La soledad es muy mala. Aunque, siempre hay quien opina que es mejor estar solo que mal acompañado. Pero repito, la soledad es muy mala.
Malísima.
Tan mala que, a pesar de que el sentido común se oponga a nuestras más descabelladas ideas, nos juega muy malas pasadas.
Sofía, la madre de Matteo, se siente sola, muy sola. Y además, está aburrida. Un cóctel muy peligroso.
Cuán aterrador puede resultar estar solo. Al principio, cuando se mudó a casa de Matteo, pasaba mucho tiempo con él, pero según avanzaron las semanas, sus entrenamientos se fueron alargando, y luego Inés… El tiempo libre de su hijo, que de por sí resultaba escaso, era todo para ella, para su “gatita”.
Y aquí estaba Sofía, sentada en uno de los taburetes de la cocina, releyendo un libro de autoayuda sobre cómo afrontar el síndrome del “nido vacío”. Porque, aunque Sofía viva con su hijo, su hijo no vive con ella. Sus hijas están muy lejos y su marido, desde hace algunos años, reside en el cementerio. Un sitio tranquilo para vivir, sin contaminación, sin ruido, en el campo y con muchas flores. Ideal para pasar la jubilación.
Cerró el libro, se acercó a la nevera y sacó un par de naranjas para hacerse un zumo. Escuchó la aspiradora que Leti, la chica de limpieza, estaba pasando por la alfombra del recibidor. Qué trasto tan escandaloso. ¿No puede hacer más ruido? Hay que ver, con el dinero que tiene y no se compra un cacharro más silencioso, que los hay. Que los he visto yo en el súper. ¡De verdad, es que hasta eso le voy a tener que comprar!
Cuando al fin, el aspirador le cedió protagonismo al silencio, Sofía se animó a estrenar un lienzo. Quería pintar algo distinto, romper con sus paisajes. Quería ser atrevida, descarada. Quería… Dejar de aburrirse. La pintura ya no la llenaba. Ya no tenía a una hija a la que regañar constantemente y la casa estaba siempre limpia, gracias a Leti. Demasiada soledad, demasiado tiempo libre y ningún hobbie entretenido.
Bueno, pintar, sí, pero eso ya no es una novedad. Ya no me ilusiona como antes. Siempre es lo mismo, el pincel, el óleo, las témperas, lo que sea. Siempre un nuevo paisaje, unas vistas bonitas para plasmar. Pero me aburre, ya me aburre mucho. Quiero probar cosas nuevas. Sí, a mis años.
Sofía, que era nueva en todo esto de Internet, decidió estrenarse con Google. Y tecleó las siguientes palabras: “estoy aburrida”.
¡Boom! Cuántas cosas… Si es que, estos inventos, aquí no hay manera de que aclare una…
Había una mujer que decía que estaba aburrida de su vida en pareja. ¿Qué pareja? Sofía meditó por un instante la posibilidad de buscarse un noviete, un amigo especial que le alegrara el día…
Pero, ¿para qué? A estas alturas de mi vida, voy a buscar yo a un hombre que me caliente la cabeza. ¡Con aguantar a dos ya he cumplido! Ahora que les aguanten sus tonterías otras. ¡Paso de lavar más calzoncillos!
Después, probó con otra palabra: “pasatiempos”. Los resultados fueron tan desalentadores como los anteriores, si no más. ¡Crucigramas! Para eso ya está el periódico de los domingos, ¡hombre!
Ella no quería morirse haciendo sudokus. Eso es muy triste. ¡Ja! Ella quería vivir aventuras, ¿por qué no? ¡Aventuras! Como Indiana Jones… Pero con menos serpientes, claro.
“Aventuras”, escribió. Otro torrente de opciones apareció de golpe en la pantalla: películas de aventuras, aventuras sexuales, amantes sensuales aventureros… Entre tanto sexo, no tan seguro como se debiera y más virtual de lo debido, apareció algo que llamó la atención de Sofía. ¿Qué será esto?

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Fuera de juego © Cristina González 2012//También disponible en Amazon.
ChickLitInés Fazzari acaba de mudarse a Milán para estudiar fisioterapia. Es inteligente, sarcástica y asustadiza. Tiene miedo del amor, de los hombres y de las relaciones serias. Matteo es un futbolista muy famoso, muy guapo y muy insistente, capitán de un...