Capítulo 05

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MERYBETH


Las primeras semanas de marzo fueron las peores.

Después de ese día —en el que le pedí a Graham que me abrazara—, me repudié por lo que había hecho. Desperté por la mañana, aún con sus brazos rodeándome, y supe que debía empezar de cero. Era mi obligación dejar de lado todo lo que había pasado y concentrarme en buscar a Alex.

Tomé mis maletas, algunas pertenencias que tenía desperdigadas por la casa y, justo cuando iba bajando las escaleras, sobre la mesita junto a la entrada vi el juego de llaves del Jeep negro. Sin pensarlo dos veces, las tomé.

Afuera, el paisaje era de un blanco impoluto. La nieve cubría tanto los enormes pastizales, como las copas de los árboles y el techo de la granja. El cielo luminoso, sin rastro de nubes, se extendía límpido por cada confín. Era una escena tan nostálgica como esperanzadora.

Solo cuando metí mis cosas a la parte trasera del automóvil, y me dispuse a ocupar el asiento del conductor, me di cuenta de la figura inmóvil que me observaba por la ventana del piso de arriba.

El semblante de Graham no reflejaba nada. Al observarlo, parecía que era una estatua de cera condenada a permanecer sin sentimientos por el resto de su existencia.

Sin embargo, sus ojos eran otra historia. A pesar de la distancia que nos separaba, se podía percibir el dolor que transmitían. Incluso podía sentir, muy en el fondo de mi alma, la soledad que se instauraría en el lugar apenas me fuera. Melancolía, devastación, oscuridad...

Cerré la puerta del Jeep sin dejar de mirarlo. No temía que, en cuanto me descuidara, él bajara para detenerme; sabía que sus palabras habían sido ciertas cuando dijo que me dejaría ir si ese era mi deseo. No obstante, si no apartaba la mirada, era porque deseaba encontrar algo en su expresión que me diera una garantía de que estaría bien. No sé, una breve sonrisa o asentimiento de cabeza.

Nada. Eso era todo.

No solo me iba de Guildtown para bien, sino que lo abandonaba, prohibiéndole seguirme. Me iba sin decir adiós y dejando consigo todo lo que fuimos y los fantasmas de lo que pudo ser.

Apenas estuve en el camino, no volví a mirar hacia atrás ni cuando pasé por la casa del bondadoso Chester Graves.

Manejé hasta Edimburgo y alquilé una habitación de hotel de la que no salí durante los primeros dos días. Tenía que sanar antes de continuar.

Luego, llamé a Aileen. Cuando iba a la universidad, alquilaba un piso en Newington que no costaba tanto. Me pasó los datos de la arrendataria y fui a ver el lugar.

Sobre Fountainhall Road, en medio de casitas de ladrillo color arena, encontré lo que sería mi hogar durante las próximas semanas, en lo que reorganizaba mi vida.

Era un sitio confortable. El vecindario se veía tranquilo, del tipo en el que los vecinos son atentos sin llegar a ser entrometidos. Solo pasaba el tránsito local y uno que otro camión cuya parada se encontraba justo enfrente de la biblioteca Newington.

El piso que renté se encontraba en una de las tantas casitas dúplex. Aunque el jardín frontal era bastante pequeño, no se podía negar su peculiar belleza debido a los frondosos helechos de florecillas multicolores que bordeaban el camino de entrada. El pasto, perfectamente podado, se veía lleno de vida por debajo de la delgada capa de nieve que lo cubría. Era una vista espectacular desde el enorme ventanal del piso de arriba, justo donde estaba mi nueva salita.

Dilema [Saga Doppelgänger]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora