Capítulo 4

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Después de que Christian se fuera, Cass se metió a darse un baño aprovechando que Michell había salido un rato para ayudarle a Isabel a hacer galletas, al salir iba envuelta con una toalla blanca en el cuerpo y otra en el pelo, justo cuando abre la puerta del armario encuentra a Ethan dentro, quien la jala y la obliga a entrar cerrando la puerta con seguro a su espalda.

- ¡¿Qué haces aquí?! – ruge Cass desesperada.

- Solo quiero hablar contigo...

- ¿Qué quieres?

- No puedo separarme de ti, por alguna extraña razón me siento atraído y fascinado por ti, me cautivaste, Cassandra. – Cass abre los ojos como platos y baja la guardia, cosa que Ethan aprovecha...

Ethan le toma la cara entre las manos y desciende hasta que sus ojos están a la misma altura, se pierde en las profundidades de sus ojos turquesa y se queda sin aliento momentáneamente; el aliento de él le golpea las mejillas como una brisa fresca; cuando ella baja la vista hasta sus labios cincelados él los entreabre unos centímetros y ella siente la tentación de besarlo.

Él está librando una batalla en su interior, se debate entre hacer lo correcto y alejarse de Cassandra para no enamorarla y lastimar el ego de Abby, sí su ego, porque ella no lo ama, solo es caprichosa y de momento, Ethan es su capricho; o dejarse llevar por sus deseos y lanzarse de cabeza al precipicio del amor de la mano de Cass y arriesgarse a terminar con Abby, enfrentarse a las consecuencias: que Javier lo corra del hospital y que hable con el director y el rector de la universidad para que le quiten la beca, no poder ir a ver a Cass porque esté Abby...

Por su parte, Cass también está librando una batalla mental: dejarse enamorar y entregarse por completo a Ethan (el novio y capricho de su prima) o empezar una relación con Christian y olvidar a Ethan...

A sólo unos centímetros de besarla, Ethan le susurra a Cass, rozándole los labios al hablar:

- ¿Alguna vez te habían besado? – Cass incapaz de articular palabra solo negó con la cabeza y él sonrió de lado.

- Me alegro de ser el primero... - y la besa.

La besa, lentamente, es un beso puro, casto, tierno, el primero... pasaron minutos o tal vez horas, nadie puede asegurarlo, a Cass le dolían los labios, él ya no los sentía, pero no quería apartarse y enfrentarse a su furia. Pero unos golpes en la puerta del cuarto los hizo dar un brinco y un paso atrás. Se miraron a los ojos y ninguno pudo descifrar los sentimientos del otro.

- ¡Oh, por Dios! Si Abby nos encuentra así, nos matará... - señaló su cuerpo únicamente cubierto por una toalla blanca y el armario cerrado.

- Solo abre la puerta, yo me quedo aquí y prometo no hacer ruido. – Cass se ruborizó y salió por la puerta, respiró hondo y avanzó hacia la puerta para abrirle al demonio de su prima.

- Dime, Abby, ¿qué se te ofrece? – Abby enarca una ceja y la mira furiosa.

- Me pasa que sé perfectamente que andas tras mi novio quien por cierto pensé que estaba aquí... - se asoma y empuja con el hombro a Cass al pasar, entra y examina a conciencia la habitación, cuando está completamente convencida de que no está se vuelve hacia Cass.

- ¿Qué hacías?

- ¿No es obvio? Me daba un baño.

- Como sea, ni me interesa, me voy, pero te advierto que Ethan es mío, que me ama a mí y que nunca me dejaría por una chica tan... poco femenina, como tú.

- ¿Tan segura estás de que te ama? – la desafía Cass enarcando su ceja derecha.

- Completamente. – Abby alza la barbilla como un gesto que resuma confianza y altanería.

- Bien, me alegro. – dice sonriente Cass y le cierra la puerta en las narices, le pone seguro y corre al armario.

- Sal de aquí ahora mismo y no vuelvas. – dice con una voz como el hielo, muy distante.

- Pero yo creí que... después de besarte yo... - tartamudea nervioso y desesperado.

- Eres su novio, Ethan, ¿qué esperabas? No soy una de esas, es mi prima y estoy viviendo en su casa, ¿Quieres otra razón? – Ethan la miró desesperado y ella sintió que su firmeza se desmoronaba.

- La dejaré, no me importa enfrentarme a la furia de su padre, yo no puedo dejarte ir, sé que eres la mujer de mi vida...

- No, por favor, no digas más, has elegido lo más arriesgado... para ambos, si haces eso me echarán de aquí junto con mi hermana y a ti te odiarán...

- Solo puede correrme del hospital y quitarme la beca...

- ¿Qué más quieres? ¿Que te decapiten o qué? ¡Es una locura!

- Está bien, voy a intentar dejarla poco a poco, hasta que ella decida terminar la relación por presión, ¿ok? – Cass desvió la mirada y solo susurró débilmente:

- Vete ya. – él agachó la cabeza y salió del armario, pasó junto de ella, pero se regresó y le dio un cálido beso en la frente.

Cass cerró los ojos con fuerza y encorvó los hombros, cuando escuchó la puerta cerrarse se echó a llorar, justo cuando había empezado a calmarse su teléfono suena.

- ¿Bueno? – su voz estaba apagada, rota, vacía...

- ¿Cariño? – la voz de su padre la reconfortó tanto que casi se pone a llorar de nuevo, pero contuvo el aliento e inspiró varias veces para calmarse.

- ¿Qué pasa, papá? – su padre carraspeó, como siempre que iba a decirle algo doloroso o que no le gustaría.

- ¿Papá?

- Me despidieron ayer, hoy vi una orden de desalojo en el buzón y yo... no tengo dinero para nada... - su voz se quebró y comenzó a sollozar en silencio, Cassandra sabía que estaba llorando por su respiración y los pequeños sollozos que se le escapaban.

- Papá, todo va a estar bien, tal vez puedas venir aquí, yo no creo que mi tío Javier te deje en la calle...

- Cass, cielo, no tengo dinero ni para la gasolina. Tal vez lo mejor sería vender la camioneta para poder pagar algunas facturas o la casa...

- No, mañana te hablo, voy a ver qué puedo hacer, papá, no la vendas, es lo único propio que tienes...

- Pero, Cass, no tienes que mantenerme, yo veré qué hago, solo te lo dije para que supieras que no iré a verlas en una larga temporada. Cuida a tu hermanita, por favor.

- De eso nada, eres mi padre y yo velaré por ti hasta que me muera. – dijo con rotundidad y esperanza de encontrar alguna solución.

- ¿Cass? – la voz de su padre no sonaba tan confiada como otras veces.

- ¿Papá?

- Te amo, mi niña. – Cass no pudo más y comenzó a sollozar muy fuerte.

- No llores, por favor. – le rogó su padre también llorando.

- Te amo, papá. Buenas noches, que descanses. – y colgó para no seguir martirizándose con los sollozos de su padre.


¿Te cuento un secreto, corazón...?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora