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—No hace tanto calor.— ni sé de dónde saco voluntad para perdirle que deje de desnudarse.

—¿Estás segura?— amenaza con quitarse la camiseta.

—No estoy segura de nada.— necesito tiempo pero con esta tentación es difícil esperar.

—Espera.— se pone el chaleco a toda prisa y se aparta de mí.

—Siento que...— me hace una seña para que me calle y yo la obedezco.

—¿No lo oyes?— como una idiota me asomo por la ventanilla y a lo lejos veo un coche negro con dos tipos que llevan gafas de sol dentro.

—Es una trampa.— sé cómo actúa la policía.— ¡Vámonos de aquí! ¡Ya!

—¿Estás segura?— para una vez que sí lo estoy y no se lo cree.

—O nos sacas de aquí o te dejo solito con las armas.— parece que esto sí le convence y pone rumbo al club.

Cojo el teléfono, seguro que ese coche no es el único y necesitaremos refuerzos.

—¿Papá? Ha habido una redada, avisa a los Niners y manda a alguien que nos ayude. Vamos de camino a Diosa.— después de esto cuelgo el teléfono y me doy cuenta de que el coche negro nos sigue.

—Joder, tenías razón.— Thomas también los ve y acelera más.—¿Crees que saben lo que llevamos?

—¿En serio?— parece que Abel se llevó todas las neuronas.— Claro que lo saben Sherlock.

A entrar en la carretera se nos unen dos coches patrulla que estaban esperando.

Encienden las sirenas.

—No debería parar, verdad.— algo me dice que este chico no es precisamente Einstein.— Estaba bromeando.

—¿Crees que es un buen momento para bromear?— igual es porque no estoy acostumbrada a las emociones fuertes pero se me va a salir el corazón del pecho.

—Peor sería cuando estemos en la cárcel.— espero que siga bromeando.

El legado de los hijos de la anarquía (Sons of anarchy)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora