ALEXANDRE
Mi mente no le había hecho justicia a McNeil. Era más hermosa de lo que solía imaginarla.
Estaba sorprendida, pero ¿quién no lo estaría? Ni siquiera yo podía creer que estuviera en Edimburgo, frente a la mujer que tanto amaba.
La sucesión de hechos que me había traído hasta aquí bien pudo haber sido escrita por el guionista de uno de esos filmes en los que todo está relacionado entre sí.
Verán, después de escuchar a mi mente decir que me fuera de allí, desperté dando un respingo del susto. La sensación que tuve al abrir los ojos fue como si, literal, alguien me hubiera dado un empujón fuera de esa fantasía.
Empecé a sospechar. ¿Y si no eran sueños? ¿Y si, de alguna forma, podía conectar mi mente con la de Sinclair? Sonaba a locura, lo sé; sin embargo, ¿había algún límite a lo que él podía hacer?
Si las visiones que había tenido eran reales, entonces ya teníamos otro problema. Ese idiota acababa de besar a mi chica.
Puse en una balanza todo lo que se veía involucrado en esa compleja ecuación. Merybeth, mi salud, el proyecto, etc.
¿La conclusión? Regresaría a Escocia para buscar a mi chica, costara lo que me costara. En lo que estuviera lejos, haría mis juntas y revisaría documentos a distancia; después de todo, no planeaba quedarme en Europa demasiado tiempo, solo el suficiente para encontrarla y llevarla conmigo a Canadá, así tuviera que meterla en una caja si se ponía testaruda.
Mi intención era empezar en Port Glasgow, puesto que era muy apegada a su mamá. Pero al encender el teléfono que había olvidado después de desviar la llamada de Sebastian, mis planes volvieron a cambiar.
Al no encontrarme por llamada, mi primo —siempre decidido a obtener la atención que quería—, me mandó un mensaje.
Casi me caigo de la silla al ver las fotos que envió. En la primera estaba McNeil, sentada frente a una mesa redonda de estilo empresarial; sus ojos estaban perdidos en la nada. La segunda era una ficha individual en la que aparecía su foto, datos personales y ocupaciones laborales; al fijarme en la marca de agua en la página, descubrí que decía KennArt's.
¿Era una terrible coincidencia, o en verdad era el destino dándome bofetadas para divertirse un rato?
Después de las fotografías envió una nota de audio en la que, con tono ligeramente amenazador, bromeaba sobre hacerme pagar por no haberle querido cambiar el proyecto debido a que mi ex novia trabajaba ahí.
Ni siquiera le respondí. Ahora tenía una dirección exacta a la cual ir.
Organicé todo. Trabajé como loco el domingo para que no quedara ningún pendiente y presioné a Charly para que me consiguiera el pasaporte lo antes posible.
Para no interrumpir la terapia, Dunne viajó conmigo. Llegamos a Edimburgo al mediodía y rentamos dos habitaciones de hotel en el centro de la vieja ciudad.
Cabe decir que la doctora se negó a esta locura. Pero ante mi amenaza de irme, con o sin ella, no le quedó de otra más que aceptar.
Le dije que estaba cansado del vuelo. Se encerró en su habitación y me fui tan rápido como pude a la dirección que se veía en la foto de Sebastian.
Cuando llegué a la solitaria casa dúplex, pensé en esperarla afuera, sentado en los escalones del diminuto porche. No obstante, mi pie comenzó a punzar. Era bastante obstinado y no quise traer la estorbosa muleta, por lo que mi peso lo apoyaba en un bastón sencillo que no me era de gran ayuda.
ESTÁS LEYENDO
Dilema [Saga Doppelgänger]
ParanormalDespués de develar la gran mentira que era su vida, Merybeth intenta olvidar los últimos eventos en los que se vio involucrada. Sin embargo, el doppelgänger y su original ya se han visto frente a frente; y una vez que la maldición se activa, ya no h...