XIV-. "Beso bajo la lluvia"

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Después de platicar con ella por media hora. Recuperé un poco de cariño hacia ella. Lo curioso aquí es que, llamaron a Maggie y ella no contestó. Despues en el baño, estaba balbuceando cosas.
Una cosa es ofrecerle mi aprecio y comprensión, y otra muy distinta, darle mi confianza.

—bueno, te dejo. —se despide y se baja.

—¡hija! ¡Es Alec! —grita mi madre desde abajo.

Salgo rápidamente de mi cuarto para toparme con Maggie y Alec, mirándose como unos completos desconocidos. Me alegra saber que le importo, pero creo que de una vez por todas debería dejar de tener dramas.

—Lo siento por no avisar, pero necesitaba... Verte..  —me sonríe mientras veo por detrás a Maggie como muere de celos.

—eres bienvenido cuando sea Alec. Esta es tu casa. —mi madre no tardo en meterse.

—¡sube!

—¡ah! Samantha... quiero la puerta abierta... —me mira sonriendo.

—¡ay! ¡mamá! Ni que fueramos qué. —ruedo los ojos mientras que Alec ríe ante mi gesto.

—yo sólo recomiendo... Aparte, quiero ver que hacen. —alza sus cejas.

—no se preocupe señora... Que yo a Sam, la respeto. —Alec me sonríe. Por unos segundos me quedo admirando su preciosa sonrisa, es tan hermosa.

Nos metemos al cuarto donde Alec se sienta en la silla del escritorio y yo en mi cama. Aunque en este preciso momento deceo que esté a mi lado.

—creí por unos segundo que se habían metido a robar.

—no, aunque pudo ser más probable eso a que Maggie viniera. —hago una mueca.

—¡Qué bueno que vine antes! Así... Ya no me mojé. —mira la ventana.

—¡Alec! Por Dios, sólo está chispeando. —digo con un tono sarcástico.

—¡oh! No se sabe... A lo mejor en un abrir y cerrar de ojos ya hasta graniza. —por alguna extraña razón me encanta como hace sus gestos.

¡oh por Dios! ¿¡qué mierda estás diciendo Sam!?  Repasemos. Tú tienes novio... Recuerda, tú tienes novio.

—yo creo que...

—hija ve a la tienda antes de que llueva. —ordena mi madre. —Quiero unas galletas.

—¡ay! Madre... ¿acaso tú no...? —pienso lo que voy a decir ya que mi madre no es como en las novelas, que hasta miedo les da pegarle a sus hijos... ¡no! A mi madre le vale una hectárea de caquita si me fractura. —¿sabes qué...? Ya nada. Dame dinero.

—buena elección Sam. —¡hasta Alec sabe que las mamás son muy diferentes!

—toma, y de lo que sobre... Comprense algo. —miro el dinero y si mis calculos no me fallan, nos sobrarían máximo tres pesos.
Me abstengo de decirle la verdad, ya que no quiero una boca rota.

Saliendo de la casa siento como las gotas caen sobre mi cabeza y cara.
Trato de orillarme pero el maldito de Alec sigue a media calle.

—ven, sólo son gotas.

—amo la lluvia y todo pero...

—no te gusta mojarte... ¿verdad? —asiento con la cabeza. —a mí igual, y aún así lo hago... ¡ven! Que si yo puedo tu igual.

Camino hacia él. ¿en qué maldito momento tomé esa desición?

Miro a la casa de Emilio, quien si me ve con Alec de seguro se arma un escandalo. Pero toda la casa está desconectada, como si no hubiese nadie.

Para Siempre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora