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—Kurt y Courtney, Don Quijote y Dulcinea, Ulises y Penélope, Marco Antonio y Cleopatra...— creo que me había quedado dormida varias veces escuchando a Happy.— Ya está terminando.

—¡Quiero verlo!— me puse de espaldas a el espejo y usé una bandeja para reflejarme.—Está genial.—digo abrazándole, creí que no tenía corazón pero le estoy oyendo latir así que se me ha caído un mito.

Por fin tenía mi tatuaje  como todos los demás miembros de los hijos de la anarquía.

—Ya te puedes poner la camiseta.— dice apartándose con toda la delicadeza que puede.

—¿Ya habías hecho tatuajes?— cuando yo me pongo la camiseta él levanta la suya, tiene el torso lleno de caritas sonrientes.— ¿Por esto te llaman Happy?— él asiente, unas parecen más antiguas que otras y me resulta extraño.— ¿Tienen algún significado?

—Son las personas a las que mato.— esta noche rezaré por no convertirme en una carita feliz para Happy.

—Vale.— claro, finjamos que es normal que mi tatuador sea un sicario.

—A ver, deja el vendaje unas 24 horas, cuando te lo quites hazlo con cuidado.— en estos momentos me dedico a pensar en qué camisetas podría ponerme para que se vea el tatuaje.— Después lo lavas con cuidado, casi es más cómodo en la ducha, y dejas que se seque al aire. Además te tienes que poner esta pomada.— me da un bote lleno de crema.

—¿Cuántas veces tengo que hacer esto?— qué bien huele la crema ¿parezco idiota oliendo bote de pomada?

—Unas tres veces al día.— joder, un tatuaje da más trabajo del que esperaba.— Aquí viene lo obvio, no te rasques, no lo expongas al sol, no te pongas ropa demasiado ceñida...— lo que faltaba, más prohibiciones.— Y si ves que se hincha demasiado o algo raro, avísame.

El legado de los hijos de la anarquía (Sons of anarchy)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora