2.

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   Zaria lo observó mientras trataba de calmar su respiración y su oído buscaba cualquier movimiento inusual. No comprendía qué tan lejos había llegado ni qué tan rápido se movieron sus piernas, pero estaba presa del miedo y sus instintos alertas harían cualquier cosa por sobrevivir.

   Bellamy.

   Bajó la espada y trató de ponerse en pie pero soltó un gruñido antes de dejarse caer al césped. Maldijo en voz baja por su inutilidad. Pronto el muchacho apareció agachado a su lado.

   —¿Estás herida? —preguntó en voz baja frunciendo sus cejas oscuras. Ella asintió sin poder quitarle la mirada de las cicatrices que cubrían su rostro. Sabía que Skaikru causaba problemas, pero no imaginaba que terminaran así—. Ven, te ayudaré —dijo, acercándose a ella para envolverla con sus brazos y ayudarla a levantarse. Zaria no lo rechazó en ningún momento, incluso cuando logró pararse no se animó a soltar su brazo.

   —Debemos irnos —susurró buscando con la mirada los ojos marrones de Bellamy, quien se había agachado para tomar la espada de Zaria y entregársela. Era increíble estar frente a una persona que confiara tanto en alguien como ella.

   Claro, él no sabía que pertenecía a Azgeda pero también estaba claro que no era de Skaikru.

   La mirada de Bellamy se clavó en la suya, analizándola. Procuró mirarlo con sinceridad y cierta desesperación, necesitaba un lugar donde quedarse al menos esa noche y creía firmemente que se había encontrado con él por una razón. Al día siguiente analizaría la situación con más tranquilidad y vería a qué parte del bosque podría ir.

   Bellamy asintió sin decir nada, sorprendiéndola una vez más, pero se mantuvo en silencio mientras él apoyaba una mano en su cintura para ayudarla a caminar.

   No logró ocultar su asombro cuando, tras unos minutos en silencio avanzando por el bosque con sus sentidos más alertas que nunca, se halló ante un descampado donde un cerco de alambres y metal protegía lo que sin duda era el hogar de Skaikru. Jamás había estado allí, había oído hablar en la corte de Azgeda sobre cómo habían invadido el lugar pero nunca imaginó que vería un gran arco gris alzarse hacia el cielo oscuro, cubierto por la neblina.

   Al parecer, Bellamy no se dio cuenta de su reacción, ya que siguió avanzando hasta la puerta, donde se leía un cartel sobre esta: «Campamento Jaha». Zaria se abstuvo a preguntar quién era, y en aquel mismo instante, las puertas de metal se abrieron y una luz la cegó por unos segundos hasta que logró ver la silueta de cuatro personas armadas, apuntándoles a ellos. Un reflejo innato hizo que llevara la mano al mango de su espada pero Bellamy habló:

   —Soy yo —dijo. Enseguida, uno de ellos bajó el arma mientras que los otros tres se mantuvieron en vilo. Zaira notó que Bellamy tragaba saliva y su mandíbula se tensaba mientras el muchacho que había bajado el arma se acercaba a ellos.

   Era moreno como Bellamy, pero su cabello era corto y una barba tupida decoraba su rostro. Cuando habló, se dirigió solo a él:

   —¿Quién es? —preguntó, claramente disgustado.

   —La encontré en el bosque —respondió sin inmutarse—, estaba herida y no pensaba dejarla allí.

   Trató de mostrarse neutra, sabía que aquel guardia no estaba feliz con su presencia pero la forma en que Bellamy la defendió, la conmovió.

   —Ni siquiera sabes quién es —replicó el muchacho, esta vez un poco más frustrado.

   —No tengo por qué hacerlo, Miller. Incluso si quisiera hacernos daño, no podría con en este estado.

   Zaria observó la expresión de Miller con mucha atención. Alzó las cejas y, por primera vez, la miró a los ojos. Por un momento, creyó que se libraría una batalla allí mismo, pero entonces, Miller alzó la mano y el resto de los guardias bajaron las armas.

   —Espero que sepas lo que estás haciendo —le dijo a Bellamy antes de dar un paso hacia el costado.

   —Lo sé muy bien —contestó antes de dar el primer paso y ayudar a Zaria.

   Dentro, no vio a nadie. Logró observar algunas camionetas y establos mientras avanzaban bajo la tenue luz de la luna hacia una entrada circular donde Bellamy la ayudó a saltar el pequeño escalón que interfería.

   —Lo mejor sería que fueras a la enfermería, pero no creo que sea una buena idea... —comentó Bellamy en voz baja cuando reanudaron el camino por un largo pasillo gris. A Zaria no le interesaba qué estaba pensando, porque todo lo que veían sus ojos era maravilloso... ¿Cómo era posible que una sociedad del espacio hubiera creado esto en la Tierra, en tan poco tiempo? No cabía duda de por qué llamaban tanto la atención de los clanes...

   Bellamy se detuvo ante una puerta y la abrió dejando ver una habitación casi desprovista de muebles, salvo por una cama, un sofá, un escritorio y un ropero. La única conexión con el exterior era una pequeña ventana que se alzaba en lo alto de la pared contraria.

   —Puedes quedarte aquí —Oyó a Bellamy detrás de ella cerrar la puerta antes de ayudarla a sentarse en la cama—. Iré a buscar a alguien que pueda ayudarte con el tobillo —dijo de pie ante ella, con sus manos sobre sus caderas y una leve sonrisa en el rostro que buscaba infundarle confianza pero Zaria lo miró con el ceño fruncido.

   —¿A quién? —cuestionó, no tenía fuerzas para disimular su disgusto. Había visto cómo Miller y los otros guardias la observaban, esperando cualquier movimiento para dispararle.

   La sonrisa de Bellamy se esfumó y en su lugar, frunció el ceño.

   —Necesitas que te atiendan... —afirmó pero con una voz suave, tal vez procurando hablar con cuidado para no despertar ningún sentimiento negativo en ella, quien suspiró. Bellamy le había demostrado que no tenía por qué temerle a él, pero... Seguía en un territorio desconocido, con gente que podían convertirse en sus enemigos si se enteraban que era de Azgeda y peor aún, hermana de Roan.

   Un suspiro la arrancó de sus pensamientos. Levantó la mirada para observarlo. Estaba con los brazos cruzados y se encogió de hombros antes de hablar:

   —Está bien —dijo—. Creo que lo mejor ahora será que descanses, pero déjame al menos traer hielo para alivianar el dolor.

   Esta vez, Zaira sonrió y él asintió sin decir nada. Aquella idea le gustaba más.

   Bellamy giró sobre sus talones para salir, pero antes de abrir la puerta la miró una vez más:

   —Puedes dormir en la cama, yo tomaré el sofá —dijo con una sonrisa débil.

   Zaira observó cómo desaparecía.

El Viaje → Bellamy BlakeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora