterrorizan a las adolescentes. ¡Alto! ¿Aterrorizar? Sería más justo decir que las vuelven locas. Los universitarios fiesteros chupasangre.  Una nueva especie. Y por lo visto, cierto chupasangre ha cazado una jugosa presa esta noche. Sangre fresca. ¿Pero quién ha cazado a quién?

Soledad se desperezaba al lado de Paolo. La joven modelo abrió los ojos poco a poco. Se sentía perdida, tenía un dolor de cabeza terrible y una zarpa reposaba sobre su cadera. No, no era una zarpa… Era un brazo tatuado. Siguió con el dedo los trazos de tinta, que dibujaban una especie de símbolo griego, quizás una letra omega deformada o algo por el estilo. Paolo farfulló algo entre sueños, después se despertó.

-       Buenos días – dijo él con voz ronca.

-       Muy buenos – contestó ella, después le besó. Un beso corto y suave.

Entonces, Soledad se levantó de la cama y se llevó la sábana para envolverse en ella, dejando a Paolo al descubierto. Ella se mordió el labio inferior con lujuria.

-       ¿Repetimos? – dijo él.

-       Me gustaría, pero esto ha sido un dulce accidente que no pienso repetir. Al menos no, ahora mismo… - Paolo se había incorporado para acercarse a ella. Soledad buscaba alguna excusa entre sus miles y miles de pensamientos que sirviera para refrenar sus impulsos.

-       Si ha sido dulce, ¿cuál es el problema?

-       No tengo ningún problema, siempre que sea sólo sexo y nada más – Soledad tenía en mente a otros hombres. Más conocidos, más adinerados, con mejor gusto, más… Más de todo. Pero un capricho es un capricho. A fin de cuentas, un dulce accidente de vez en cuando no hace daño, ¿verdad? Además, ella había cumplido el trato, mantener a Paolo entretenido toda la noche y, por si fuera poco, iba a hacer horas extras mañaneras…

-       Pues, que así sea – dijo él, antes de subirla encima del escritorio que había detrás de la cama.

                                                                                          ***

A rey muerto, rey puesto. Eso dicen por ahí, pero para Marianna no resultaba tan sencillo. Miguel la había tratado bien, habían bailado, habían conversado y él la había acompañado a su casa. Fue un caballero en todo momento.

-       ¿Quieres quedar otro día? – dijo él – Para dar un paseo.

Marianna asintió con una sonrisa. Sin embargo, hizo una pequeña observación:

-       Sí, me encantaría. Aunque tengo la sensación de que te voy a utilizar para olvidar a otra persona y no me parece justo por mi parte… - quiso continuar hablando, pero él no se lo permitió.

-       Sólo será un paseo. No creo que vaya a curar todos tus males, ¿no?

Pero es posible que sí, por eso Marianna respondió:

Fuera de juego © Cristina González 2012//También disponible en Amazon.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora