6.

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   Zaria fue la primera en romper el abrazo antes de que la situación se tornara incómoda. Lo hizo a duras penas. No deseaba alejarse y ver lo que sucedía a su alrededor: Skaikru había comenzado con sus tareas. Hombres y mujeres caminaban eufóricos de un lado a otro, preparando materiales para llevar a cabo lo que Clarke les había pedido. Era increíble la influencia que tenía la rubia sobre su gente, no cabía duda de por qué se había convertido en su Embajadora. Pero lo que más llamaba su atención era que ninguno le prestaba atención a la chica del cabello trenzado; pensó que tal vez, entre todo el ajetreo, ella era una más. La presión que sentía en el pecho hasta ese entonces, desapareció.

   —¿Qué hacemos ahora? —preguntó mirando a Bellamy, quien ya tenía los ojos sobre ella y las manos apoyadas en su cadera. Se encogió de hombros y miró a su alrededor, tal vez buscando una respuesta pero en lugar de dirigirse a Zaria, frunció el ceño.

   —Espera aquí —dijo sin siquiera mirarla. Zaria observó cómo se retiró con cierto apuro hacia la puerta que separaba a Skaikru del resto de la humanidad, ni siquiera lo dudó antes de apurar el paso y seguirlo.

   Allí se encontraba un grupo reunido, mirando horrorizados a cinco personas que estaban arrodillados en el suelo. Algo andaba mal. Mientras todos se mantenían alejados, incluso Bellamy, Zaria se acercó, una persona trató de detenerla tomándola por el brazo pero no se detuvo a mirar quién fue. Se dejó caer frente frente a dos heridos.

   —¿Qué hace todavía aquí? —Oyó preguntar detrás de ella, no tuvo que darse vuelta para reconocer la misma voz que la recibió la noche anterior.

   —¿Qué sucede? —cuestionó Zaria, la muchacha que tenía delante alzó la mirada. Incluso con el rostro rojizo e hinchado, jamás confundiría la melena rebelde y los ojos marrones de Luna. Se quedó sin habla y se puso de pie antes de que hablara. 

   Por un momento creyó que rebelaría su identidad, cuando sus ojos la siguieron pero entonces, llegó Clarke junto a una mujer mayor que, supuso, era su madre. Y toda la atención de Luna volvió a concentrarse en la pequeña que llevaba en brazos.

   —¿Estás bien? —preguntó Bellamy apoyando su mano en el brazo de Zaria, quien giró sobre sus talones aún descolocada.

   —Sí —respondió asintiendo, tratando de convencerse a sí misma que no acababa de ver a una persona que conocía de Polis.

   Notó que Bellamy no le creía, se veía en su expresión pero ella trataba de esquivar su mirada sin mucho éxito.

   —Vamos adentro —dijo por fin, él se mostró sorprendido. Antes de que pudiera reaccionar, Zaria lo tomó de la mano y lo sacó de la multitud que se había juntado en la entrada.

   —¿Estás bien? —cuestionó otra vez, cuando ya caminaban al a par. Zaria se maldijo por no poder caminar con más rapidez o al menos tener un escondite cerca para lograr calmarse.

   —Bellamy... —empezó, deteniéndose de golpe y dándose la vuelta para mirarlo. En aquel mismo instante, una camioneta se detuvo con un fuerte chirrido antes de golpearlos. Zaria se asustó pero no logró moverse, mientras que Bellamy había logrado tomarla de los brazos y correrla hacia un costado.

   El corazón se le desbocó pero el muchacho no se mostró nada cohibido de pie frente al vehículo, sino que su rostro se contrajo por completo cuando vio al conductor, quien abrió la puerta y bajó.

   —¿Quién es? —cuestionó con voz calma, señalándola. Zaria observó con los brazos cruzados al hombre calvo, de piel oscura y barba. Estuvo a punto de responderle, pero Bellamy se adelantó.

El Viaje → Bellamy BlakeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora