14.

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   —Bellamy, está bien... —susurró por tercera vez Zaria, sentada en el borde de la cama de Bellamy, quien paseaba de un lado a otro, alterado.

   —No, no lo está —replicó, deteniéndose. Apoyó sus manos en la cintura y su mandíbula se tensó—. Te dije que aquí estarías bien, pero...

   —Ey —llamó Zaria, poniéndose de pie y posando sus manos sobre sus brazos, luchó buscando la mirada de Bellamy, pero al principio se negó hasta que se animó a mirarla también—. No es tu culpa —afirmó—. No hiciste nada malo —añadió cuando notó que no estaba del todo convencido—. Es una situación difícil, no me sorprende —explicó. Las facciones de Bellamy se suavizaron y, en su lugar, frunció ligeramente el entrecejo.

   —No es excusa —respondió. Zaria suspiró.

   —Tienes razón —admitió, volviendo a mirarlo—. Supongo que Praimfaya nos afecta a todos —dijo, tratando de sonreír. Bellamy ladeó la cabeza y tomó una mano de Zaria para acariciarla con cariño—. No vuelvas a decir que lo sientes —pidió en broma. Él sonrió.

   —Es difícil —respondió, arrancando una risa de Zaria. Notó que estaba a punto de decir algo más, así que no lo interrumpió—: ¿Viste a mi hermana?

   Un nudo se armó en su estómago, sin saber muy bien por qué. Recordó la forma en que Octavia lo había tratado y cómo casi asesina a Ilian, lo que menos deseaba en estos momentos era volver a verla, pero una parte de ella comprendía por qué Bellamy aún se preocupaba.

   —La vi irse —respondió a su pesar. No le sorprendió cuando Bellamy frunció el ceño y soltó su mano.

   —Iré con Kane —dijo.

   —Voy contigo —se apuró a decir, una sonrisa recorrió el rostro del Bellamy antes de salir de la habitación.

   Ambos se encaminaron en silencio hacia la salida. Zaria no se sentía nerviosa ni asustada, sabía que debía estarlo pero ya estaba acostumbrada a esa clase de comportamiento. Jamás tuvo una pistola apuntando a su cabeza, pero sí una espada o daga. La violencia era la razón por la que había escapado de Azgeda y una parte de ella se sentía decepcionada al darse cuenta que la humanidad no había cambiado, pero miró a Bellamy, que caminaba a su lado y pensó que no todos eran como el hombre que quiso asesinarla.

   Cruzaron la puerta redonda y se encontraron tanto con Kane como con un grupo de gente, al parecer estaban reclamándole por qué había hecho sonar una falsa alarma. Zaria miró al cielo, estaba cubierto de nubes pero la luz no alumbraba de la misma manera que antes, ahora era diferente. Mientras antes se veía el verde brilloso del césped, ahora se encontraba opaco. Estaba claro que en cualquier momento caería la lluvia ácida y estaban corriendo un gran riesgo al estar allí parados, incluso Bellamy lo notó.

   —¿Dónde está mi hermana? —preguntó a Kane, cuando este se acercó. Le echó un vistazo a Zaria pero decidió responderle primero a Bellamy:

   —Desapareció hacia el bosque —respondió, parecía realmente afectado por lo que debía comunicar. Él asintió, antes de decir:

   —Debo buscarla. —Dio un paso hacia el costado y Zaria lo detuvo tomándolo del brazo antes de que pudiera pensarlo dos veces, tanto Kane como Bellamy se mostraron sorprendidos.

   —¿Qué haces? —cuestionó—. Sé que es tu hermana, pero no puedes salir ahora, cuando una lluvia ácida puede caer en cualquier momento.

   Bellamy miró al suelo, contemplando lo que acababa de decirle.

   —Tiene razón —continuó Kane, captando la atención del muchacho—. Octavia sabrá qué hacer, tú debes quedarte... Con ella.

   Las últimas palabras hicieron que Bellamy girara la cabeza hacia Zaria, quien aún tenía apoyada la mano en su brazo, pudo notar cómo miles de pensamientos se acorralaban en su mente mientras ella rogaba porque le hiciera caso a Kane.

   Sintió un pinchazo en el cuello que la hizo alejarse de Bellamy y tocar la zona, buscando por algún insecto o lo que fuera que hubiera causado la picazón, pero no encontró más que agua.

   —Creo que ya está aquí —soltó. En aquel mismo instante, varias gotas comenzaron a caer y reinó el caos.

   Kane comenzó a gritar que entraran. Todos corrieron hacia la entrada congestionada, Bellamy tomó la mano de Zaria mientras luchaban por ingresar y las gotas quemaban su piel. Era difícil no soltar gritos o que las lágrimas no se acumularan en sus ojos, incluso cuando logró ingresar, sentía el ardor. Notó que Bellamy la había soltado y cuando giró la cabeza para ver qué sucedía, vio que, junto a Kane traían a un hombre que había caído en el barro.

   —Ven —dijo Bellamy, tomándola de la mano, alejándola del hombre. Se pusieron de pie junto a un balde lleno de agua y comenzaron a desvestirse para mojarse y aliviar el dolor.

   Zaria soltó un suspiro cuando su cuerpo se calmó y su piel ya no chillaba, cerró los ojos unos segundos mientras sus oídos aún eran inundados con el ajetreo de la gente desvistiéndose y mojándose.


   Se vistió con ropa nueva, la misma que Bellamy le había prestado el primer día. Salió al pasillo, encaminada hacia el salón del comedor, donde los heridos por la lluvia estaban siendo atendidos. Vio al mismo hombre que Kane y Bellamy habían salvado, recostado luchando por su vida mientras una joven estaba sentada junto a él.

   Alejó la mirada, no podía seguir mirando aquella escena tan triste. Vio a Bellamy y Kane, el primero estaba de pie junto al segundo, quien estaba sentado con una radio en sus manos. Zaria se acercó.

   —Kane, debo ir —dijo Bellamy, su voz decidida. Zaria lo miró confundida.

   —¿Ir a dónde? —preguntó, quería añadir que aún seguía lloviendo pero era algo obvio, ya que podía oír las gotas golpear contra el techo de la Estación. Bellamy la miró unos segundos a Zaria, lo que llamó su atención.

   —Hay dos personas en el bosque y puedo salvarlas —contestó, sus ojos clavados en Kane—. Sé que puedo.

   —Pero está lloviendo —replicó Zaria, sin poder contenerse. La mandíbula de Bellamy se tensó.

   —No irás, Bellamy —dijo Kane, sin siquiera mirarlo.

   —Peter era uno de los cien, se lo debo —contestó—. Iré —añadió, dándose la vuelta pero Zaria lo detuvo antes de que pudiera alejarse.

   —¿Qué es lo que buscas, Bellamy? No entiendo —cuestionó en voz baja, para que solo él la oyera, su voz cargada de molestia mientras Bellamy evitaba mirarla, como si tuviera miedo de cambiar de parecer—. No puedes jugar a ser héroe todo el tiempo.

   Su comentario hizo que Bellamy clavara sus ojos en ella. Su mandíbula tensa y Zaria se preparó para una discusión, no le importaba pelear mientras que él se mantuviera de pie donde estaba pero cuando respondió con el tono más neutral posible, el alma se le cayó a los pies:

   —Mira, puedes quedarte aquí pero yo iré —afirmó. Esta vez, cuando se alejó, Zaria no volvió a detenerlo, sino que se quedó de pie sin saber qué hacer.

   —Iré a hablar con él —dijo Kane, de pie a su lado. En cuanto Zaria asintió, él también desapareció.

   Pasó sus manos por su cabello, exasperada. No podía creer que Bellamy estuviera dispuesto a arriesgar su vida por dos personas. Una parte de ella lo admiraba por ser tan abnegado pero la otra sabía que lo que deseaba hacer era una completa estupidez. Sin embargo, si algo había aprendido de él en este tiempo era que nadie podía sacarle una idea de la cabeza, así que decidió sentarse detrás del escritorio y esperar a que Bellamy tuviera al menos una radio para comunicarse.

El Viaje → Bellamy BlakeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora