Capítulo 29

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MERYBETH


Hubiera dicho algo al respecto de no ser porque, cuando entramos a la caballeriza, Charles III relinchó asustado, encabritándose apenas nos vio llegar.

La escena del animal agitado en la oscuridad, tratando de salir de su cubículo y bufando desesperado, fue lo que me distrajo de lo que hacía Graham. Salió después de prender la luz, cerrando las puertas tras de sí y bloqueándolas desde afuera.

Charles se tranquilizó un poco apenas nos quedamos solos. Supuse que lo que lo alteró fue el escándalo al abrir las puertas, puesto que, por muy sensitivos que fueran los animales, había cierta conexión con Graham que los unía a pesar de la naturaleza de este último.

Pasaron los minutos sin que sucediera algo fuera de lo normal. Incluso llegué a relajar los hombros, pensando que nada sucedería. Luego, justo cuando el animal y yo ya habíamos alcanzado un estado de serenidad casi completo, un cristal quebrándose prorrumpió el silencio.

Me asomé por una de las diminutas ventanas. Nada se veía afuera.

Charles relinchó ansioso. Con sus patas delanteras trataba de empujar la puerta de madera que lo encerraba. Se veía asustado, como si estuviera desesperado por salir.

Haber pensado en el vínculo que compartía con Grahms me llevó a la conclusión de que quizá estuviera en peligro.

Estudié las ventanas, ignorando por completo el nudo en la boca del estómago y los golpeteos imperiosos a mi espalda. No eran tan grandes, pero si me quitaba el abrigo de seguro cabría.

Alguien quitó el gancho del cerrojo justo cuando empezaba a desabotonarme la pesada y gruesa prenda. Graham, con expresión indescifrable, entró como si nada malo hubiera sucedido. Si bien se veía serio, parecía ser más por cansancio que por enojo.

Me rodeó la cintura con un brazo. No entendía por qué, en vez de ir a la casa, nos encaminábamos al cubículo de su caballo. Al llegar hasta él lo acarició con parsimonia, tranquilizando los alterados nervios del equino.

—No pasa nada, campeón —murmuró ausente al tiempo que le acariciaba la parte posterior de las orejas—. Estoy bien.

Un nuevo episodio histérico por parte de Charles empezó tras escucharse un sonoro golpe seco en la casa.

El agarre de mi prometido me evitó avanzar hacia la puerta.

—Beth —dijo con el mismo tono—, no vayas. Estaré bien.

Solo entonces, al escuchar sus palabras mecánicas y ver ese gesto ido, me percaté de que él no era Graham. O al menos no el real.

—¡¿Qué está sucediendo?! —grité, perdiendo los estribos. No estaba para sus trucos paranormales.

—Beth...

—¡No! ¡Nada de Beth! —exclamé sin amilanarme—. ¡Explícame qué está pasando!

La bilocación de Graham desvió la mirada. Era obvio que no iba a decir nada. Bien, si a esas íbamos...

Corrí hacia las puertas lo más rápido que mis piernas temblorosas me permitieron. No pude abrirlas ni diez centímetros debido a que las manos a los costados de mi cabeza ejercieron la fuerza opuesta. Sentía el aliento tibio en mi coronilla y su pecho a milímetros de mi espalda.

Sin decir ni una palabra, me abrazó con fuerza. Fue un gesto más protector que cariñoso. Lo hacía solo para evitar que me fuera.

Era una batalla perdida.

Dilema [Saga Doppelgänger]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora