8.

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   —Fue la historia más trágica que jamás he oído —comentó Zaria mientras se sentaba frente a Bellamy con una bandeja llena de comida. Su estómago rugió en cuanto posó la mirada en el trozo de carne que le habían entregado, habían pasado tantas cosas estas últimas horas que había olvidado comer.

   —Toda la Mitología Griega es trágica —replicó Bellamy. Ella levantó la mirada solo para sonreírle y él no dudó en devolverle la sonrisa. Zaria miró a su alrededor, había personas acercándose para almorzar, se notaba el cansancio en sus rostros y estaban tan absortos en sus problemas que ni siquiera se fijaron en ella. Recordó que preparaban la Estación para sobrevivir la radiación y que aún no sabían que solo cien personas entrarían allí—. ¿Qué pasa? —Bellamy llamó su atención. Zaria lo miró, sorprendida de cómo se había dejado llevar por sus pensamientos, sacudió la cabeza.

   —Nada —respondió tratando de sonreír pero no lo logró, así que tomó un pedazo de carne. Bellamy la miró unos segundos con el ceño fruncido mientras masticaba, parecía estar reflexionando hasta que se inclinó hacia delante para captar su atención.

   —No tienes que preocuparte —susurró pero su voz sonó firme y sus ojos lograban comunicar más que su boca. Zaria bajó la cabeza unos segundos.

   —No... —Bufó, sin saber muy bien qué decir—. Es solo que me incómoda ver a todas estas personas trabajando cuando solo cien sobrevivirán —comentó, en un tono más bajo que Bellamy. Por un momento creyó que no la había oído, pero supo que igualmente la comprendió.

   —Lo sé —sentenció. Su expresión se ensombreció tanto que a Zaria le sorprendió. No estaba contento con lo que sucedía, le costaba comprender que no todos estarían en la Estación si el búnker fallaba. Bellamy era tan humano como ella.

   —Sabes... —empezó, captando su atención otra vez—. Cuando huí de Azgeda porque no compartía sus creencias, creí que jamás encontraría un lugar —dijo, su voz era estable pero su corazón latía con tanta fuerza que creía que se escaparía—, pasé noches creyendo que había cometido un error aunque sabía que no podía volver porque me odiaban tanto como a Luna. —Se detuvo, buscando las palabras correctas. Alzó la mirada para encontrarse con la de Bellamy—. Pero entonces, me encontraste. Y no dudaste en traerme aquí. —Observó la expresión de su acompañante, cuyas facciones se habían suavizado. Zaria sonrió—. Lo que trato de decir es que... —Tomó aire—. Me salvaste, Bellamy. Tal vez no salves a todos los que están aquí, pero eso no quiere decir que hayas fallado. Sé que si tuvieras la oportunidad de protegerlos, lo harías. Lo sé porque lo hiciste conmigo, y no sabías quién era. —Esperó a que respondiera, pero en lugar de hablar, sus ojos se clavaron en algún punto de la mesa con el ceño ligeramente fruncido. Comprendió que estaba procesando lo que acababa de decirle y, en parte se sorprendió, porque eso quería decir que ni siquiera él pensaba de esa forma sobre sí mismo. Se preguntó cómo era posible que llevara tanta carga sobre sus hombros—. ¿Sabes qué? —cuestionó poniéndose de pie. Bellamy la siguió con la mirada confundido—. Iremos a ver las estrellas.

   Frunció el ceño.

   —¿Ahora? —preguntó sorprendido. Ella rió.

   —Sí, ahora.

   —Pero aún es de día —replicó sin poder creer lo que Zaria ofrecía.

   —El camino es largo. Vamos —apuró—. Ponte de pie, Bellamy —ordenó divertida, logrando su cometido. Bellamy levantó ambas manos rendido, su rostro había cambiado por completo. Toda la tensión que mostraba, había desaparecido en cuanto comenzó a caminar junto a ella.


   Fuera, el aire fresco obligó a Zaria a cerrarse la chaqueta mientras esperaba que Bellamy trajera una mochila que, según él, tenía todo lo necesario para salir de la Estación. Cuando apareció, vestido con la chaqueta de guardia, los pantalones holgados, las botas oscuras y la mochila, también tonó que de la cintura colgaba el cinturón con una pistola.

El Viaje → Bellamy BlakeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora