VI-. No es una santa.

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—Me vas a odiar. —dice Eli con una cara muerta de vergüenza ¿pero de qué? ¿Qué hizo?

—oh, claro que sí.

Me contó varias cosas...  Muy interesantes, debo recalcar.
Como que Diego le canto, y ese fue el ridículo del año. Mucha gente se encontraba grabando según ella. Y que casi los sacan a patadas de ahí.
También me contó que se mojo en una fuente que había por ahí. Y muchas cosas que Diego le dijo. Y lo más importante para ella. No para mí.  Que casi se besan.

—oye...

—¿Qué pasó?

—Besé a Mario, del que tanto te he hablado. —ella sonríe pícaramente. Ni se imagina porque lo hice. —pero...

—¿no te gustó? ¿no quiso? —yo retrocedo a la pared acorralada por sus preguntas.

—no sí, pero, no lo hice por amor, una razón por la que se da un beso. —
Frunce su ceño.

—¿entonces?

—lo hice, por conveniencia, o sea en pocas palabras... Lo utilicé. —ella sonríe ¿acaso no se da cuenta de la persona en que me convertí?

—Pero si está bien guapo tu vecino, ¿cómo es que no lo hiciste por gusto?

—oh...  Pues... Hmmm..  Bueno sí, por una parte lo hice porque me gusta, pero por otra para olvidar ese asunto. —ella saca su teléfono en un movimiento rápido.

—éste asunto. —me muestra el screenshot de el beso. ¡Te odio Elizabeth!

—mi corazón idiota. —digo con una mano en mi pecho.

—¡ves! Ahora lo ves y mueres de risa, mientras que hace unos minutos  estabas decidida a suicidarte.

—bueno ya... —miro el reloj y oh sorpresa. Son las ocho y media.

—ya me tengo que ir, le diré a Diego que me acompañe. —dice parándose y yendo a la puerta.

—mañana será un día larguísimo. —me paro para abrirle la puerta. —¡Diego! —grito para llamar su atención.

—¿Qué pasó... Sam?

—lleva a Eli a...

—Gracias Sam pero yo le digo. —guiña un ojo. Amo las indirectas muy directas.

Pongo la televisión con tiempo y mi alarma.

                  »  «

suena la alarma.

Me paro y escojo ropa para bañarme.
Un abrigo rojo, con una blusa blanca, unos pantalones negros y unos zapatos rojos.

Me alacio el pelo y me maquillo.

—mamá, ya me voy. —grito desde la sala.

—cuidate mi amor, ¡oye! —baja las escaleras. —espera a Alec, es nuevo en esto, aparte no pierdes nada en ir con él.

—¡¿Qué?! —abro mis ojos como plato, ¿cree que quiero estár con Alec?

—¿Qué...? Creí que te caía bien. —dice apollada en la pared.

—sí, bueno...  Ya me había acostumbrado a estár sola.

—suerte.

Camino para la casa de Alec, que la verdad está más cerca de el instituto.
Y mientras camino pienso. En la reacción con la que lo debo ver, feliz, nerviosa... Molesta. No lo sé.

Ya en su puerta respiro y toco dos veces.

—Hola Sam. —se acerca y me besa la mejilla.

—hola Alec. —trato de no sonar ni triste ni enojada.

Para Siempre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora