ALEXANDRE
Si había algo en lo que creía firmemente, era que la vida se encarga de balancear las cosas para que no todo sea blanco o negro. Por ejemplo, cuando el Universo se dignó a darme la felicidad que tanto anhelaba con Merybeth, me limitó de tiempo. En ese horrible accidente de auto, le rogué a un dios —en quien creía a conveniencia—, que no se la llevara; y lo hizo, pero cuando ella despertó me trató peor que a un paria. Aunque no morí congelado esa noche, quedé inválido por semanas.
¿Ven? Por cada cosa que uno gana, habrá otra que perderá.
Bueno, ¿a qué me refiero? A que TJ escuchó la historia de principio a fin sin hacer ningún comentario y sin juzgar a nadie, ni siquiera al infeliz de Sinclair. Lo meditó durante varios minutos y concluyó en lo mismo que yo: que todo estaba del asco.
En fin, como le hice prometer que no haría nada con la información que le dijera, a regañadientes se tragó todos los planes que se le iban ocurriendo. Yo había cumplido con mi parte, él haría lo mismo con la suya, y nuestra amistad seguiría como siempre.
Todo iba tan bien que debí sospechar. Pero no lo hice.
Regresé con Monique a Escocia el lunes por la mañana. Para mi mala suerte, al salir del aeropuerto me encontré a Sebastian, quien había ido a recoger a unos socios que llegaban de Londres. Traté de hacer que mi presencia ahí se viera de lo más normal, nos saludamos con cortesía e incluso le pregunté cómo iba su proyecto. Creí que mi actuación no levantaría sospechas, pero me equivoqué. Recibí la llamada de mi padre una hora después.
Como ya no era necesario seguir en la clandestinidad, indagué en los archivos hasta que encontré la dirección del lugar donde trabajaba McNeil. Gerard me había puesto un ultimátum, por lo que debía actuar rápido; así que fue a buscarla, sin importarme nada más.
Al llegar a un local algo pequeño y atiborrado con muebles demasiado coloridos para mi gusto, un sujeto de cara afable dijo que Beth no había ido. Tomé un taxi, con la firme convicción de ir al sitio en el que muy posiblemente estaba.
De nuevo iría a ese pueblo del infierno.
Al llegar a ese sitio que me había traído tantos problemas, no pude evitar sentirme mal. No quería avanzar por la calzada y adentrarme en Wolfhill; pero no sabía si era por todo el precedente que tenía con el lugar, o porque mi instinto insinuaba que quizá ahí no encontraría a Merybeth. A estas alturas, y con todo el estrés postraumático que me había ocasionado el ataque de mi doble, no podía confiar mucho en mi sexto sentido.
El taxi me dejó frente a la granja. Aunque era una visión más esperanzadora que la última vez que estuve aquí, me era imposible deshacerme de la sensación de muerte y soledad que casi me engulle.
Si ellos estaban aquí, lo más probable es que no tuviera el factor sorpresa de mi lado. Era mejor guardar mis inseguridades por un rato y enfrentar las cosas como el hombre que tanto clamaba ser.
Avancé confiado, sosteniendo mi bastón con orgullo. Sí, el imbécil casi hace que me quede paralítico, ¿y qué? No le iba a demostrar lo aterrado que estuve; por el contrario, iba a presumir las heridas de guerra.
Al llegar hasta el porche, me rendí con ese asunto de aparentar. Era obvio que no había nadie adentro. Por las ventanas se podían ver las habitaciones ordenadas, los platos limpios en la rejilla del lavadero, y la ausencia de cualquier detalle que pudiera confirmar la presencia de alguien.
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Dilema [Saga Doppelgänger]
ParanormalDespués de develar la gran mentira que era su vida, Merybeth intenta olvidar los últimos eventos en los que se vio involucrada. Sin embargo, el doppelgänger y su original ya se han visto frente a frente; y una vez que la maldición se activa, ya no h...