4.

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   Zaria se quedó de pie, esperando paciente la respuesta de Bellamy, quien al principio miró hacia abajo e hizo una mueca antes de alzar la mirada. Por un momento, creyó que allí mismo acababa el plan de quedarse con Skaikru por un tiempo, pero entonces, Bellamy suspiró.

   —Si eres la hermana de Roan... ¿Qué hacías en el bosque?

   Esta vez, fue ella quien se quedó en silencio. Era obvio que Bellamy comenzaría a hacer preguntas, pero no tenía ni idea qué decir ahora que había llegado el momento. Al parecer, él notó su incomodidad y suspiró antes de acercarse a ella.

   —Vamos. Hablaremos luego —dijo ayudándola a caminar hacia el baño.

   Jamás estuvo tan agradecida de tomar una ducha. Había pasado meses desde la última vez que había tocado agua caliente, se había acostumbrado a sobrevivir con el lago más cercano a su paradero y, ahora que estaba bajo algo que no imaginaba volver a vivir, no quería salir. Sobretodo porque no quería enfrentarse a Bellamy. Sabía que estaba del otro lado de la puerta esperándola, pero no estaba segura de que estuviera haciéndolo solo... ¿Si había llamado a Clarke y le había contado? No hacía falta ser inteligente para darse cuenta la confianza que existía entre ellos y estaba casi segura que Clarke seguía ocupando un lugar importante aquí luego de ser Embajadora en Polis.

   Se vistió a duras penas. Bellamy le había entregado una camiseta sin mangas con una chaqueta gris que pertenecía a los guardias, al principio, Zaria dudó en vestirla pero llegó a la conclusión de que sería lo mejor. Terminó por ponerse en pantalón y cargó las botas en mano.

   Al salir, para su sorpresa, encontró a Bellamy solo, sentado en la cama y con un libro en su regazo que dejó a un lado cuando la vio salir.

   —Mi tobillo todavía duele —comentó dejando caer las botas al suelo. Él se encogió de hombros.

   —Deberías usar algo igual.

   —¿Por qué? —preguntó—. No es como si fuera a salir, ¿verdad?

   Bellamy la miró unos segundos, tratando de descifrar qué era a lo que se refería pero Zaira trató de mostrarse neutra. Solo necesitaba saber si iba a contarle al resto de Skaikru que una Azgeda estaba entre su gente, vistiendo como ellos.

   —Podemos quedarnos aquí, si quieres —dijo. Zaria creyó por un momento que seguiría hablando pero se detuvo. Ella asintió, sin saber bien cómo reaccionar. Le estaba dando la opción de estar alejados del resto. La hospitalidad de Bellamy era algo nuevo para ella, conociendo lo que su madre hubiera hecho de haber hallado alguien de Skaikru en territorios de Azgeda. Sin embargo, así como Bellamy se mostraba tranquilo frente a su presencia, Zaria tenía bien claro que no todos reaccionarían de la misma manera.

   Bellamy volvió a sentarse en la cama y tomó su libro para fundirse en la lectura. Zaria lo observó unos segundos, logró captar el título en letras doradas que resaltaba sobre el rojo del fondo: Mitología Griega. Alzó las cejas. Jamás había oído hablar de algo igual y se preguntó si era una lectura típica de la sociedad del espacio.

   Esperó a que Bellamy notara que lo estaba observando, pero no lo hizo. Siguió tan absorto en la lectura que parecía haber olvidado su existencia, así que comenzó a caminar con cuidado por la habitación de paredes grises como el resto de la estancia. Se acercó a una mesa junto a la cama y abrió el cajón, esperó encontrar un instrumento para peinarse y sonrió cuando así lo hizo. Desenredó su cabello castaño y mojado en forma lenta, eran cosas simples y cotidianas como esta lo que más extrañaba desde que vivía en el bosque. Cuando era pequeña, su madre solía peinar su cabello y trenzarlo por los costados hasta que aprendió hacerlo ella misma. Pensó que recrearlas allí mismo, no lo había hecho desde que había escapado y las extrañaba. Además, era una forma de mantener cerca lo que alguna vez fue su hogar.

   Al terminar, dejó el cepillo donde lo había encontrado y se sentó en el borde de la cama, ya cansada de estar de pie, su tobillo volvía a molestarla una vez más. Giró la cabeza y se encontró con Bellamy aún absorto en su lectura, los rulos le caían sobre su frente y de vez en cuando, los apartaba inconsciente con la mano. Vestía una camisa clara de mangas cortas, no llevaba chaqueta. Sus pantalones oscuros eran holgados y tenía los pies uno arriba del otro con unas botas negras similares a las que le había entregado antes de bañarse.

   —¿Qué lees? —preguntó. Bellamy alzó la vista, no esperaba ser interrumpido. Una sonrisa pequeña apareció en su rostro mientras observaba de forma rápida el cabello de Zaria.

   —Me gustan las trenzas —comentó con voz sincera.

   —Gracias —respondió sin lograr ocultar una sonrisa.

   Bellamy le entregó el libro que tenía en sus manos, era grande y pesado. Zaria lo abrió para encontrarse con unas páginas amarillentas.

   —Mitología Griega —dijo mientras ella acariciaba las hojas. Jamás había estado frente a un libro así, la única razón por la que había aprendido a leer era porque su madre la obligaba y en toda su vida solo leyó cartas de Embajadores, las cuales siempre llevaban algún tinte de violencia incluso cuando se suponía que el objetivo era otro—. ¿Quieres que te lo preste? —preguntó, arrancándola de sus pensamientos. Levantó la mirada algo alterada y se encontró con Bellamy inclinado hacia delante, creando una conversación más íntima.

   —No, está bien —respondió irguiéndose y tendiéndole el libro. Dudó unos segundos antes de tomarlo.

   —Puedes devolvérmelo cuando termines de leerlo —replicó con el ceño ligeramente fruncido. Zaria no logró contener una risa, incluso el sonido de esta le pareció extraño.

   —Míralo, es enorme. No lo acabaría ni en cien años —bromeó y Bellamy sonrió mirando primero al libro, como si quisiera corroborar el tamaño y luego volvió sus ojos a ella. Abrió la boca para responder pero la puerta de abrió en aquel instante.

   Clarke ingresó y apurada cerró la puerta detrás de ella.

   —Hola, Zaria —saludó mirándola. Ella solo hizo un movimiento de cabeza mientras Bellamy se ponía de pie—. Hablé con Raven —soltó Clarke. Desde donde estaba, Zaria solo lograba ver la espalda ancha de Bellamy y parte del rostro de Clarke, el cual mostraba cierta preocupación. Sabía que no podía haber estado todo este tiempo solo mientras ella estaba en la ducha, seguramente había salido o Clarke entrado para hablar y ahora estaban terminando la conversación—. Creo que deberías quedarte —susurró Clarke, no necesitó mirar a Zaria para saber que lo decía por ella.

   —¿Irás tú? —preguntó Bellamy, la rubia asintió.

   —Sí. Tú quédate.

   Bellamy asintió y antes de que Clarke desapareciera, soltó:

   —Cuídate.

   Ella asintió y, antes de irse, le echó un vistazo con una sonrisa a Zaria, quien se la devolvió.

   —No tienes por qué quedarte —dijo mirando a Bellamy mientras se acercaba a la cama otra vez—. Estaré bien.

   Frunció el ceño, confundiéndola, mientras se recostaba y tomaba el libro del regazo de Zaria.

   —No puedo irme hasta que me cuentes tu historia —bromeó, dejando entre ver una sonrisa. Zaria hizo una mueca para evitar reír y desvió la mirada antes de volver a Bellamy.

   —Estoy segura que la Mitología Griega es más interesante que mi vida.

   El rostro de Bellamy se contrajo de forma graciosa.

   —¿Más interesante que la hermana de Roan, Rey de Azgeda, esté sentada a mi lado? Vamos... —Se acomodó aún más en la almohada de la cama—. Pruébame.

   Zaria debió contener la risa una vez más. Y entonces, analizando la situación, se dio cuenta que no tenía otra opción que hablar.

El Viaje → Bellamy BlakeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora