CAPÍTULO 12: LA CUEVA

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Yaro y Tara se adentraron en la cueva todo recto, con la esperanza de que los soldados no hubieran conseguido entrar, aunque dudaban que pudiesen. Sin embargo, estaban preocupados por Blacky.

Al llegar a un punto donde el camino se separaba en tres, se detuvieron.

-¿Y ahora, por dónde vamos?- preguntó Yaro.

-Yo creo que deberíamos separarnos. Cada uno avanzará durante media hora y después regresara otra vez aquí.Así, si ninguno de los dos caminos es el correcto, sabremos que es el que queda.- respondió Tara.

-No sé si sentir orgullo o envidia. Tengo que confesar que últimamente tienes muy buenas ideas.

-Está bien. Entonces nos vemos en una hora.

De este modo, Tara tomó el camino de la derecha y Yaro, el del centro.

 NARRA TARA

Durante los primeros cien metros, el camino seguió todo recto como al principio de la cueva.Eso me hizo pensar que este era el camino correcto, pero me equivoqué. Cuando ya llevaba un rato caminando, me encontré algo en el suelo con forma esférica y un color verde agua. Al intentar tocarlo, esta se movió como si tuviese vida propia, y fue entonces cuando me di cuenta que en verdad era un ser vivo: una serpiente, concretamente una boa. Al verla, me quedé paralizada, nunca había presenciado una con mis propios ojos. Su lengua larga y fina no paraba de moverse y hacer el característico ruido de las serpientes mientras sus ojos me miraban fijamente. Calculo que pasaron dos minutos así, ante la enorme serpiente erguida que parecía sonreírme malvadamente. Poco a poco se fue deslizando hacia mí, dando una vuelta completa a mi alrededor. Sin pensarlo, eché a correr, pero el suelo de la cueva se movía en dirección contraria a la que yo corría, de modo que por más que lo intentara no avanzaba. Era como si todo a mi alrededor estuviera embrujado. De repente, vi a la serpiente alrededor de mi cuerpo, con su cabeza pegada a la mía. Eso hizo que intentara pedir ayuda, pero la serpiente me tapó la boca con su cuerpo de modo que mi grito de horror quedó ahogado en un gemido. Fue entonces cuando la vi hablar. Y sí, estoy segura de que hablaba. Total, de este planeta de locos, ¿qué más podía esperar?

-Vaya, vaya, así que tú debes ser la salvadora de Nerba- comenzó a decir- Lástima que yo no te pueda permitir salvar este planeta. Me acuerdo cuando era joven, todo lleno de bosques, una temperatura siempre agradable, con sus correspondientes días de lluvia. No como ahora, todo cubierto de nieve, sin a penas un rayo de sol o una gota de agua líquida que pueda regar los cultivos en vez de congelarlos. Pero no tuve más remedio que hacerlo.

-¡Tú eres Tasin!

-Para qué negar lo que es verdad- dijo, a la vez en la que se convertía en una persona de carne y hueso. Se parecía bastante al rey Escaro, su hermano, en la altura, el color de pelo, el color de ojos...aunque los de Tasin irradiaban maldad. Y las facciones de Escaro no eran tan...raras.

-¿Qué quieres de mí?- respondí, disimulando el temor que me invadía todo el cuerpo.

-¿Que qué quiero de ti? Quiero detenerte, por supuesto. Tú solo fastidias todos mis planes. Por lo demás, no eres demasiado importante. Bueno, tal vez pueda sacarte algo de poder...

-¡No serás capaz! Además, te informo de que no estoy sola.

-¿Hablas de tu amiguito solitario? Por él no te preocupes, ya me he encargado de él como buen padre que soy.- dijo Tasin, riéndose.

¡Padre! ¿Cómo que padre? Mi cabeza dio mil vueltas. ¿Acaso Yaro me había mentido? ¿Su padre no murió en un acantilado? 

Pero, entonces, ¿Yaro era el hijo de Tasin? En ese momento me sentí fatal. Había estado confiando en alguien que era el hijo de mi enemigo. ¿ Y si tal vez no podía fiarme de él? ¿Si me habría estado engañando para que nunca consiguiera mi misión, jugando conmigo? Pero, ¿y si el mismo hombre que tenía delante de mí, que se hacía llamar Tasin y podría no serlo, me estaba engañando? Tras la prisión de la mentira, me tomaba muy en serio el ser engañada...

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