Abro los ojos lentamente y veo que todo a mi alrededor está de color blanco.
¿He muerto?
Intento moverme. Todo el cuerpo me responde. Me quito la sábana con la que estoy tapada, también de color blanco. Salgo de la suave superficie sobre la que estoy y apoyo los pies, que están descalzos, sobre el suelo. El frío recorre la planta de mis pies, lo que me da a saber que sigo viva.
Camino hasta la pared y la toco. Vibra. ¿Cómo es que vibra una pared? Apoyo ambas manos como soporte y pego la oreja. El zumbido se hace más fuerte. No tiene sentido. Palpo las paredes, buscando alguna puerta. Pero está cerrada herméticamente.
Tiene que entrar aire por algún lado.
Me quedo en silencio. Sin mover ni un solo músculo y respirando lo más levemente posible.
Pero nada.
No se oye nada.
Me agarro del pelo con fuerza del pelo y grito. Me da igual que alguien me escuche. ¿Cómo he llegado aquí?
Intento hacer memoria, pero todo está tan blanco como la habitación en la que me encuentro.
Empiezo a vagar por mi memoria. Pero no hay nada. Y cuando digo nada es nada. No recuerdo nada.
No recuerdo ni quien soy.