Capítulo 11

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MERYBETH


El viernes llegó tan pronto que ni sentí el peso de la semana. Al principio creí que estar en una sucursal sería en extremo aburrido, pero me resultó de lo más agradable con la compañía de Davinia y Bertrand.

—¿Hoy no va a pasar tu novio por ti? —preguntó este último, asomando la cabeza por la puerta de la bodega para mirar hacia el ventanal.

Haciendo caso omiso, Graham pasó por mí cada tarde para llevarme a mi nuevo hogar.

—No es mi novio.

Bertrand torció el gesto y asintió.

—Sí, por la forma en que lo ignoras, es obvio que no. No es que no sean algo, ¿me equivoco? Porque ahí se ve ese algo, principalmente en su mirada, no tanto en la tuya —dijo, adulterando frases sencillas. Su forma de hablar por momentos me recordaba a TJ, aunque mi amigo lo hacía porque esa era su forma natural de comunicarse y lo de Bertrand era a propósito, para embaucar a los clientes, o en mi caso, para sacarme la verdad—. Como sea, se ve que es un buen sujeto.

Si supieras..., pensé.

—Él tiene razón, aunque no lo parezca —terció Davinia, bromeando a expensas de su colega—. Además, es muy guapo. Hacen bonita pareja.

Rodé los ojos. No entendía en qué momento ese par se había tomado demasiada confianza conmigo. Me sentía halagada la mayor parte del tiempo, excepto cuando comenzaban a hablar del chico melancólico que viene por mí al atardecer.

—¿No estabas cerrando una venta, Dav? —pregunté para zanjar el tema.

—Ya lo hice, jefa. Lena se encarga del papeleo.

Gracias al cielo, eso me dio la excusa perfecta para regresar a la tienda.

Lena, la vendedora de fines de semana, era muy simpática. Pero bastante joven. Si no mejoraba su desempeño en el tiempo que me quedaría aquí, con toda la pena del mundo tendría que prescindir de ella.

Por inercia, volteé hacia la calle. Ni Graham, ni el auto.

En cuanto el cliente salió, revisé el formulario que había llenado Lena. Todo estaba en orden.

Salí poco después de las cinco. Por costumbre tomaba un taxi, pero el clima era tan agradable que preferí caminar. Además, el barullo de la ciudad invitaba a ser partícipe de la multitud en las calles.

Al caminar sobre George IV Bridge, me detuve frente a la imponente y hermosa fachada de piedra de la Biblioteca Central. Los faroles del exterior recién se habían encendido, y el letrero encima de las puertas de madera era tan luminiscente que prometía un ambiente acogedor.

El exterior tenía el mismo aspecto antiguo que los demás edificios de Edimburgo. No obstante, al cruzar el umbral, se podía ver una mezcla que congeniaba tanto pasado, como presente.

Después de atravesar las puertas internas de cristal, me dirigí al piso más alto. Era una estancia amplia, bordeada de columnas cuadradas en tonos claros que se unían en la parte más alta para formar arcos; y repleta de mesas de madera en perfecto orden, como se suelen acomodar los pupitres en las escuelas. Algunas personas trabajaban en silencio, ya fuera en sus portátiles, o en cuadernos de los que no despegaban el bolígrafo.

Pero lo más impresionante de todo, era el techo; un domo que compartía la misma gama de colores que las paredes, pero era decorado con figuras simétricas, creando una obra de arte cuya belleza radicaba en la simplicidad, no en la ostentación.

Dilema [Saga Doppelgänger]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora