Prefacio

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MERYBETH


Mayo, 2015

Abadía de Culross, Escocia.


Cada moneda tiene dos lados. Sin excepción.

Hay algunos que creen que el amor de nuestra vida es esa persona que llega a desequilibrar el mundo en el que estamos parados. Quien tiene el poder de un huracán en una sonrisa o en una mirada. Quien nos lleva de la seguridad de la cordura hasta el borde de la insensatez tan rápido que apenas nos da tiempo de respirar. Aquel que hace que nuestro corazón lata desbocado y nos suden las manos por la ansiedad.

Sin embargo, hay quienes creen que el amor verdadero es todo lo contrario.

Un viejo proverbio afirma que cuando conoces al amor de tu vida no sientes nervios, ni mariposas en el estómago, sino una increíble tranquilidad porque las piezas encajan en su lugar. Aparte, te hace crecer como persona y hay cierta armonía que no encontrarás con nadie más porque la perfección de las almas gemelas solo ocurre entre ellas.

Así que... ¿Cómo saber qué versión es la correcta?

—No te cases —murmuró contra mis labios que aún tenían el sabor del beso que acababa de robarme.

Su dolor era tan profundo que mi corazón se partió en mil pedazos.

—Graham...

—No te cases.

Su mano, que ascendía lentamente por mi muslo, encontró la fina liga de encaje.

—Te amo —susurró con ferocidad.

—Y yo a ti, pero...

Por segunda vez, sus labios encontraron los míos, interrumpiendo la patética excusa que, de todos modos, él no escucharía por más que se la repitiera.

Aquel beso, tan dulce y tan amargo al mismo tiempo, me hirió el alma. ¿Cómo podía hacerle esto al hombre que tanto amaba?

Me sentía como la peor escoria del mundo, haciendo esto a unas cuantas horas de casarme; no obstante, después de este día ya no habría vuelta de hoja.

Era una buena forma de cerrar aquel ciclo. ¿Cierto?


***


Inconscientemente recorrí el contorno de mis labios, manchando mis yemas de coral perlado. Aileen estaba acomodando la pajarita de Albert, alias el galán más galán de Edimburgo, por lo que no se dio cuenta de que arruiné un poco del trabajo que tantas horas le costó.

—¿Cómo te sientes, Mery?

La voz de TJ me distrajo de profundizar en los pensamientos que me iban absorbiendo al mirar las grandes puertas de madera frente a mí. Su cara regordeta irradiaba la felicidad que yo, siendo la novia, debería mostrar.

—Bien —respondí con una sonrisa forzada—. ¿Y Alex...?

—No te preocupes por él.

—De seguro quiere que salga huyendo del altar...

Con todo lo que había pasado entre nosotros, no me sorprendería en absoluto que su decisión cambiara.

—¡¿Qué?! Eso es lo último que mi buen amigo querría que hicieras, Mery —respondió con una risilla nerviosa y jalando el borde del cuello de su camisa—. Hablé con él y lo entiende, ¿De acuerdo?

Asentí sin mucha convicción. Lo conocía tan bien que estaba cien por ciento segura de que haría algo. Lo más probable es que ese algo terminaría por ser dramático para llamar mi atención y, de paso, hacerme enfurecer.

Iba a cancelar la boda. Muy en mi interior lo sabía.

Valerie jaló a TJ del brazo para tomar su lugar detrás de Aileen y Albert. Los cuatro desaparecieron apenas se escuchó la música y mamá me dio un último abrazo antes de que las puertas volvieran a abrirse.

El momento había llegado.


Dilema [Saga Doppelgänger]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora