Capítulo 26

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MERYBETH

Aileen rodó los ojos cuando una mujer, más o menos de nuestra edad, entró por el portón principal del Castillo del Rey Juan.

La muchacha, ataviada con un vestido de terciopelo azul que recordaba a la época medieval, permaneció parada entre las dos torres que flanqueaban la entrada, maravillada con los antiguos objetos que se exhibían en el patio rectangular, entre ellos, algunas mesas desvencijadas, barriles de madera, cañones, una catapulta y hasta una carreta que todavía se veía en buen estado.

En uno de los rincones, un grupo amateur de teatro, disfrazados con vestuario que tenía mucho que envidiar al atuendo de la versión rubia de Mérida que recién había llegado, narraba lo que había sucedido en ese castillo durante las Guerras Confederadas de Irlanda, entre 1641 y 1653.

Cansadas de los turistas y el calor sofocante del sol de mediodía, ingresamos al interior para recorrer las bien ambientadas salas donde, más gente disfrazada, informaba sobre hechos importantes de una manera amena. Tanto adultos como niños prestaban total atención

—Alex me propuso matrimonio —solté cuando íbamos ascendiendo por una escalera de caracol que llevaba a lo alto de una de las torres.

Aileen no pareció sorprenderse. Quizá porque ya intuía que le iba a soltar algo gordo, o porque estaba concentrada en pisar los viejos escalones con el cuidado debido para no caer. Al llegar a la parte de arriba, salimos por una pequeña puerta hacia el adarve que conectaba las torres.

El viento hizo ondear mi coleta despeinada directo a la cara de mi amiga.

—Espero que la princesa vikinga no venga porque, juro que si se comporta como centinela vigilando la fortaleza, la aviento al vacío —dijo con tono jocoso. Ambas miramos hacia abajo, sobre la calle Castle había tantos turistas que de seguro amortiguarían la caída. Luego, trayendo a colación el tema anterior, continuó—: ¿Qué le dijiste?

—Que ahora tendría una cosa más que pensar mientras estuviera aquí.

Me evité comentarle el incidente en el Radisson, puesto que eso la haría retroceder los pocos pasos que había dado en su, literalmente cito, lucha rompedora de prejuicios en pro de los dobles malvados.

—¿Quieres hacerlo? —preguntó al tiempo que elevaba su celular de última generación y nos tomaba una selfie.

—No lo sé —respondí entre una foto y otra, puesto que la primera salió borrosa—. O sea, él es tan... libre, que el concepto de matrimonio no cuadra con la idea del hombre que conocí en un principio. Pero por otro lado, meses atrás tuve sueños en los que compartíamos una vida en común, ya sabes, hasta con hijos incluidos y... se sintió natural. —Por un rato me quedé callada, esperando a que me dijera algo. Cuando no lo hizo, seguí hablando—: Además, sigue estando el problema de Graham. Casarme con Alex rompería el lazo que tiene con esa bondad que cada vez le es más difícil conservar.

Miré de reojo la expresión que ponía. Cada vez que hablaba con ella sobre los hechos paranormales que se relacionaban con Grahms me preocupaba pasar algún límite, por lo que no dejaba de buscar signos de incomodidad o miedo.

—No sé, quiero demasiado a Graham como para hacerle eso. —Aileen se había detenido a mitad del adarve para observar la vista desde las alturas. Estaba tan distraída que supuse que no había escuchado nada. Algo molesta, no paré de parlotear—: O tal vez les diga que nos mudemos a un sitio donde esté permitida la poligamia, me caso con ambos y todas las noches tendré sexo ardiente con los dos al mismo tiempo.

—Permíteme traducir —exclamó recargándose en el barandal de piedra gris—. Dejando de lado la última parte que yo apoyaría por completo, pero que dudo mucho que ellos estén dispuestos a aceptar..., en realidad sí quieres casarte con ese tal Alexandre; y lo harías si no te aterrara la idea de que tus decisiones sigan empeorando el desastre que has causado. Sin embargo, tu mayor miedo no es ese, sino elegir entre el doble y el original.

Dilema [Saga Doppelgänger]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora