El legado de los hijos de la anarquía (Sons of anarchy)

20

—No me has saludado.— digo al sentarme en el columpio que está junto al suyo.

—Estoy algo distraído.— dice mirando hacia otro lado.

—Puedes contarme lo que te pasa, soy buena escuchando.— solo cuando se gira hacia mí veo las lágrimas en sus ojos.

—Es porque soy un fracaso.— algo en mí hace que sepa que debo abrazarle.— No pude protegerte de esos nazis.

—Eso no es culpa tuya.— susurro mientras acaricio su pelo.

—No pude proteger a mi hija.— parece que lleva mucho tiempo cargando esto en su conciencia.

—¿Qué pasó?— tengo la esperanza de que en realidad él no sea responsable.

—Quisieron vengarse de mí y le prendieron fuego a mi hija ante mis ojos.— no me extraña que llore, es mucho peso para una conciencia.

—Eso tuvo que ser horrible.— Tig asiente y yo le doy un pañuelo que saco de mi bolsillo (yo también soy muy de llorar).— Pero aún tienes a Venus, y ella te necesita.

—También tengo otra hija.— esto parece entristecerle más.— No quiere saber nada de mí.

—No sabe lo que se pierde.— porfin consigo sacarle media sonrisa.

Empiezo a levantar los pies intentando balancear el columpio.

—¿Se puede saber qué haces?— dice él riéndose, y aunque sea a mi costa, me alegra que se sienta mejor.

—Nunca he podido darme impulso yo sola.— admito avergonzada.

—¿No has tenido infancia?— se quita las gafas como si no me pudiera creer.

—Mi madre tenía mejores cosas que hacer.— como meter entre rejas a gente como mi padre o yo (supongo que no estaría muy orgullosa, pero eso es algo que nunca conseguí).

—El secreto está en saber cuando estirar las piernas y cuando doblarlas.— se coloca detrás de mí y me da un empujoncito para que pueda empezar.

Es perfecto, a mí me falta la figura paterna y Tig ha perdido una hija, encajamos bien.