Al marcar las cinco de la tarde, el avión despegó como un gran pájaro. En el aeropuerto había gente que despedía a los que se iban, personas que esperaban el próximo vuelo, visitantes que acababan de bajar del avión...Y entre ellos, estaba allí Tara, una niña de trece años. Tenía el pelo castaño y largo y unos grandes y redondos ojos verdes. Ella no había subido en toda su vida en un avión, pero disfrutaba viendo como volaban y despegaban en su tiempo libre. Algunos días, subía a la terraza de su casa y allí se quedaba, contemplado los aviones que, desde lejos, eran tan pequeños. Ella decía que eran "los lápices del cielo". Y es verdad, pues cuando vuelan, van dejando un rastro parecido a los garabatos que se hacen en una hoja de papel con un lápiz. Sacaba fotografías y, en ocasiones, pintaba un dibujo simple de los aviones. Gracias a ellos, la fotografía y la pintura eran sus talentos, por lo que todo el mundo decía que de mayor sería fotógrafa, pintora, diseñadora...o tal vez piloto. Esta última profesión era la que mas fascinaba a Tara, aunque todavía no estaba segura de qué quería ser de mayor.En la escuela, nadie la entendía. Pocas personas de su edad estaban ilusionadas con los aviones tanto como lo estaba ella. Ni siquiera su hermano mayor, Main, que a pesar de que respetaba sus gustos y también le gustaban, no tanto era como a ella. Se puede decir que cuando Tara miraba los aviones se quedaba como si viera algún truco de magia, mientras que Main se limitaba a ver el paisaje y nada más.
Por lo general, Tara solía sacar buenas notas en el instituto. Ni muy buenas notas, mi muy malas. Al igual que su hermano y sus dos mejores amigas, María y Ania, iba a primero de la ESO.
-¡Ese lápiz es mío! -exclamaba de repente María cuando veía a Tara dibujar con su lápiz.
-Pero yo no tengo ninguno.- respondía la supuesta "ladrona".
-Y yo no regalo lápices... Además, lo necesito para terminar esta tarea.
-Podrías haberla hecho en tu casa...
-¡Ese no es tu asunto! Vamos, dame el lápiz
-Chicas... Me aburro.- interrumpía Ania.
-Pues vete.- respondían las otras dos al unísono.
-Pero venid vosotras. ¿No?
Y así pasaban los recreos, entre risas, juegos, discusiones... La vida de Tara era la de una chica normal, una vida que no cambiaría. O tal vez sí...
Quizás lo único que distinguía a Tara de los demás era que su madre había muerto cuando ella y su hermano eran pequeños. A pesar de que ambos solo tenían cuatro años cuando esto sucedió, Tara lo recordaba perfectamente. Sabía que hasta que cumplió los diez años no le dijeron la verdad, poniendo como excusa de que su madre vivía en otro país por motivos de trabajo. Pero cuando Main y Tara crecieron, eso ya no era creíble para ellos, por lo que su padre les contó la verdad. Ese día fue muy doloroso para los dos hermanos, tanto que tardaron un tiempo en volver a hablarle a cualquier otra persona que no fuera entre ellos. Y a pesar de que habían pasado ya tres años de eso, había momentos en los que Tara se acordaba y la echaba de menos. Seguramente a Main le sucedía lo mismo, pero ya no hablaban de eso.
Un día, durante una salida en bicicleta del instituto, Main tropezó y cayó por una pendiente. Rápidamente lo trasladaron al hospital. Se había roto la pierna izquierda, pero eso no era lo peor. En cuanto llegó al hospital tuvieron que hacerle varias intervenciones ya que el gran susto le había cortado la respiración y el pulso cardíaco. En cuanto pudo, Tara fue a visitarlo. Se encontró a su padre muy deprimido.
-¿Qué ha ocurrido? ¿Dónde está Main?
Los minutos transcurrían tan lentos como las gotas de un cristal entre la pregunta y la futura respuesta pronunciada con la voz rota de quien va a perder a alguien por segunda vez:
-A tu hermano le han diagnosticado un coma.
En ese momento Tara quedó asombrada. No sabía que decir. Una enorme negación la invadía. Pero sabía recapacitar, no era tiempo de llorar, sino de ser seriedad.
-¿Pero cuánto tiempo estará así?- preguntó.
-Por lo menos un año. Pero no es seguro.
Tara quería apartar esa idea de su mente. Estaba convencida de que tarde o temprano despertaría. Eso le pasa a la gente positiva. Intenta mantener esperanzas aún cuando su conciencia grita: "Podría se que no".O eso quería creer. Main era su hermano mayor, había permanecido junto a él desde el momento de su nacimiento y, a pesar de las numerosas peleas que habían tenido, era su hermano.
Cuando lo visitó lo encontró como esperaba: su cuerpo no reaccionaba. Su piel estaba muy pálida y tenía varios tubos saliendo de sus brazos. Hasta su cabello rubio había perdido su brillo A pesar de eso comenzó a hablarle:
-Main-dijo entre sollozos- No entiendo como ha podido pasar esto. Pero te tienes que recuperar, no te puedes quedar así. Hazlo por mamá, piensa que hubiera sido de ella si tú te quedas así para siempre. No quiero perderte a ti también. No quiero, no quiero...-sus palabras fueron interrumpidas por el llanto, a la vez que cogía la mano de Main con cariño.
Finalmente, salió de la habitación tras darle un beso en la mejilla. Era la primera vez que demostraba tanto amor fraternal a su hermano. Sabía que iba a echar de menos todo de él: su voz, su carácter y hasta la manera en la que a veces se enfadaba con ella. En esos momentos deseaba ver a su hermano sano y como siempre más que a nada, aunque fuera para pelearse.
En el instituto claramente todo el mundo estaba enterado de lo sucedido. Ashley, una chica que había acosado a Tara en un pasado no tan lejano, fue a hablar con ella. Ashley siempre quería enterarse de todo lo que sucedía sin perder ningún detalle, por lo que preguntaba a quien fuera con tal de obtener información. Hasta un punto se podía soportar, pero llegaba un momento en el que era inaguantable escuchar como hacía preguntas y más preguntas sin dar a penas tiempo a responder. Tal vez, en un futuro, se daría cuenta que algunas opiniones son mejores dejarlas en el tintero.
-Dicen que iba muy rápido...- decía.
-¿Y tú qué sabrás?-respondió Tara enfurecida-
- Bueno, yo creo que todo el mundo sabe que con la bici hay que tener cuidado. ¿Qué ocurrió? ¿Un coche? ¿Una cuesta abajo?
-¡Calla! ¡Tú no eres quién para opinar eso! Él iba en bici como todos los demás.
-Yo solo quería que me contaras lo ocurrido.
En ese momento Tara decidió descargar toda su ira en la cara de Ashley. Pero justo apareció Teo, el mejor amigo de Main.
-Déjala- dijo Teo intentando tranquilizar a Tara-No merece la pena pegarle a alguien tan imbécil.
-Para que lo sepas,- comentó Ashley, indignada- no soy ninguna imbécil y más te vale no hacerme daño sino quieres tener problemas. No sabes lo fácil que es tenerlos conmigo. Porque no estoy sola.-Ella tampoco- respondió Teo, refiriéndose a Tara.
Seguidamente, se fue y entró en clase. Tara se sintió aliviada, pero sus últimas palabras no le habían causado miedo. Es más, ahora deseaba más que nunca romperle la cara y hacer un mosaico con ella, sin importarle los problemas que pudiera tener.
-Menos mal que se ha ido- comentó Teo- Vamos Tara, tenemos ahora clase de biología y yo por lo menos no quiero llegar tarde. -hizo una pausa- Ya verás como Main se recupera. Yo también lo extraño, pero estoy seguro de que todo va a salir bien.
Tara se indignó más todavía al ver la actitud fría de Teo respecto al estado de Main, pero no objetó nada. Sí, tal vez era mejor olvidar... Aunque fuera imposible y el temor la siguiera machacando más dentro.
Después del instituto, Tara decidió mandarle los apuntes de ese día a María, ya que estaba resfriada y no pudo asistir a clases. Estuvo un rato hablando con ella hasta que le dijo que debería empezar a pasar todos los apuntes a su cuaderno.
A pesar de que era el mes de abril, hacía todavía bastante frío. Aún así, Tara decidió ir a la terraza a ver si habría algún avión. Hacia la estela lanzaría su penas y se olvidaría de que el mundo existía.
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Nerba
FantasyUn libro mal escrito y peor revisado por este humilde usuario. Tara es una chica aparentemente normal, a la que le encantan los aviones. Un día, mientras los veía volar en el cielo, un haz de luz la llevó a un lugar que cambiaría su vida. Como hech...