Capítulo 09

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MERYBETH


No recuerdo haber dormido tan pacíficamente en toda mi vida como lo hice aquella noche. Al despertar, me sentía renovada; tanto así que me acordé de esa etapa en la que salía a correr cada mañana y comía más saludable.

Al cobrar más conciencia, me di cuenta del lugar donde estaba. Hasta parecía maldición despertar en el cuarto de los señores Sinclair.

Estaba sola. Por ningún lado había rastro de Graham; ni sonidos en el baño, su ropa en el piso, o el otro lado de la cama desordenado. No había dormido aquí.

Sin embargo, una maleta con ropa mía se encontraba sobre la silla junto a la ventana. Tomé las primeras prendas que encontré y fui a darme una ducha.

Cuando bajé a la cocina, un olor dulzón me abrió el apetito; Graham preparaba waffles con fruta. Tenía una expresión seria que me puso en alerta.

—En cuanto termines de desayunar iremos a Port Glasgow —anunció, poniendo frente a mí un plato atiborrado.

Sin decir otra palabra, se fue de ahí.

No volví a verlo hasta que me acabé el plato con comida y lo dejé sobre la rejilla después de haberlo lavado. Había más provisiones que las que traje, por lo que supuse que había ido a Main Road por la mañana.

Tan sigiloso como felino, apareció para guardar unas cosas en el frigorífico y sacar un ramo de tulipanes blancos del florero que no había notado sobre el alféizar. El lenguaje no verbal que habíamos establecido en los últimos seis años fue suficiente como para entender que ya había llegado el momento de partir.

Si bien no dijo nada al ver mi nuevo auto, pude apreciar el desconcierto en su cara.

Verlo dentro del Smart era algo cómico que iluminó solo un poco el día. Graham era demasiado alto para un auto tan pequeño.

El viaje en carretera no resultó tan incómodo como creí que sería. La radio local emitía viejas canciones que mantenían las aguas en calma.

—Reparé tu auto, Beth —comentó apenas salimos de Perth—. Si quieres, lo puedo dejar en casa de tu mamá en la semana.

—No. No es necesario —respondí con sequedad. No quería sonar brusca, solo que ya me había resignado a dar por perdido mi antiguo carro—. Me gusta este. Ya sabes, nueva vida, nuevo auto.

Su reflejo en la ventanilla me dejó ver la melancolía en su expresión.

—Pensé que las chicas se hacían un cambio de look cuando querían empezar de cero.

—¿Recuerdas el corte que me hice en París? —dije con mejor humor que antes—. El cabello corto no es lo mío. Por cierto, lindas flores.

Graham miró el ramo sobre su regazo.

—Es lo menos que puedo decirle a Clarisse.

—¿Qué quieres decir?

Rara vez había sido tan críptico conmigo. Sabía que había un mensaje oculto en sus palabras, y eso me molestaba porque casi nunca tuvimos secretos —bueno, dejando de lado lo evidente, claro está—. Aun así, no sabía si la respuesta era algo que quería averiguar.

—Nada, Beth. Cosas mías.

—Dímelo. Me prometiste ser sincero, ¿no?

Frunció los labios, acorralado por sus propias palabras que eran armas de doble filo.

Dilema [Saga Doppelgänger]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora